la higiene de Vitoria es un tema de debate recurrente. Pasa el tiempo y persiste la sensación de que Gasteiz no es la pulcra ciudad de antaño, de que el nivel de aseo sigue siendo mejorable, de que la ducha se concentra demasiado en el ombligo y desatiende a las extremidades. Y eso que el contrato con FCC, que expira el año que viene, es el más caro de cuantos tiene firmados el Ayuntamiento: 25 millones de euros se deja al año en pagar a la empresa de las hermanas Koplowitz para barrer, fregar y recoger residuos. En la calle, son mayoría los ciudadanos que creen que la otrora Green Capital debería de esforzarse más por mantenerse limpia, pero todos coinciden en que la culpa de la descuidada imagen de los barrios no es exclusiva de FCC ni del Consistorio, sino también del incivismo de los contribuyentes.

"La limpieza es cosa de todos", afirman las personas entrevistadas por DNA, entonando un mea culpa que seguramente sería difícil escuchar en otras ciudades. Es lo que tiene la sensibilidad de los vecinos de Vitoria, la misma que ayudó a convertir la ciudad en un referente medioambiental en Europa. Los gasteiztarras son conscientes de la importancia de las conductas de la población y les repulsa que unos cuantos manchen Gasteiz por todos. Aun así, no dejan de ser exigentes con los responsables de pagar y prestar el servicio de limpieza. Quienes todos los días se patean Vitoria de arriba abajo presienten que o faltan recursos físicos y humanos para llegar a una ciudad en continua expansión o falla la organización del servicio. De otro modo no se explican que la Green Capital haya bajado varias posiciones en esas estadísticas estatales que tan bien la situaban hace años, llegando a estar ya por detrás de Bilbao.

En la calle Santa Isabel, "no se ven las máquinas pasar todos los días, por supuesto que no", sostiene Victoria. Ella es de las que entiende que el centro de una ciudad pueda estar más atendida que los barrios, ya que es su zona noble y el polo turístico, pero considera que existe demasiada desproporción en Gasteiz. No puede ser que el excremento canino que se encuentra al salir del portal "permanezca allí durante días, porque eso significa que ni pasa por allí el barrendero, ni la manguera ni nada". Y ése es, para ella, el pan de todos los días. Una combinación de escasa atención por parte de FCC con la mala educación de ciertas personas. "La gente puede ser muy guarrilla", lamenta esta vecina, "y atajar eso es casi más importante que reforzar el actual servicio".

Esas conductas incívicas también dejan rastro en el parque del Norte. Bien lo sabe Enrique, que vive a las orillas. A los desechos caninos de los desaprensivos se suman, sobre todo los fines de semana, bolsas y restos de botellón. Y, para colmo, es difícil que desaparezcan en 24 horas. Dado lo millonario del contrato con FCC, este vecino sospecha que el problema de que barrios como el suyo no estén todo lo limpios que debieran responde más que a una falta de recursos "a una mala organización". No obstante, ahora que está prejubilado y que alterna vivir aquí y en su retiro dorado es capaz de valorar el nivel de aseo de Vitoria en comparación con otras ciudades del Estado. "A pesar de que haya aspectos que mejorar, sobre todo más allá del centro, en general está limpia", opina.

Alfredo, otro veterano gasteiztarra, tiene claro que "dependiendo de la zona" se puede concluir que la ciudad "está limpia o sucia". Él vive en Coronación, una zona con bastantes carencias, entre las que se encuentra la de la higiene. Un problema que ha percibido también en otros distritos de la ciudad, más allá del centro, y que seguramente se puede atribuir a la suma de distintos factores, tanto las deficiencias del servicio de FCC, con sus vehículos antiguos y los conflictos laborales con los trabajadores, como la falta de inversiones prometidas en todos estos años y, puede que por encima de los otros problemas, la dejadez de algunos ciudadanos. Según dice, "aunque los barrios estén mucho más desatendidos que el centro, si todos pusiéramos de nuestra parte seguramente esa diferencia no se notaría tanto".

Quienes residen en los nuevos barrios, sobre todo en los sectores aún sin consolidar, han tenido que soportar durante mucho tiempo una suciedad impropia de la Vitoria que presume de verde. "Hemos estado sin contenedores, sin ver pasar a un solo barrendero, con parcelas llenas de suciedad y muy dejadas...", enumera Ainara. No obstante, esta joven reconoce que con la reorganización del servicio en 2009 y, sobre todo, con el plan para asear solares vacíos puesto en marcha hace muy pocos meses "se ha mejorado bastante". Sus padres así se lo dicen cada vez que van a visitarle a casa, aunque ese avance le resulta "poca cosa" cuando llega al centro. "Hay veces", apostilla, "que incluso me pregunto si no es excesiva la cobertura en las calles del Ensanche". A lo largo de una mañana, ha llegado a ver cómo regaban la Plaza Nueva "varias veces". Y eso que estaba impoluta.

Natalia reside en El Pilar desde hace diez años, cuando heredó la casa de su abuela. Antes, vivía en General Álava. Y con la mudanza se dio cuenta de que "aquí sólo preocupa lo que ven los turistas, el escaparate". Habitualmente envía mensajes al buzón ciudadano de la página web municipal, porque de otra forma no vería su calle en condiciones decentes. "Hay gente muy sucia, que pasa el día a las afueras de los bares, llenando todo de cáscaras de pipas, de las cacas de sus perros, que por cierto van sueltos, de colillas... Y pasan los días y toda esa basura sigue ahí", sostiene la joven, por lo que duda muy mucho de que "haya un servicio regular en los barrios", que es lo que "siempre" le contestan desde el Ayuntamiento.

Ella tiene claro que la Administración debería de tener más mano dura, tanto para controlar que el contrato de FCC se está cumpliendo en todos sus términos como para castigar a quienes manchan. Pero, frente a la exigencia, cree que prima la laxitud. Una sensación que también tiene Eugenio cuando sube al Casco Viejo. Desde que se estrenó la recogida neumática, la primera experiencia de ese tipo en la ciudad, es habitual que las bolsas se amontonen a los pies de los buzones, sin que se hayan llegado a cumplir las promesas de control por parte del Ayuntamiento. "La gente llega y los deja ahí, y ahí se quedan todo el día. Es algo que no se debería de permitir", critica este veterano, que por lo demás no está especialmente descontento con el servicio de limpieza. "Hace años la ciudad estaba mejor, pero en general la veo bastante bien", opina Al menos en su barrio, Abetxuko, nunca ha tenido quejas. Y ahora que vive en la calle Francia, tampoco cree que haya motivos realmente importantes para lamentarse.

Quien sí los tiene es Jorge, vecino de Aranbizkarra. "Ya no es sólo que las calles estén limpias como mucho dos días por semana, sino que se ven ratas continuamente", se queja. El de los roedores es un lamento que lleva tiempo oyéndose en su zona, por culpa de unos arbustos que crecieron su aire sin que el Ayuntamiento pusiera remedio. "Y no creo que sea muy normal", prosigue, "que haya bichos así por las calles". También Natalia, la joven de El Pilar, suele verlas los sábados por la noche cuando regresa a casa tras unas horas de fiesta. "Menudos sustos que me he pegado. Pero claro, ¿cómo no van a salir si las zonas de los contenedores están llenas de desechos?", dice.

Más condescendiente es Adolfo. "Aunque el servicio sea mejorable, yo la ciudad la veo limpia", considera este jubilado, para quien probablemente algunas de las quejas tengan más que ver con la actitud excesivamente crítica de los contribuyentes que con la realidad. No obstante, él vive en las costuras del Casco Viejo, en la calle Santiago, y no es habitual que se traslade a otras zonas de la ciudad, por lo que quizá ese céntrico escenario por el que se mueve ayude a que, a diferencia de otros consultados, tenga una impresión positiva, sin matices, del grado de aseo de Gasteiz. La que sí pone peros es Beatriz, para quien la ciudadanía "tiene que exigir porque para eso paga". Ella vive en San Martín, junto a las pistas de skate, y está harta "de cómo dejan todo los chavales y de que el Ayuntamiento pase".

El contrato de FCC finalizará en un año. Si no se prorroga por otros dos, una posibilidad contemplada en el acuerdo, y resultara ganadora otra empresa tras el concurso habrá tiempo para descubrir -por el método de comparación- si fue una decisión acertada o no la de otorgar a esta empresa el aseo de la ciudad. Hay quienes siguen añorando a Cespa, y hay quienes creen que el Ayuntamiento debería de gestionar directamente la contrata para mejorar el servicio y ahorrar unos cuantos euros. La segunda opción respondería bien al "hacer más con menos" del alcalde y permitiría despejar dudas sobre esa sospechosa complicidad que parece tener FCC con las administraciones públicas. Mientras tanto, los gasteiztarras seguirán calificando el servicio con un contundente "necesita mejorar", nota más que insuficiente para la ciudad que un año fue Green Capital.