¿Qué visión tiene de la Vitoria actual desde su labor en Cáritas?

-Vitoria es un prisma de cristales distintos y, como dice el refrán, la realidad depende del color del cristal con el que se mire. Para empezar, en Vitoria hay personas que no se han enterado de que la crisis ha llegado, y hay otras que por el contrario están sufriendo muchísimo. No es fácil definir un territorio, pero sí que creo que si algo destacaría en los últimos años es que, al igual que ha crecido la crisis, también ha crecido la solidaridad. Aunque a veces esa solidaridad no la sepamos encauzar bien y nos salga más del corazón o de las tripas que de la cabeza.

¿Así que los vitorianos son más solidarios ahora que en los tiempos de bonanza económica?

-Sí, aunque en lo que a Cáritas respecta Vitoria siempre ha sido una ciudad que ha reaccionado ante las adversidades. Además ésta es una ciudad que ha crecido con una cierta homogeneidad, con una cierta relación entre sus vecinos. No es una ciudad de guetos, o por lo menos aún no lo es, y eso es de agradecer.

¿Perciben más racismo que antes entre los vitorianos?

-Hace poco leía un informe en el que se decía que el perfil de la población más racista en Euskadi era aquel que tenia una ascendencia más española que vasca, una lengua materna más castellano que euskera, una adscripción religiosa más católica que atea, una edad por encima de 65 años y estudios muy primarios. Eso a Vitoria en particular nos da un porcentaje muy grande de riesgo porque ese perfil es abundante.

¿Cree entonces que la convivencia es mala a pie de calle?

-En Vitoria hasta ahora la convivencia ha sido... digamos, suficiente, no quiero decir que no sea mejorable. Ahora bien, corremos el riesgo de intentar buscar un chivo expiatorio en esta crisis en la emigración, aunque aquí también está habiendo cambios de perspectiva, motivada por el asentamiento de una inmigración que lleva ya de diez a quince años en Vitoria procedente sobre todo de Latinoamérica. El problema es que corremos el riesgo de que se quede el núcleo más duro, el mas difícil de enfrentar, que son las personas que se han quedado sin nada en esta crisis, y ahí incluyo sin papeles y sin derechos muy básicos, que ya esta aquí y ha venido para quedarse. Si nosotros no les damos ninguna posibilidad de que se busquen la vida con normalidad, lo van a intentar con anormalidades, que es lógico.

¿Qué le parece el trabajo del Ayuntamiento del PP a nivel social?

-Hay un problema en la política en general y en la política que se hace en Vitoria en particular, y es que el ámbito de lo político se ha convertido en una posición más. Todos los trabajadores intentan lógicamente mantener sus puestos de trabajo, y eso afecta también a las políticas sociales, que son menos valientes de lo que deberían ser y eso trae consecuencias.

¿Qué consecuencias?

-En la política no nos damos cuenta de que una decisión presupuestaria no es una decisión económica, es una decisión social. Determinados recortes pueden cargarse el tejido social, asociativo y cultural alavés. Por eso creo que en política hay un exceso de economicismos a la ahora de tomar las decisiones. Yo en mis tiempos fundé un equipo de rugby y pagamos hasta las porterías, y de eso hace casi 40 años.

¿Qué quiere decir con eso?

-Que ahora parece que si no hay una subvención de por medio no se puede actuar. Eso es una cultura que han creado los políticos, de forma que desde ahí pueden controlar las actividades. Esto para los ciudadanos es más cómodo, porque no tienes que buscar la financiación, sólo aporrear la puerta del político de turno. Y si es de mi partido, o es mi amigo, o es del barrio, mucho más fácil. Eso genera una manera de entender lo social que yo no comparto. Cuando uno tiene una convicción tiene que pelear por ella, y eso te cuesta sudor, trabajo y algún cabreo, pero es mi manera de entender la vida.

¿Cree que polémicas como legislaciones específicas para los bazares chinos, o los locutorios, como acometió el Ayuntamiento, ponen en peligro la normalización de la inmigración en esta ciudad?

-Tenemos que ser conscientes de que igual que religiones hay muchas, también hay muchos partidos con sus ideologías. A mí lo que me sorprende de estas historias es ese afán legislador que tienen los políticos en todo, cuando además se proclaman liberales. Son liberales pero quieren poner orden en esto y no en lo otro. Como dar un vale para comida en lugar de dinero para que no gasten absolutamente nada más que en comida. Ese control contradice la ideología de quienes en estos momentos presiden el Ayuntamiento.

¿Vitoria es muy católica?

-Vitoria ha dejado de ser católica y hoy en día es una ciudad plurireligiosa. Hay iglesias protestantes, iglesias pentecostales, hay una comunidad musulmana fuerte y todo eso está presente en el espacio alavés. A veces no nos damos cuentas de la importancia que tiene lo religioso, y la gente habrá dejado de creer en Dios, pero probablemente nunca se ha comprado tanta Bonoloto como ahora. Así que podemos decir que Dios ha cambiado de sitio (ríe).

Pero no me negará que la religión católica sigue en una posición de privilegio respecto a las demás.

-Institucionalmente la norma no favorece a una iglesia u otra. Aunque otra cosa es que el uso sí que haga distinciones. Pero también ocurre en el ámbito deportivo, donde el Baskonia o el Alavés son los que más se llevan respecto a otros clubs a los que no se favorece. La iglesia católica y Cáritas han puesto 1,1 millones de euros en manos de la sociedad alavesa necesitada en 2013. Dinero propio, porque el Ayuntamiento cobra unos impuestos que luego administra.

A cambio la iglesia no paga el IBI, por ejemplo.

-Tampoco ningún partido político. Eso es un argumento muy populista, que probablemente a cierto sector de la izquierda es la única herramienta que le queda, pero que siempre la sacan a medias porque quienes están exentos del IBI son fundaciones, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos... A partir de ahí podemos contar la historia como nos da la gana.