barcelona - El lehendakari tiene marcada en rojo en su agenda una de esas citas que generan gran expectación política y mediática. El lunes se reunirá con el president catalán, Carles Puigdemont, en plena efervescencia del proceso soberanista y en puertas del referéndum unilateral de independencia del 1 de octubre. Es de sobra conocido que el PNV se solidariza con el camino emprendido por los catalanes ante los portazos de Madrid, pero no se despega de su hoja de ruta propia para Euskadi y defiende ampliar el autogobierno pactando con el Estado hasta alcanzar una relación de igual a igual. Catalunya está en otra fase marcada por el referéndum unilateral de independencia, y no espera que llegue una oferta de diálogo del Estado a última hora. El lehendakari trasladará a Puigdemont su deseo de que el conflicto desemboque en una solución pactada y que el Estado reconozca la realidad plurinacional. La reunión arrancará a las 17.00 horas en el Palau de la Generalitat, y se producirá aprovechando la visita de Urkullu a tierras catalanas para participar en el homenaje a las víctimas del atentado de Hipercor.
Oficialmente, ese es el contenido de la reunión y su planteamiento. Sin embargo, el encuentro se va a producir en un contexto que le da otro alcance más allá de la agenda pública. El pacto presupuestario que ha cerrado el PNV con el Gobierno español a cambio de encauzar reivindicaciones históricas está generando una fuerte sensación de agravio en la Generalitat. Las autoridades catalanas ven con impotencia cómo Rajoy no levanta el teléfono para atender demandas planteadas en términos casi idénticos a los del PNV, y ven también cómo torpedea sus intentos de establecer un hilo de interlocución con la Unión Europea. En cualquier caso, no está haciendo mella en la interlocución entre el president y el lehendakari, que se reunirán por tercera vez en siete meses.
tres hitos En poco más de un mes, el Govern ha visto desfilar ante sí tres imágenes que lo han hecho removerse en su asiento. Por un lado, el Gobierno Vasco ha llegado a un acuerdo sobre el Cupo, el dinero que paga Euskadi al Estado por competencias no transferidas como la Corona, el Ejército, los puertos y los aeropuertos. En concreto, en la liquidación de los últimos diez años, se llegó a la conclusión de que el cálculo fue incorrecto y Madrid debía 1.400 millones a las instituciones vascas. En ese momento, Puigdemont aseguró que algunos cobran por ser españoles, mientras otros pagan por ello. El lehendakari le respondió que Euskadi no cobra de nadie porque no se financia del Estado, sino que asume un riesgo unilateral. Desde entonces, no se ha producido ningún otro choque de tanta magnitud, pero al Govern también le ha irritado que el presidente la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, haya recibido ya al lehendakari Urkullu mientras Puigdemont sigue haciendo cola para mantener un encuentro que no tiene visos de producirse. Los soberanistas lo atribuyen a la presión que ejerce España en las altas esferas diplomáticas para evitar que el president consiga una fotografía potente en la internacionalización de su apuesta por el referéndum.
El último mazazo para el Govern ha llegado en las últimas horas. El conseller de Interior, Jordi Jané, lleva once días intentando contactar con su homólogo español, Juan Ignacio Zoido, para reunir a la Junta de Seguridad, que no se cita desde 2009. Zoido no da señales de vida, pero sí acaba de mantener una reunión con la consejera vasca, Estefanía Beltrán de Heredia, para acordar varias cuestiones, como el acceso de la Ertzaintza a las bases de datos europeas. A los Mossos d’Esquadra no se les permite. Para más inri, el ministerio de Hacienda acaba de enviar un requerimiento al Govern para que detenga su convocatoria de empleo para 500 agentes. Es un conflicto idéntico al que ha tenido hasta hace poco el Gobierno vasco con Madrid, pero que ha quedado finalmente resuelto.
Urkullu ha conseguido que Madrid le reconozca que el único criterio para renovar la plantilla sea el tope de agentes acordado en la Junta de Seguridad, un total de 8.000, y no criterios de ahorro fijados en los Presupuestos estatales. El Govern está intentando ahora mismo que se le aplique esa bilateralidad y que el criterio sea asegurar una plantilla total de 18.267 policías. En entrevistas concedidas a Catalunya Ràdio y Rac1, Jané se preguntó ayer en voz alta por este doble rasero y quiso pensar que “no es un castigo político” por el referéndum.
Desde el Gobierno Vasco aseguran que las relaciones no se han resentido. Sin embargo, no les pasa inadvertido el intento de Madrid de presentar al PNV como un modelo a seguir y sancionar al nacionalismo catalán. Las fuentes consultadas aseguran que no pueden hacer nada ante esa estrategia. En el fondo, la sensación de agravio de la Generalitat no es nada que no hayan verbalizado ya otras autonomías, como la valenciana por boca de su presidente socialista, Ximo Puig. Urkullu también mantuvo una reunión con él, y Puig terminó modulando su discurso sobre el Cupo y enterrando el hacha de guerra. El lehendakari ha defendido todo este tiempo que comprende el malestar de otras comunidades por que Rajoy no atienda sus demandas, pero les pide que hagan el esfuerzo de centrar ese discurso en el Gobierno español, y no en cargar contra quienes sí han logrado un acuerdo basado, además, en la singularidad foral vasca.
cita discreta en la copa del rey La relación de Urkullu con Puigdemont está normalizada. En primer lugar, se vieron en la toma de posesión del lehendakari bajo el Árbol de Gernika, a finales de noviembre. El siguiente encuentro lo mantuvieron el 27 de mayo con motivo de la final de Copa del Rey que enfrentó al Barça y el Alavés. Compartieron palco, y también una conversación discreta con buen tono y sin reproches. El lehendakari volvió a levantar el teléfono la semana pasada para avisarle de que estaría presente en los actos de Hipercor. Puigdemont lo emplazó entonces a una cita que Urkullu reveló ayer en el Parlamento.