MADRID - Los 187.000 militantes del PSOE llamados a votar el próximo domingo en las primarias para elegir a su próximo secretario general se encontrarán con un partido totalmente abierto en canal que se mueve en el filo de la navaja de la fractura total del partido al día siguiente del 21 de mayo. Las hondas diferencias entre los aspirantes, especialmente entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, se acrecentaron ayer en el debate celebrado en Ferraz entre los tres candidatos. Patxi López, el tercero en discordia, mantuvo un perfil conciliador para atraer a quienes rehúyen de un enfrentamiento a cara de perro como el que mantienen los dos grandes favoritos en las últimas semanas. Pero la todopoderosa y experimentada baronesa andaluza y el outsider socialista paladín de la abstención ante Rajoy no escatimaron munición para cargar una discusión descarnada, con tintes de ajuste de cuentas.
El cruce de duros reproches entre Díaz y Sánchez marcó el debate celebrado curiosamente en la misma sala que el pasado 1 de octubre acogió el movido Comité Federal que puso en la calle al hasta entonces secretario general del partido y ahora aspirante Pedro Sánchez. Entre esas mismas paredes se tomó también la controvertida decisión de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español, lo que en la práctica supuso dar luz verde a su designación y abrió la espita de la división en el aparato y en la militancia socialista. La periodista Carmen del Riego ejerció de moderadora de un debate que duró una hora y media, en el que el reparto de turnos estuvo controlado por tres cronometradores de la federación madrileña de baloncesto.
Cada aspirante escenificó un papel y desplegó un guion en este dramático vía crucis socialista que dura ya ocho meses. Sánchez trató de arrinconar a Díaz con reproches sobre su responsabilidad en la decisión de abstenerse en la investidura de Rajoy. Fue su principal argumento político, rebañado con otro más ideológico: reclamó para sí y para su proyecto la bandera de la izquierda, la única y más genuina entre las tres que concurren a las primarias socialistas.
Díaz se aferró a los números impresos en la hoja de servicios de Sánchez como secretario general de los socialistas: dos elecciones generales, dos fiascos electorales como nunca había registrado el partido de la rosa. Frente a estos datos, se reivindicó como la candidata que puede revertir estos registros y volver a convertir al PSOE en un partido útil y devolverlo a la Moncloa. Y prometió que si, con ella, su partido no logra remontar “me marcharé sin romper el partido”.
López tenía claro que no iba a entrar en el barro. Su papel en esta historia es la del pacificador de hermanos para que la familia socialista no salte en mil pedazos. Le costó acomodarse en medio de la batalla entre los dos gallos del corral y cada una de sus intervenciones llevó una intencionalidad de luchar contra el voto útil que reclaman para sí los dos grandes favoritos, que, con gran diferencia sobre él, presentaron más avales hace una semana.
Con todo, el exlehendakari consiguió en algunos momentos hacerse un hueco en medio de la refriega e incluso soltó alguna que otra pulla a sus rivales, más a Sánchez que a Díaz. A la presidenta andaluza le recriminó no haber optado entre su actual cargo y la secretaría general del partido. Al ex secretario general le espetó los cambios de opinión que, a su juicio, ha mantenido en relación a la cuestión de las naciones (vasca y catalana). Incluso intentó presentarlo como un ignorante al soltarle a la cara “Pedro, ¿sabes qué es una nación”, en referencia al concepto acuñado recientemente por Sánchez de “nación de naciones cultural”.
Este tema fue objeto de chanza también por parte de Díaz que reprochó a Sánchez los “bandazos” y los cambios de opinión. “No puedes tener, Pedro, 17 visiones de España”, le restregó. El exlíder del partido le devolvió la moneda al asegurar que ella “votó por el Estatut catalán cuando era diputada y apoyó un informe en el que se decía que España es una nación de naciones”. Y remató el argumento sacando a colación algunos errores de Díaz como decir que “el gallego, el catalán y vasco son acentos”.
Llegados a este punto ni uno ni la otra estaban para zarandajas de cortesía y elle le replicó con un “eres muy imaginativo con esa idea de la nación de naciones cultural”. Para entonces, la baronesa andaluza ya le había largado otras lindezas como “no mientas, cariño” o que muchos socialistas “no se fían de ti”. Aunque ninguno tan humillante como el que le sacudió a bocajarro para decirle que “ya nadie trabaja contigo, ni Zapatero ni Felipe [González] se fían de ti. Tu problema no soy yo, eres tú”.
El debate deja abierto otro debate pendiente de aclarar: cómo se enfrentará al día siguiente el vencedor de las primarias y próximo secretario general de los socialistas ante un partido fracturado y polarizado en extremo. No parece imaginable una integración del ganador y el perdedor. Pero sí parece verosímil una ruptura de la militancia. También deja abierto el debate, especialmente si gana Sánchez, de qué ocurrirá en el Congreso, donde Rajoy no tiene mayoría y el único que numéricamente le puede dar cierta estabilidad es el PSOE. Pero ese será otro combate, el del futuro del partido. En el del presente, las espadas siguen en alto.
La puesta en escena. El encuentro se celebró en una sala en Ferraz en la que Díaz, que se refirió a Sánchez como “Pedro” mientras que mencionaba a López como “mi compañero Patxi”, ocupó el atril situado más a la derecha. Sánchez estaba en la izquierda y López en medio de los dos.
Bloques. Tuvo el formato clásico de los grandes debates en España: apertura, tres bloques (político, socioeconómico y modelo de partido).
Baloncesto. Viendo que Díaz y Sánchez protagonizaban el debate, López se quejó del reparto de turnos, controlado por tres cronometradores de la federación de Madrid de baloncesto. También Sánchez recriminó a la moderadora que dejara hablar a Díaz cuando había terminado un bloque temático.