Gasteiz - El ciudadano debe ser vigilante, observador y crítico con la política y los políticos e indignarse en momentos concretos. Daniel Innerarity no ve con malos ojos al político profesional; cree que las nuevas fotografías políticas están envejeciendo muy rápido. No se atreve a pronosticar sobre lo que ocurrirá en las próximas citas electorales y habla de cómo discurre el nuevo Gobierno navarro.

¿Cómo debe ser la actitud del ciudadano ante los políticos?

-Vigilante, observador, participativo, comprometido y crítico; así debe ser el ciudadano, siempre en función de sus posibilidades y de lo que le interese la política. Lo que no debe estar es siempre indignado.

Se han vivido, se siguen viviendo, estados de indignación colectiva ante determinados hechos. ¿Se puede hacer de la indignación un programa político?

-No. La indignación es un movimiento de furia, más interesado en la asignación de culpabilidades que en la construcción de la responsabilidad. Estamos ahora en una segunda etapa que tiene que ver con que la indignación no se quede en un desahogo improductivo.

¿En qué se tiene que convertir la indignación?

-En una transformación de nuestro sistema político y de nuestra sociedad.

¿Es posible?

-Está por ver si se consigue, pero desde luego no es imposible.

Por delante, un final de 2015 muy intenso. ¿Cómo cree que se va a resolver?

-Van a aparecer más actores en el escenario y el poder político va a estar más fragmentado. La necesidad de los acuerdos, y al mismo tiempo la complejidad de esos mismos acuerdos, va a incrementar esa fragmentación.

El 20 de septiembre se celebrarán elecciones en Grecia. Para muchos es el fracaso del renacimiento de la izquierda europea.

-Lo más interesante va a ser la ruptura de Syriza en dos fuerzas: una de carácter social demócrata y otra que se va instalar en la resistencia contra la Europa actual. Habrá que ver cómo se resuelve esa contradicción.

Siete días después, elecciones en Catalunya. ¿Cómo ve la situación?

-La indignación en clave nacional se ha mezclado con la indignación en clave de justicia; y nos podemos encontrar con un ligero cambio de agenda que implique que, además del tema nacional, el tema de la injusticia social aparezca como otro elemento de la discusión. Es probable que en Catalunya no haya un solo tema de discusión. De todas formas, habrá que esperar para saber cómo se resuelve todo.

¿Se atrevería a hacer pronósticos para unas elecciones generales?

-Siendo honesto, tengo que decir que no tengo ni idea. Hemos entrado en una dinámica de aceleración de los procesos sociales, de volatibilidad de los proyectos, de influencia de los efectos secundarios en todo lo que pasa, donde todo interviene en lo local y lo global; todo está mezclado. Lo que sí se puede asegurar es que habrá más fragmentación política.

Desde algunas fuerzas políticas se vende la fragmentación en los resultados electorales como una bajada a los infiernos. ¿Es cuestión de meter miedo en el cuerpo a los electores?

-El término fragmentación tiene una connotación negativa, pero también se puede ver la fragmentación como una radicalización del pluralismo social. Quizá la sociedad está demasiado representada por unas pocas fuerzas y la fotografía real de la sociedad es la que vamos a tener este último trimestre del año.

Esa fotografía ya cambió en mayo con las elecciones municipales y autonómicas. ¿Es una imagen real la que refleja?

-Bastante real, pero en un mundo político en el que las cosas cambian a mucha velocidad. Esa foto, la obtenida en mayo, puede envejecer más rápido que fotos que se hacían en el pasado, fotos que podían durar mucho tiempo colgadas en la pared.

Donde sí ha cambiado la fotografía ha sido en Nafarroa. ¿Es esta comunidad donde se puede ver reflejado el título de su último libro: ‘La política en tiempos de indignación’?

-Lo que es a día de hoy Nafarroa es producto de la indignación, del desgaste y de los grandes errores que cometió la derecha navarra. Conviene no olvidar, lo digo como navarro que asiste muy complacido a este cambio, que la mayoría que ha posibilitado el cambio es una minoría limitada, pequeña, no es aplastante. Como dice la lehendakari de Navarra, queda mucho por trabajar para que eso implique una cierta sostenibilidad de tiempo y dé lugar para posibilitar transformaciones profundas de la sociedad navarra que está muy necesitada de ello.

¿Se va a mirar con lupa a este nuevo gobierno?

-Se le empezó a mirar con lupa cuando todavía no se había constituido, ha tenido enfrente una enorme cantidad de prejuicios. Pienso que la mayor parte de ellos se han disuelto como una pompa de jabón. Dependerá todo de cómo se haga de bien o de mal y también de la reacción de la derecha navarra que en estos momentos está claramente necesitada de reinventarse.

¿Son buenas o malas las mayorías absolutas en las instituciones?

-Siempre responden a una realidad electoral; por lo tanto, no hay que juzgarlas, hay que tomarlas como vienen. En general, está estudiado empíricamente que los gobiernos de mayoría absoluta toman peores decisiones y resultan más inestables que los gobiernos que necesariamente recurren a pactos.

¿Cómo ve a la sociedad en general?

-La veo haciendo buenas preguntas. Si uno va solo predispuesto con sus soluciones, entiende poco lo que pasa. Hay que hacer buenas preguntas y eso es muy difícil.

¿A quién hay que hacer esas buenas preguntas? ¿Quién las va a contestar o quién puede hacerlo?

-Me parece menos relevante quién las hace. Hace falta más esfuerzo para hacer las preguntas adecuadas que para dar las soluciones correctas. Una buena pregunta es la mitad de la solución.

Hablemos de los partidos emergentes?

-Veo que lo nuevo está envejeciendo muy rápidamente. De la política se ha apoderado la lógica de la moda y hay cambios continuos.

Si lo nuevo envejece, ¿qué pasa con lo viejo de la política?

-Es posible que tenga una segunda oportunidad.

Miremos a las elecciones generales. ¿Cree que el Partido Popular tendría una segunda oportunidad en el Gobierno español?

-No es descartable. Lo que se presenta como novedoso hace aflorar nuevas contradicciones. Si lo viejo hace los deberes y toma las medidas que tiene que tomar, puede recibir una segunda oportunidad.

¿A pesar de los casos de corrupción y otros desmanes políticos que han horrizado e indignado a la ciudadanía?

-No olvidemos que las decisiones de los electores ahora mismo se están jugando entre lo nuevo y la experiencia. Hay gente a la que le da terror lo antiguo y hay gente a la que le aterroriza la falta de experiencia.

¿Son susceptibles y sopechosos los nuevos, los partidos emergentes, de caer en los mismos vicios que han criticado?

-Algunos han caído en esos vicios sin llegar a tocar poder. La política es una actividad muy difícil en la que cualquiera puede incurrir en contradicciones, es un espacio lleno de condicionamientos. Hay que llegar a compromisos; el ideal de pureza, de novedad absoluta y las promesas enseguida caducan.

La política y sus actores no gozan de buena fama. ¿Se juzga de forma injusta?

-Sí. Estamos sobrevalorando la carencia de pasado político como si fuera magnífica. En las primarias republicanas en Estados Unidos, los dos candidatos que van al alza son los que hacen ostentación de su falta de pasado político. Creo que es un fraude.

¿Por qué es un fraude?

-Es bueno que el sistema político se renueve, que entre y salga gente. Pero que entre gente que no tenga una experiencia política, no implica una renovación. La estrategia de entrar en el sistema político para limpiarlo de los políticos es un recurso muy viejo. Lo hizo De Gaulle, duró mucho en el poder; lo hizo Berlusconi, y mucha gente que no dejó nada bueno. Estas acciones no son garantía de éxito. Hay cosas peores que la clase política.

¿Por ejemplo?

-Que alguien irrumpa en el espacio político con una lógica empresarial o mediática.

¿La crítica a la política convencional puede derivar en populismos?

-Puede ser. Pero el término populismo se ha convertido en una descalificación que se aplica a un sector del espectro político y hay populismo en casi todos los campos políticos. Hay populistas de todos los pelajes.

¿Sabemos quién nos gobierna realmente en estos momentos?

-El gran problema que tenemos es que nos hacemos estas preguntas porque tenemos la sospecha de que la política no es el lugar donde se toman las decisiones. El problema que tenemos es la debilidad de la política, no es de excesiva fortaleza. La política no es una realidad poderosa, hoy tenemos una política muy débil frente al poder financiero o el poder de los medios, y también frente a los vaivenes de la sociedad.

Están muy denostados y gustan poco a ciertos sectores sociales los políticos profesionales. ¿Usted está de acuerdo?

-La política requiere un cierto número de personas dedicadas a ella. Me parece que es una falta de sinceridad decir que la profesionalización de la política es la causa de nuestros males.