Oier Llinás
La ya de por sí candente pertenencia a la Unión Europea tras la independencia, se incrementó varios grados la semana pasada debido al enfrentamiento entre independentistas y unionistas. Edimburgo dio un paso al frente al asegurar que bloquearía el acceso a sus aguas a los pesqueros extranjeros en caso de no poder integrarse en la Unión Europea de forma inmediata. Un escenario que supondría un duro varapalo para los pesqueros vascos que faenan en las aguas del Mar del Norte y el Atlántico Oeste.
Sin embargo, las declaraciones del gobierno escocés fueron la respuesta a las amenazas del ejecutivo británico asegurando que la Unión Europea bloquearía la entrada de Escocia en la Unión. El ministro británico para Europa, el conservador David Lidington dejó claro unos días antes que ciertos países con movimientos independentistas como España o Francia podrían vetar la entrada del futuro estado escocés en la UE. También señaló a los países del este del continente, que verían reducidas sus ayudas a la agricultura con la entrada de un nuevo miembro. Ante estas declaraciones, el gobierno escocés precisó que si el nuevo país no entrara en la Unión los pesqueros de los países miembros no tendrían el derecho a adentrarse en su zona. Fuentes gubernamentales aseguraron que "no esperan que los países actúen pensando en los intereses escoceses sino en los suyos propios. Si no, la consecuencia sería no poder adentrarse en nuestras aguas". Lo cierto es que el debate sobre la pertenencia de Escocia a la UE es un prisma con muchísimas caras en las que intentan reflejarse tanto los favorables como los contrarios a la separación.
En cuanto a la entrada de Escocia en la UE, David Lidington recalcó que el propio presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, había especificado ya que cualquier nuevo país debe ponerse a la cola y seguir el proceso habitual para integrarse en la Unión. Precisamente ahí radica una de las claves principales del debate europeo: Si Escocia debe ser considerado un nuevo país o no. Por un lado, se crearía un nuevo estado en el mundo pero, por el otro lado, tal y como recuerdan los nacionalistas, "Escocia y sus ciudadanos llevan siendo parte de la UE 40 años y eso no cambiaría con la independencia". La cuestión es si tendría sentido tratar como alguien nuevo a un país que ya ha pertenecido al club de los 27.
VETO ESPAÑOL Sea como sea, los unionistas insistieron en que para aceptar a un nuevo miembro la aprobación debe ser unánime por parte de los estados miembro. El ministro británico recalcó que "no son sólo son los estados principales los que deben aceptar el nuevo país sino todos los pertenecientes a la Unión". Por eso, en Londres, los conservadores se apoyan también en la oposición que mostrarían los países que cuentan con movimientos nacionalistas en su propio terreno. Euskadi y Catalunya son los casos que más acuden a la mente de los británicos. De hecho, el vicepresidente del Parlamento Europeo y miembro del Partido Popular, Alejo Vidal Quadras, aseguró que "España y Francia no apoyarían una independencia escocesa" además de calificar de "pura fantasía" el calendario del Edimburgo en el que plantea la independencia en el año 2016. El gobierno escocés salió al paso de las declaraciones del político español con un contundente comunicado en el que dejaba claro que "el futuro de Escocia corresponde a una decisión democrática de su pueblo, no a políticos de otros países". Además, recalcó que "incluso el gobierno de Londres calificó el calendario de realista".
En este sentido, los unionistas británicos esgrimen como arma Kosovo. España, Grecia, Rumanía, Eslovaquia y Chipre son los únicos cinco estados que no reconocen al país balcánico, un hecho que llevó al ministro ara Europa del Gabinete Cameron a alertar de la posibilidad de "veto" que estos países podrían seguir con Escocia. Lidington señaló que el precedente dice que podrían negarse a aceptar el nuevo estado y "dado que el consenso tiene que ser unánime, bloquear la entrada de Escocia en la UE". Lo cierto es, sin embargo, que hay un abismo entre el caso escocés y el kosovar.
NEGOCIACION CON EUROPA En esta línea, los nacionalistas aseguran que en el periodo de transición inmediato al 2014, "Escocia todavía será parte de Reino Unido, Europa por lo tanto, y será durante ese periodo de separación cuando se aborden las negociaciones con la Unión Europea". Porque si algo tienen muy claro los escoceses es que su pertenencia al club de los 27 tendrá condiciones.
Siempre desde la premisa de que Escocia ya forma parte de Europa, Edimburgo señaló que tras la separación se mantendrá la libra esterlina en vez de adoptar el euro, una opción que no quieren contemplar ni en el peor de los escenarios ya que supondría un declive automático de su economía. Para ello, el gobierno escocés señaló a Suecia para afirmar que "hay mecanismos para que un miembro de la UE no se una al Euro". También insisten en seguir siendo parte del tratado Común con Irlanda y el resto de Reino Unido para permitir la libre circulación de sus habitantes por estos países.
El ejecutivo también destacó que, "tras la independencia, Escocia recibirá mil millones de euros más entre el 2014 y el 2020 de los que recibiría dependiendo de Londres". Claro que eso será siempre y cuando los nacionalistas consigan su objetivo y sean considerados por la UE como una vieja nación con una nueva organización administrativa.