a decir verdad, sólo una de las partes del conflicto insiste en asegurar que “se están dando pasos” para superar el desgarro social y recuperar la convivencia tras medio siglo de violencia y represión. Me refiero a la parte de la sociedad vasca que reconoce haberse alineado con los victimarios y se autodefine como izquierda abertzale, y a los que sin haber pertenecido a ese sector se han incorporado estratégicamente a él en coalición. En el otro extremo, entre los que se atribuyen la condición de agredidos y ejercen de representantes políticos de las víctimas, no parece que haya ninguna intención de dar pasos para recuperar la convivencia porque eluden cualquier responsabilidad en el desastre.

Para desatar este nudo de enfrentamiento se puso en marcha en el Parlamento vasco la Ponencia de Memoria y Convivencia a la que el PP, máximo exponente del sector no dispuesto a dar paso resolutivo alguno, no quiere ni asomarse. No es cómodo ese aislamiento en un tema tan sensible como la recuperación de la convivencia, y los dirigentes del PP vasco suelen procurar no hacer demasiado ruido que denuncie su impermeabilidad. Pero las circunstancias mandan, y en la pelea sin cuartel por el españolismo y la intransigencia que enfrenta ahora al PP y a Ciudadanos, dirigentes del PP vasco dieron la nota el pasado domingo en Andoain.

El escenario, nada nuevo por cierto, el acto de recibimiento a dos presos del pueblo, Inaxio Otaño e Iñaki Igerategi, de vuelta tras cumplir seis años de cárcel acusados de proporcionar datos a ETA para que atentase contra Joseba Pagazaurtundua quien resultó asesinado el 8 de febrero de 2003. Sí fue novedad la presencia en el acto de media docena de dirigentes del PP vasco, con sus carteles y su protesta. Esta presencia, como era de esperar, en primera instancia provocó momentos de tensión entre los concentrados y posteriormente una vuelta al debate sobre ese tipo de homenajes, la apertura de diligencias por parte de la Fiscalía y hasta una moción parlamentaria sobre el tema.

Independientemente del aprovechamiento partidista que se haya deducido del acto, conviene una reflexión a quien corresponda sobre las reiteradas celebraciones que se vienen produciendo a medida que salen de las cárceles los paisanos que han cumplido condena. Ante los reproches que reciben a causa de estos actos, los portavoces de la izquierda abertzale insisten en justificarlos como manifestaciones de alegría en el recibimiento que familiares y amigos les dispensan tras años de ausencia, pero es evidente que las pancartas, los cánticos, los aurreskus, las txalapartas y los lemas coreados tienen mucho más de homenaje que de recibimiento. Y homenajear públicamente a quienes convictos y confesos han cumplido una condena por participar en delitos muy graves, la verdad, contrasta con ese reiterado reconocimiento del daño causado que dicen practicar los actuales dirigentes de la izquierda abertzale en un intento vano de enterrar el pasado.

Hay que reconocer que no va a ser fácil desarmar el lenguaje, ni cambiar radicalmente sentimientos, adjetivos y principios ideológicos. Esta es la gran dificultad para la recuperación de la convivencia, y tiene mucho que ver con el tantas veces mentado relato. Para buena parte de quienes se identifican con la izquierda abertzale, los presos vinculados a ETA son auténticos héroes a quienes se debe admiración y homenaje. No es fácil trasladar a esas bases populares, caladero de votos y futuro de su militancia, un cambio radical en la semántica que pudiera dar a entender que ETA cometió un enorme y trágico error. Los atentados fueron ekintzas, los asesinatos ejecuciones, los terroristas gudaris, las extorsiones impuesto revolucionario? los homenajes recibimientos.

Por supuesto, cómo no va a entenderse que familiares y amigos de quienes han pasado largos años en prisión se alegren de volver a abrazarles en libertad. Cómo no va a ser lógico que se les agasaje y se les reciba con calor y cariño. Pero para aportar credibilidad a su contribución a ese tiempo nuevo, a esa normalización de la convivencia, esa lógica alegría por la vuelta a la libertad de sus familiares y amigos tantos años presos debería celebrarse en la intimidad y no en lugares públicos. De lo contrario, esos actos seguirán siendo percibidos como provocación, como agravio a las víctimas que los homenajeados ocasionaron. Así lo ha entendido y lo entiende la mayoría de la sociedad representada institucionalmente en el Parlamento Vasco.