berlín - Con todos los protocolos de seguridad bajo lupa y todavía con el shock de conocer que fue el copiloto el que estrelló el avión, ayer se supo que Andreas Lubitz rompió una baja médica prescrita para el día en que provocó la catástrofe y le ocultó su enfermedad a la aerolínea Germanwings. La Fiscalía federal de Düsseldorf comunicó que los registros practicados en las dos viviendas que frecuentaba Lubitz han servido para hallar varios documentos que arrojan luz sobre la situación personal del copiloto del vuelo 9525, que se estrelló con 150 personas a bordo cuando cubría la ruta entre Barcelona y Düsseldorf.
“Se aprehendieron documentos médicos que apuntan a una enfermedad y su correspondiente tratamiento médico”, entre ellos “bajas médicas, actuales e incluso vigentes para el día de los hechos, hechas pedazos”, describió la Fiscalía en un comunicado. Los investigadores consideran que el copiloto trató de esta manera de “ocultar su enfermedad a su empleador y su entorno profesional”.
La Fiscalía no dio cuenta de qué tipo de enfermedad aquejaba a Lubitz, de 27 años, aunque varios medios alemanes coincidieron en informar que el copiloto sufría problemas psicológicos.
El Süddeutsche Zeitung aseguró que una de las bajas médicas halladas en los registros había sido emitida por un neurólogo y psiquiatra. Según este medio, Lubitz se había sometido durante bastante tiempo a varios tratamientos psiquiátricos a cargo de distintos médicos, el último de los cuales le había emitido la baja descubierta en pedazos.
grave episodio depresivo El popular rotativo Bild publicó, citando “círculos de Lufthansa”, matriz de Germanwings, que la pausa de seis meses que Lubitz hizo en 2009 durante su formación como piloto se debió a un “grave episodio depresivo” para el que necesitó tratamiento psiquiátrico. Además, según filtraron varios medios, el acta del copiloto en la Oficina Federal de Aviación lleva la abreviatura SIC, propia de quien requiere un “examen médico regular específico”.
La Clínica Universitaria de Düsseldorf confirmó que Lubitz fue atendido en sus instalaciones -la última vez el 10 de marzo-, pero tildó de “incorrecto” que fuera para un tratamiento por depresión y precisó que el joven acudió para contrastar diagnósticos, sin aportar más detalles. También la aerolínea alemana Germanwings aseguró no haber recibido ningún parte de baja que impidiese trabajar a Andreas Lubitz ese día.
Mientras tanto, sigue sin haber evidencias que respalden la hipótesis de una motivación terrorista. En este sentido, la Fiscalía negó que en esos registros se hubiera encontrado una carta de despedida “ni indicios que apunten a un trasfondo político o religioso” que expliquen el comportamiento del copiloto. Por su parte, el portavoz del Ministerio de Interior alemán Johannes Dimroth aseguró que, por el momento, no se ha encontrado tampoco “indicio” alguno de motivación terrorista.
Los especialistas consideran, sin embargo, que el seguimiento debería haber sido más exhaustivo. Ramón Domínguez-Mompell, médico examinador aeronáutico de un centro autorizado por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), afirmó que una persona “con un síndrome mayor de depresión”, como podría ser el caso de Lubitz, debería haber tenido “un tratamiento serio y vigilado por especialistas”.
El médico afirmó que “le resulta difícil creer que el copiloto no tuviera ningún tipo de sintomatología o cambio de actitud detectable”. Además, comentó que la ley contempla que “se pueda enviar a un médico aeronáutico a una persona que no está bien”. Domínguez-Mompell explicó que cuando personal de la tripulación se da de baja, “la compañía aérea no tiene por qué saberlo a priori”, aunque destacó que al regresar a su puesto “lo primero que hacen es que un médico examinador le pregunte cuál ha sido el motivo y si tiene un tratamiento residual”.
demasiadas incógnitas La pregunta continúa siendo por qué lo hizo. “Para el suicida solo existe él”, según el catedrático emérito de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid Francisco Alonso Fernández, quien señaló que la hipótesis de este caso es la de un enfermo depresivo centrado en pensamientos suicidas. “Mató a 149 personas sin pretender hacerlo”, aventuró Alonso.
Similar opinión mantuvo el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), Antonio Cano. “Generalmente el suicida no intenta acabar con 149 vidas más, muchas veces es una persona que no quiere hacer daño, ni siquiera a los que tiene a su alrededor, él solo intenta quitarse de en medio”.
Por su parte, el psiquiatra y profesor de Psicopatología en la Universidad Complutense de Madrid, Javier de las Heras afirmó que muchas veces, cuando alguien está deprimido, “puede no pensar en las consecuencias para otros de sus actos”. “Esa persona puede no considerar el mal que puede provocar a los demás, incluso considerar que la muerte no es tan mala ni para él ni para nadie”, apuntó.
Preguntados los expertos por la relación entre depresión y suicidio, coincidieron en señalar que un cuadro depresivo es el trastorno que más favorece la decisión de acabar con la vida de uno mismo. De las Heras, que quiso dejar claro que no todas las personas depresivas se suicidan, comentó que en un momento dado el suicido tiene un “carácter impulsivo” porque “de repente” ve la oportunidad de poner fin a su vida. Incluso, este copiloto pudo haberse levantado por la mañana sin saber “cómo iba a acabar el día”, sostiene.
En el mismo sentido, Cano subrayó que, además de la depresión, la impulsividad puede favorecer esa tendencia. Alonso matizó que la tendencia suicida se incrementa en las personas jóvenes por tener precisamente un mayor índice de impulsividad e insistió en que el 85 % de las depresiones no tienen relación con el suicidio.