Un avezado cinéfilo con un notable interés por seguir las idas y venidas de esta campaña electoral observaría la fotografía del debate televisado que anoche protagonizaron Soraya Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera y vería a uno de los personajes que pintó Velázquez en el retrato de la familia de Felipe IV o al protagonista de una peli de Spielberg o, incluso, al dr. No. Y es que no parece probable que aparezca James Bond entre ellos, pero todos ellos sí niegan la conspiración -apunten la palabra clave- en la que otros les involucran. Porque esta campaña electoral empezó oficiosamente hace tanto tiempo que, ya sí en campaña oficial, en lo que ahora todos parecen estar pensando es en el 21 de diciembre. Calculadora en ristre.
El acto de aniversario de la Constitución en el Congreso del domingo sirvió para dar carta de naturaleza a un buen número de tesis conspiranoicas que circulan por los corrillos políticos. La que está más en boga es sin duda la operación Menina, esa que lanzó al ruedo Pablo Iglesias -con la inestimable ayuda, todo hay que decirlo, del equipo de campaña de Génova- que sostiene la teoría de que la vicepresidenta sería el plan b del PP en caso de necesitar el apoyo de C’s para llegar a La Moncloa y que los de Albert Rivera vetaran a Mariano Rajoy. Como aliciente, está el precedente de mayo en La Rioja.
El lugar de Ciudadanos también es motivo de chascarrillos. Por ejemplo, Albert Rivera sostiene el interés del PP por que sea el PSOE quien quede en segundo lugar y no el partido naranja; una operación hipotéticamente pergeñada entre Génova y Ferraz para salvaguardar el modelo bipartidista y evitar a Rivera como eventual líder de la oposición lo que, de paso, supuestamente facilitaría que C’s entrara en algún tipo de alianza para respaldar un eventual gobierno del PP. Una teoría que, además, cuenta con el aliciente de la lectura en clave interna socialista y ese liderazgo de Sánchez que podría quedar en cuestión ante poderes como el de Susana Díaz... Salvar al soldado Sánchez, lo ha llamado Albert Rivera.
Los socialistas, en cambio, perciben un claro interés del PP por disgregar el voto de izquierdas. Ese “vais muy bien” que Rajoy dedicó a Iglesias el domingo en el Congreso, del que se marchó sin cruzar ni un saludo con el candidato socialista, alimenta esta hipótesis que en las filas del PSOE se complementa con una cocina envenenada de las encuestas en su contra y en favor de C’s, apuntando directamente al CIS. Y es que en el PSOE no ven inocente esa apreciación de Rajoy que reveló Pablo Iglesias; al contrario, su tesis es que Podemos será la cuarta fuerza y que las únicas siglas de izquierda en disposición de alcanzar La Moncloa son las del PSOE, por lo que el PP intenta debilitar esas opciones -digan lo que digan unas encuestas que en el PSOE consideran no ajustadas a la realidad- alimentando la fragmentación del voto de izquierdas.
Y luego está la alerta contra el denominado pacto de perdedores, esa fórmula que acuñó el exalcalde de Gasteiz, Javier Maroto, tras perder la Alcaldía en las municipales de mayo a manos de un pacto entre la segunda y la tercera fuerza, y que parece ha encontrado eco en el imaginario de Mariano Rajoy. El presidente no tiene ninguna duda de que el PP será el más votado el 20 de diciembre, pero va deslizando la teoría de un tripartito -PSOE, C’s, Podemos- por lo que pueda pasar. El presidente del PP andaluz lo ha bautizado como “trío lalalá”.
Las conspiraciones han entrado en campaña y cotizan al alza.