Todos los expertos alertaban de que un atentado de estas características se iba a producir tarde o temprano en el Estado español, pero no por ello la consternación y la aflicción han resultado ser menores. La acción del autodenominado Estado Islámico ha traspasado la calamitosa frontera entre la amenaza y la realidad, dejando por el camino un funesto saldo de fallecidos y heridos. El grupo terrorista había apuntado insistentemente hacia la Península Ibérica como objetivo preferente y finalmente consumó sus advertencias este jueves con un atropello indiscriminado en el corazón de Barcelona, todo un símbolo del modelo de vida occidental que execran.

España ha sido uno de los países más señalados por la propaganda de la organización insurgente. Ciudades simbólicas como Toledo y Córdoba están en la mira de los terroristas, pero sus vídeos y comunicados también han apuntado hacia la propia Barcelona, objetivo de este atentado, o incluso a Donostia. En la capital guipuzcoana, en concreto, exhibieron su simbología en instantáneas tomadas en la playa de La Concha y el monte Urgull.

Todos los participantes en la coalición internacional, más de 70, afrontan la amenaza terrorista, que sobre todo se ha padecido en países europeos como Francia, Bélgica y Reino Unido. Pero el caso español guarda más elementos en el guion. Al-Ándalus es toda una referencia alegórica para los integrantes del grupo terrorista. Los Reyes Católicos pusieron fin en 1492 al poder islámico en un territorio que abarcaba prácticamente toda la Península Ibérica. Ahora su anhelo es recuperarlo para desterrar los cánones del siglo XXI e implantar sus propios edictos. Paralelamente, la cercanía geográfica con el norte del continente africano favorece la implantación de focos de radicalización como Ceuta y Melilla.

Ante la palpable amenaza, España ha actuado en los últimos años, por ejemplo, endureciendo las leyes. El Código Penal fue reformado para incrementar las penas de cárcel en condenas por terrorismo y se han introducido nuevos delitos, en especial sobre la financiación de organizaciones terroristas y en relación al adoctrinamiento en las redes sociales, un peligro cada vez mayor por la facilidad y rapidez con la que se propagan mensajes radicales. De hecho, durante los últimos años se han incrementado exponencialmente los llamamientos a producir ataques desde servicios de mensajería como Telegram.

EN EL PUNTO DE MIRA Por todos esos ingredientes, parecía raro que el apodado Estado Islámico no hubiera atacado en territorio español. “Aunque es muy fácil decirlo ahora, era una cuestión de tiempo. En algún momento iba a ocurrir”, resume José Luis de Castro, profesor titular de Relaciones Internacionales en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). En su opinión, los atentados terroristas que han afectado a otros rincones de Europa cernían la amenaza igualmente en España. “Si los ha habido en otros lugares, no había razón por la que no pudiera haberlos aquí”, señala a DNA.

El profesor de Relaciones Internacionales de la UPV/EHU Felipe González hace una referencia expresa al proclamado afán del Estado Islámico por restablecer Al-Ándalus. “Está recogido en todos sus discursos y publicaciones. Quieren recuperar una cosmovisión del mundo clásico desde una perspectiva histórica y filosófica”, explica en referencia a los miembros de la organización, quienes realizan una interpretación radical del Corán, el libro sagrado de la religión musulmana.

Catalunya es uno de los puntos más calientes del yihadismo en el Estado español. Las fuerzas de seguridad tienen contabilizadas numerosas entidades islámicas radicales con una notoria implantación en la comunidad autónoma, si bien guardan diferencias entre ellas. En tierras catalanas hay unas 80 mezquitas salafistas radicales, una corriente que hace una lectura inflexible de los mandatos de la religión musulmana y que aboga por una instauración del orden islámico a nivel global. “En Catalunya hay una importante presencia de familias musulmanas perfectamente integradas. Desafortunadamente, hay una minoría que se ampara en esa mayoría para causar daño”, lamenta González. En todo caso, De Castro cree que el abanico de lugares susceptibles de ser atacados no se circunscribe a ese territorio. “Podría haber sido perfectamente en cualquier otra ciudad. El terrorismo actúa donde puede y cuando puede”, precisa.

Barcelona es una gran metrópoli abierta al mundo y con una gran diversidad de nacionalidades en sus calles. La capital catalana recibió el año pasado a casi 18 millones de visitantes extranjeros, que encuentran allí reclamos turísticos como la Sagrada Familia, el Camp Nou o la propia Rambla, el lugar escogido esta vez por los terroristas y que representa el corazón de la Ciudad Condal entre la plaza Catalunya y el monumento a Cristóbal Colón. Según De Castro, la capital catalana tiene un carácter muy simbólico a nivel internacional, algo que los terroristas persiguen a la hora de atacar: “Buscan lugares muy emblemáticos como Barcelona porque tiene mucha proyección fuera. El objetivo es atacar en lugares donde se genere un fuerte impacto”.

Para este entendido en Relaciones Internacionales, las grandes ciudades mundiales tienen más probabilidades de ser atacadas no solo por su proyección, sino también por las características intrínsecas que reúnen. Así, su importante número de habitantes favorece que los terroristas se puedan camuflar entre la sociedad civil. “Tienen más papeletas de sufrir atentados porque les conceden un mayor anonimato. Tienen más facilidad para moverse y pueden pasar completamente desapercibidos”, subraya.

EFECTIVIDAD POLICIAL Los dos expertos consultados por este medio coinciden en que el trabajo de las fuerzas policiales ha sido un factor clave para que no se hayan producido atentados del Estado Islámico con anterioridad. Ambos recuerdan que España tiene una larga experiencia en materia antiterrorista, algo que ha favorecido la tarea de los cuerpos de seguridad. Masacres como la de Madrid en 2004 -también de naturaleza yihadista- o la violencia armada de ETA durante décadas son algunos de los precedentes. “Las autoridades llevan muchos años con las pilas puestas. En otros países como Bélgica, en cambio, se las han tenido que poner ahora”, apunta De Castro, quien aprecia que haya recursos policiales “potentes” específicamente destinados a la lucha contra el terrorismo. González, por su parte, destaca la cooperación entre las diferentes fuerzas policiales: “Ha habido una mayor coordinación por parte del Estado y la Policía, incluyendo también a los Mossos d’Esquadra y a la Ertzaintza”.

Precisamente ellos protagonizarán la respuesta que los poderes públicos vayan a dar al primer atentado terrorista en el Estado desde que ETA acabara con la vida de dos agentes de la Guardia Civil en Mallorca en el año 2009 antes de anunciar el cese de la violencia y escenificar su desarme. Para De Castro, “hay que ser todo lo prudente que se pueda”. En su opinión, existe el peligro de caer en sobreactuaciones o reacciones en caliente. “La opinión pública pide más seguridad y es lógico, pero los poderes políticos no pueden acogotar libertades en aras de una seguridad absoluta porque es imposible garantizarla”, advierte.

A juicio de González, hay que reforzar la seguridad, sobre todo en zonas concurridas y edificios públicos, pero sin que ello suponga “entrar en un estado de alarma”. De hecho, el profesor de la UPV/EHU indice en que la coyuntura actual puede ser un proceso largo en el tiempo: “Lamentablemente tenemos que aceptar que se extenderá en el tiempo porque no es una guerra convencional y no hay país que pueda prometer la seguridad plena”.

DESTERRAR LA ISLAMOFOBIA Los comentarios en contra de los musulmanes se incrementan de manera sustancial cada vez que se produce un atentado de corte yihadista, con especial presencia en las redes sociales bajo el paraguas del anonimato. Los dos expertos en Relaciones Internacionales de la UPV/EHU advierten del riesgo de que arrecien actitudes islamófobas fomentadas a raíz de barbaries terroristas. “Es muy fácil que haya reacciones de este tipo por la psicosis general que produce un ataque así. Igual de fácil que estigmatizar a toda la población musulmana”, avisa De Castro, que resalta las reacciones de la propia comunidad religiosa en repulsa al ataque y en solidaridad con todas las víctimas. “Son los más interesados en que se diferencie los movimientos yihadistas respecto al islam como religión y cultura”, dice en referencia a sus miembros.

González, asimismo, expone que actitudes que generalicen la amenaza yihadista a la totalidad de los miembros del islam serían aún más paradójicas en Euskadi, que ha vivido el envite del terrorismo y la propagación de falsos tópicos en sus propias carnes. “Sería absurdo decir que ser musulmán es igual a ser yihadista. Y mucho más en Euskadi, donde mientras muchos defendíamos nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestra lengua oponiéndonos firmemente a la violencia, otros decían aquello de que ser vasco era igual a ser etarra”, rememora.