Echémonos a temblar. Dieciocho presuntos y presuntas integrantes de ETA, financiadores/financiadoras de la banda y enaltecedores/enaltecedoras del terrorismo andan sueltos/sueltas. Uno imagina que del Ebro para abajo habrá personal que pensará que el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco es un insensato, o un cagueta, que ha deslucido la intrépida redada llevada a cabo por la Benemérita dejando en libertad -más o menos- a dieciocho peligrosos delincuentes, qué digo delincuentes, a dieciocho terroristas.

Basta con leer o escuchar a los comentaristas paladines de la mano dura, aduladores de los cuerpos y fuerzas, enardecidos defensores del Estado de Derecho, las lindezas que dedicaron a los dieciocho de Herrira y sus demandas de escarmiento. Las fuerzas y cuerpos informaron, el juez tragó y la Guardia Civil procedió. Con las primeras luces del amanecer, en operación casi simultánea llevada a cabo en los tres territorios de la CAV y en Nafarroa, con el despliegue de las grandes redadas que hicieron célebres a Garzón, Marlaska o Del Olmo, fueron deteniendo aquí y allá, registrando y requisando, ante el estupor -y el sobresalto- de una ciudadanía casi olvidada de estos siniestros alardes.

Y la montaña parió un ratón. A los tres días, todos a la calle. Un análisis lógico de este disparate deduciría que la operación policial y judicial ha sido una soberana torpeza. A estas alturas, con la renuncia de ETA a su actividad armada, con la representación política de la izquierda abertzale legalizada, con la paz asentada en este país, con una profusión de iniciativas para recuperar la convivencia, la entrada a saco de la Benemérita en detenciones colectivas como en los peores tiempos no podía tener desenlace más ridículo que la puesta en libertad de todos los detenidos. Las declaraciones-justificaciones del ministro de Interior, añadieron torpeza a la torpeza aludiendo a los "tentáculos" detenidos de una ETA que, según dijo él mismo, ya no existe.

Pero no son torpes, no. Aprovechando los ánimos soliviantados de quienes se escandalizaron con el comunicado de ETA para el Gudari Eguna -comunicado de consumo interno en el que al redactor sí que se le fue la mano con más de una torpeza- en caliente se ordenó una operación que en su arbitrariedad podía haber sido ordenada en cualquier otro momento. Pero ese alarde policial-militar no era sólo una respuesta al comunicado altanero de ETA, ni mucho menos. El Gobierno español mira más allá, y sabe que el recurso a la lucha antiterrorista tapa muchas vergüenzas y saca de muchos apuros.

Algún dato tiene la Moncloa de lo que se está acabando de zanjar en Estrasburgo, y en ámbitos jurídicos se da por casi segura la sentencia contraria al recurso interpuesto por el Gobierno español al rechazo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a la denominada Doctrina Parot en julio de 2012. Ello va a suponer como primera consecuencia la puesta en libertad de decenas de presos de ETA, algunos de ellos con delitos muy graves por los que ya han cumplido legalmente su condena.

Al Gobierno de Rajoy se les ponen los pelos como escarpias sólo de pensar la que van a armar algunos colectivos de víctimas, sectores irredentos de la extrema derecha y tertulianos asilvestrados en cuanto vayan saliendo a la calle los "sanguinarios terroristas" que llevan ya hasta treinta años de cárcel. Y eso sólo será el comienzo, porque la derogación de esa arbitraria y vengativa doctrina provocará un goteo de veteranos y legendarios terroristas según vayan cumpliendo sus condenas sin los aditamentos impuestos e ilegales.

Ante esta perspectiva, poniéndose la venda antes de la herida, el Gobierno Rajoy necesita dar sensación de firmeza, de dureza, de persecución implacable de todo lo que se mueva, de cierres e ilegalizaciones de acuerdo a la teoría garzoniana del "todo es ETA". Y son estas operaciones aparatosas, mediáticamente potentes, las que pueden atemperar las airadas reacciones de la caverna. No sería de extrañar, por tanto, que algo parecido a lo sucedido con Herrira pueda repetirse, que carguen las tintas con dureza contra los imputados en el proceso de las Herrikos, que echen mano, por enésima vez, de la política antiterrorista para disimular sus fracasos.

Parece increíble, pero estas artimañas que parecen tan torpes les dan juego en España. Les merece la pena vender humo. Aunque lo de Herrira haya quedado en nada, como lo de Egin, como lo de Egunkaria, como tantas macro operaciones policiales sustanciadas en nada, el antiterrorismo les es rentable.

En los años de plomo era escandaloso afirmar en público que había intereses ocultos que necesitaban a ETA y no deseaban su desaparición. Escandaloso para tanto hipócrita, y quizá delictivo. Algún día -ojalá- la historia comprobará que a cuenta de ETA han prosperado carreras políticas, intereses partidarios y hasta negocios. Que a cuenta de ETA se han ocultado miserias, se han cebado las cloacas de Estado y se han envilecido los principios de la ética política.