MADRID. Episodios e incidentes menores que hasta hace unos años apenas pasarían de una noticia breve, abren ahora telediarios y periódicos por el simple hecho de que han sucedido en el Parlamento o dejan en mal lugar a la llamada clase política.
Después de haber sorteado con éxito los sucesivos intentos de "tomar" el Congreso, el presidente de la Cámara Baja, Jesús Posada, ha sufrido este 2013 su particular "annus horribilis", lidiando con todo tipo de "accidentes domésticos" y polémicas del más diverso pelaje en la sede de la soberanía nacional.
Uno de los episodios que ha provocado más ríos de tinta han sido los polémicos gin-tonic a precio reducido de los que han disfrutado durante décadas no solo los diputados, sino también los funcionarios y los periodistas que frecuentan las cafeterías de la Cámara.
Como ocurre en infinidad de centros de trabajo, los comedores del Congreso tienen precios tasados y subvencionados para el menú del día, el café o el pincho de tortilla.
Lo que se entiende peor es que esos precios reducidos alcanzaran también a las copas, a 3,50 euros el gin-tonic , según el pliego de condiciones de la nueva contrata de restauración de la Cámara.
Cualquiera que haya estado en una de esas cafeterías sabe que apenas se toman copas, pero la "resaca" del escándalo mediático de los gin-tonic obligó al Congreso a rectificar y a dejar que sea la propia empresa la que decida lo que cobra por las bebidas de alta graduación.
Pasada la "crisis del gin-tonic", el Congreso cerró sus puertas a cal y canto durante todo el mes de agosto por culpa de las obras de rehabilitación en el hemiciclo, lo que obligó a trasladar al Senado un pleno extraordinario sobre el caso Bárcenas.
Todo parecía en orden en el salón de plenos para la primera sesión de control al Gobierno después del verano, el 11 de septiembre, a pesar de que los operarios seguían trabajando en los tejados del Palacio.
Unos minutos antes de iniciarse el pleno, una tormenta descargó sobre el centro de Madrid. Nada extraordinario en las últimas semanas de verano.
Lo anormal fue la torrencial gotera que inundó la tribuna de prensa del hemiciclo, en una imagen que dio la vuelta al mundo y que obligó al Congreso a abrir una investigación interna para esclarecer cómo era posible que el tejado, recién reparado, hubiera sufrido una filtración de ese calibre.
Pero lo peor llegó al día siguiente, cuando se detectó que en las recientes obras se habían eliminado cinco impactos de bala producidos en el techo del salón durante la intentona golpista del 23F, y eso que se habían dado órdenes taxativas para que no se tocara nada.
Una nueva investigación interna determinó dos meses después y ante el estupor de propios y extraños que además de esos cinco tiros de la tribuna de prensa se habían borrado en años anteriores otros vestigios, aunque al mismo tiempo se habían localizado otros impactos de los que no se tenía constancia. A día de hoy quedan 35 impactos.
A la vista de lo sucedido, Posada decidió "amnistiar" una vieja rejilla de ventilación que lucía los efectos de uno de uno de esos disparos y que había sido retirada del hemiciclo en las últimas obras.
En lugar de acabar en el cubo de la basura, su lógico destino, la rejilla agujereada se exhibe ahora como pieza de museo en una urna de cristal en uno de los pasillos del Palacio, con una leyenda que recuerda el triunfo de la democracia.
Entretanto, la tribuna de invitados del Congreso, a la que puede asistir cualquier ciudadano con cita previa, se convertía este año en un nuevo espacio para la protesta.
Los mujeres de los mineros y los afectados por los desahucios abrieron la veda, a la que después se unieron estafados por las preferentes y, a última hora, activistas del grupo feminista Femen que, a pecho descubierto y voz en grito, protestaron ruidosamente en contra de la reforma de la ley del aborto.
Tampoco fue muy edificante para la imagen del Congreso la escena de docenas de diputados abandonando el hemiciclo a la carrera después de votar en un pleno víspera del puente del 1 de noviembre.
La mayoría de ellos perdían aviones y trenes rumbo a sus circunscripciones, pero el episodio fue objeto de crítica y burla en las redes sociales, siempre ávidas de este tipo de espectáculos.
Jesús Posada, "el maestro yoda", como le llaman con cariño algunos diputados de su grupo, ha aguantado estoico todos los contratiempos y las críticas, aunque "el hombre tranquilo" al final tampoco es de piedra.
En uno de los últimos plenos del año se le escapó un "coño" en la tribuna cuando trataba de imponer el orden entre sus encrespadas señorías. "Estas cosas ocurren", reconoció al día siguiente. Veremos qué cosas le ocurren el año que viene.