Washington - Tras meses de especulaciones, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció ayer su decisión de sacar al país del Acuerdo de París. Trump argumenta que los compromisos recogidos en ese “mal acuerdo” perjudican a Estados Unidos y, en concreto, al desarrollo de su economía y a la creación de empleo. El objetivo del inquilino de la Casa Blanca para por buscar un documento más favorable y “justo”, aunque por el momento no ha aclarado cómo ni cuándo lo hará. En este sentido, ha explicado que no quiere que nada se “interponga en el camino” del desarrollo de Estados Unidos y ha apelado a su “deber solemne” de proteger los intereses de su país.

Pero la salida del pacto global de lucha contra el cambio climático no sería en ningún caso inmediata, ya que el antecesor de Trump y uno de los mayores artífices del Acuerdo de París, Barack Obama, se ocupó de que se incluyera un artículo en el mismo que lo salvaguardara de un posible intento de salida de una Administración republicana. El punto 28 del Acuerdo de París indica que cualquier país que haya ratificado el acuerdo sólo podrá solicitar su salida del mismo tres años después de su entrada en vigor, esto es, el 4 de noviembre de 2019. Una vez hecha esa petición, la salida “surtirá efecto al cabo de un año contado desde la fecha en que el depositario haya recibido la notificación correspondiente”, por lo que EEUU no tendría más remedio que seguir perteneciendo al mismo hasta el 4 de noviembre de 2020, curiosamente, un día después de las siguientes elecciones presidenciales norteamericanas. Trump anunció que se retira del acuerdo, que 195 países adoptaron en París en 2015 y que a día de hoy ya está en vigor con la ratificación de 147 estados, incluido EEUU, con lo primero que se podría encontrar en su propio país es con que alguna organización, estado o ciudadano lo recurriera y los jueces paralizaran su orden ejecutiva. Esta opción “es más que probable en un país en el que el 70% de los ciudadanos quiere que Estados Unidos permanezca en el Acuerdo, y en términos judiciales ya tiene precedentes en sus órdenes en materia de inmigración”, señaló Manuel Pulgar, portavoz de cambio climático de WWF Internacional. Al margen de una potencial paralización judicial,

La opción más rápida para un presidente que ha calificado de “un mal acuerdo” el pacto de París, es salirse de la “casa madre del acuerdo”: la Convención de Cambio Climático de las Naciones Unidas, a cuya creación y entrada de Estados Unidos como parte, en 1992, contribuyó precisamente un presidente republicano, George Bush padre.

Dejar la convención llevaría un año desde la fecha en la que se notifique, y con ello Estados Unidos perdería su silla en el foro donde se toman las decisiones sobre todo tipo de asuntos paralelos relacionados con el clima, como la captura y secuestro de carbono, que tanto interesa a la industria del carbón y que Trump utiliza como argumento para rechazar el Acuerdo de París.

Perdería con ello todo el capital construido por Obama en decenas de acuerdos bilaterales -sólo con China hay media docena- relacionados con la transición hacia un mundo bajo en carbono, y cedería influencia estratégica a otras potencias que están esperando a asumir el liderazgo en la materia: la propia China, India y la UE, explicó Lara Lázaro, portavoz de cambio climático del Instituto Elcano. Frente a estas alianzas, Estados Unidos será el tercer miembro del club de los países que no han firmado París: Siria, que está en guerra, y Nicaragua, que lo considera poco ambicioso.

Algunos de los principales intelectuales estadounidenses se han referido a esta salida como “pegarse un tiro en el pie” (David Victor, Universidad de California-San Diego) o “convertir a Estados Unidos en un paria del cambio climático” (Robert Stavins, Universidad de Harvard).

Expertos consultados consideran que Estados Unidos “no tiene absolutamente nada que ganar y sí mucho que perder” si sale del Acuerdo de París, que, entre otras cosas, es de cumplimiento voluntario y sus compromisos de reducción de emisiones no arrancan hasta 2020. Además, de las pérdidas en los puestos de trabajo que más crecen (los asociados a las renovables y las tecnologías limpias) y en competitividad, Estados Unidos se estaría sumiendo en el “aislacionismo” frente al multilateralismo existente desde la segunda Guerra Mundial, subrayó la directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales, Teresa Ribera.

Si a Trump no le gusta el Acuerdo de París le bastaría con no preparar el terreno para cumplir con el objetivo al que Estados Unidos se había comprometido para 2025: una reducción de las emisiones de entre el 26% y el 28% en relación a las cifras de 2005. Independientemente de lo anunciado ayer, 37 estados y más de 400 ciudades norteamericanas cuentan con regulación propia para impulsar las energías renovables y con metas de reducción de emisiones por lo que el impacto a corto plazo no sería notable en materia de mitigación, sí en la financiación climática que Estados Unidos aporta a los países en desarrollo. - Efe