MADRID. Romero, de 44 años, casada y sin hijos, se infectó mientras atendía al misionero y religioso español Manuel García Viejo, que había sido repatriado desde Sierra Leona y que murió el pasado 25 de septiembre.

Al día siguiente, Romero cogió vacaciones y continuó haciendo "vida normal", hasta que poco después empezó a tener fiebre y sensación de debilidad.

A raíz de esos síntomas, el 29 de septiembre acudió a su médico de cabecera, a quien no reveló que había asistido a un paciente afectado de ébola y que le recetó paracetamol.

Como los síntomas no remitían, Teresa decidió ir al hospital de Alcorcón, en el que ingresó el 6 de octubre y donde se le realizaron dos análisis del virus del ébola, que dieron positivo.

Esa misma tarde la ministra de Sanidad, Ana Mato, compareció en rueda de prensa para confirmar el contagio de Romero, y poco después de la medianoche fue trasladada al Hospital Carlos III, donde también habían sido atendidos los dos religiosos.

Desde el mismo día de su ingreso, Romero fue tratada con plasma de la religiosa Paciencia Melgar, superviviente de la enfermedad.

En el Carlos III fueron también ingresados y aislados el marido de Teresa, Javier Limón -quien hizo un llamamiento desde el hospital para que no sacrificaran a su perro-, un ingeniero español procedente de Nigeria, y dos sanitarias (una auxiliar y una enfermera) que también habían atendido a los misioneros fallecidos.

El día 8, un médico informó de que Teresa Romero había reconocido que pudo tocarse la cara con un guante cuando se retiraba el traje protector, aunque, según los médicos que la atendían, en ese momento se encontraba "confusa".

Por su parte, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, reveló que la auxiliar fue a depilarse a una peluquería después de visitar al médico de cabecera con los primeros síntomas de fiebre.

Precisamente, varias declaraciones de Rodríguez, especialmente unas en las que apuntaba a la responsabilidad de la auxiliar en su contagio y la posibilidad de que hubiera mentido a los médicos, desataron las críticas y las peticiones de dimisión.

Esos días se conocieron otros detalles de las jornadas anteriores al aislamiento de Teresa, entre ellos su asistencia a unas oposiciones de enfermería, el 27 de septiembre, o el hecho de que la ambulancia que la trasladó desde su domicilio al hospital de Alcorcón, continuó después prestando servicio.

El 8 de octubre, además, fue sacrificado el perro de Romero y Limón (de nombre Excálibur), en medio de una campaña en las redes sociales y concentraciones delante de la vivienda de la pareja para intentar salvarle la vida.

Tras las críticas de los sindicatos del personal sanitario a la gestión por parte de las autoridades del Ministerio de Sanidad y de la Comunidad de Madrid, el Gobierno creó el 10 de octubre un comité especial para el seguimiento de la enfermedad.

En una reunión esa misma tarde, Sanidad y los consejeros de las comunidades autónomas acordaron ampliar los protocolos de seguimiento rebajando, por ejemplo, la temperatura a partir de la cual una persona con síntomas debe ingresar de 38,6 a 37,7 grados.

El estado de Teresa empeoró durante la mañana del día 9, aunque tras el fin de semana, los médicos explicaron que se había reducido la carga vírica y que la paciente se encontraba estable dentro de la gravedad.

En este momento, quince personas permanecen ingresadas en observación en el Carlos III de Madrid, aunque irán abandonando el hospital entre hoy y mañana. A otras sesenta y ocho personas se les aplica el protocolo de vigilancia en su domicilio, que consiste, fundamentalmente, en tomarse la temperatura dos veces al día.

Además, cuatro personas consideradas "sospechosas" fueron ingresadas: un misionero de la Orden de San Juan de Dios, un viajero procedente de Nigeria, un cooperante canario que había estado en Sierra Leona y un hombre que usó la misma ambulancia que trasladó a Romero desde su casa al hospital de Alcorcón, pero ninguno de ellos resultó infectado.

El Hospital Carlos III de Madrid acogió en agosto y septiembre pasados a los religiosos infectados por el virus del ébola Miguel Pajares y Manuel García Viejo, repatriados por el Gobierno desde Liberia y Sierra Leona, respectivamente, y que fallecieron pocos días después de su ingreso.

Pajares murió el 12 de agosto y fue la primera víctima europea del virus. García Viejo falleció el 25 de septiembre.