Bienestar físico, emocional, mental y social. Esos son los conceptos que incluye la definición de salud sexual según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “No es solamente la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad”, añade. Para ello, la entidad aboga por que sean “respetados, protegidos y ejercidos a plenitud” los derechos sexuales de todas las personas.
Imanol Álvarez es integrante de Euskal Herriko Gay Askapen Mugimendua (EHGAM), la primera asociación LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) para la libertad sexual de Euskadi. Su historia comenzó en 1977. “Franco había muerto y creímos que había llegado la hora de hacer algo”. Y lo hicieron. Crearon EHGAM y comenzaron a luchar por los derechos sexuales. “Tuvimos que escuchar mucho, en persona y por teléfono”. Pero el tiempo y el esfuerzo han dado sus frutos, tal como atestigua, entre otros, el monumento a los homosexuales de Durango.
Pero además de por ser la primera en Euskadi, EHGAM también destaca por otro aspecto: “Siempre hemos tenido el ámbito lúdico muy presente”, explica Jaime Mendia, otro miembro de la asociación. Entre dichas actividades se encuentran el mes de cine de Basauri, la fiesta del 28 de junio, acampadas, comidas, etc. “Aunque no por ello dejamos de lado otros temas reivindicativos”.
Más en esta última corriente se encuentra el proyecto Miradas Atrevidas, un trabajo de memoria histórica realizado junto con Aldarte que recoge en un libro los testimonios de personas homosexuales de otra época. Pero más que una crítica al pasado, estas recopilaciones también han desvelado un problema muy presente: la soledad de los gays ancianos. “La homofobia en las residencias es impresionante”, denuncia José Ignacio Sánchez, integrante de la asociación.
EHGAM ha sido la semilla de estas reivindicaciones en Euskadi, pero no el final. A raíz de ella han ido surgiendo diferentes asociaciones LGTB, como Bizigay en 2003. “Nuestra vía, más que la lucha social de calle, es la educación formal”, explica Mikel Oribe, integrante de dicha organización. Argumenta que ello se debe a que la sociedad en general es muy ignorante en temas de sexualidad y otras cuestiones sexológicas. “Y eso es lo que nos acarrea problemas sociales y de inclusión en el ámbito sexual”.
Para trabajar este ámbito, Bizigay tiene en marcha Esangura, un proyecto sobre educación sexual que se imparte en más de 20 colegios de Euskadi, la mayoría de Bizkaia. “Con él reducimos a la mitad los posicionamientos extremos según nuestras encuestas”, apunta Mikel. Y además también organizan las jornadas Sex on Trial, cuyo fin es realizar una crítica sexológica. “Nuestro reto es que el conocimiento, la cultura y el debate sexual cale a la gente”.
Problemas en el mundo laboral Otro punto de vista a tener en cuenta sería el de Errespetuz, una asociación formada íntegramente por transexuales. Sarai Montes, además de presidenta de este colectivo, es vocal de la comisión ejecutiva de la FELGTB (Federación Estatal LGTB). “Creamos Errespetuz en 2008 cómo lugar de reunión para poder hablar y compartir experiencias entre nosotros”.
Después de todo, explica que es imposible sentirse realmente escuchado si el que está al otro lado no ha vivido esa condición. “Te atienden, pero no te entienden”. Su mayor reto, en la actualidad, es combatir la discriminación de los hombres y mujeres transexuales en el mundo laboral y, con el fin de sensibilizar a la sociedad, toman parte en el servicio Berdindu del Gobierno Vasco, que atiende a personas LGTB.
En ese mismo proyecto toma parte Aldarte, otra asociación LGTB que surgió en 1994. “Nosotros apostamos por la creación de diferentes grupos de apoyo y referencia”, explica Lala Mujika, integrante de la misma. Conseguir el respeto, esa es la meta que se marca. “La impresión general es que ya tenemos todo conseguido, porque nos comparan con otros países, pero no es así”. Las asociaciones LGTB coinciden en que esto es un trabajo continuo, argumentando que las nuevas generaciones son casi tan machistas, sexistas, homófobas y tránsfobas como las anteriores. “Hay tolerancia, pero no hay respeto”, asevera Lala. Ese es ahora el gran reto.