Santiago de Compostela. La tragedia se cebó ayer con los viajeros del Alvia que unía Madrid y Ferrol en el día previo a la festividad del patrón de la capital gallega; una Santiago de Compostela a la que se dirigía repleto (con unos 240 pasajeros) el tren que anoche descarriló cobrándose una cifra de víctimas mortales que, al cierre de esta edición, rondaba ya la cuarentena.

El accidente tuvo lugar en torno a las nueve menos veinte de la noche. Entonces, según las primeras hipótesis, el convoy habría encarado una curva cercana a la estación de Santiago a una velocidad excesiva - que ya técnicos de Fomento tildaron de "difícil" en la inauguración del tramo-, lo que habría provocado que todos los vagones fueran saliéndose de la vía y dando vueltas de campana hasta quedar amontonados unos sobre otros, hechos pedazos.

La máquina trasera ardió y un vagón voló sobre un talud a cinco metros. Y el escenario pronto adoptó tintes dantescos, con decenas de heridos -más de 50- y cuerpos cubiertos por mantas, ya sin vida, sembrando la vía.

La noche cayó mientras las autoridades pedían donar sangre y los servicios de emergencia se multiplicaban tratando de acceder al vagón que aún estaba colgado, empotrado contra la pared. Testigo y protagonista del que puede ser el peor accidente de tren de la historia en el Estado español.