Múnich. Irán e Israel están aprovechando la guerra civil siria para exhibir músculo y amenazarse mutuamente, en una especie de partida de ajedrez en la que está en juego la seguridad y estabilidad de Oriente Medio y que ha vuelto a verse este fin de semana en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Las amenazas de Irán a Israel -un clásico en la política exterior de Teherán, firme aliado del régimen del presidente sirio, Bachar Al Asad- y la ambigüedad en el desarrollo de su programa nuclear han tenido como contrapartida las nunca ocultadas intenciones israelíes de ejecutar un ataque preventivo contra territorio iraní para neutralizar sus instalaciones atómicas.
Los observadores subrayan que, de producirse, dicho ataque tendría un valor más propagandístico que efectivo, pues es casi seguro que no dañaría la mayoría de las instalaciones nucleares de Irán, sino que, como mucho, afectaría superficialmente a unas cuantas. Sería un audaz aldabonazo, pero de escasa efectividad. Desde luego, la respuesta iraní no tardaría en producirse y tendría una doble vertiente: directa, que consistiría en un eventual ataque iraní con misiles contra territorio de Israel; e indirecta (mucho más eficaz y peligrosa por su capacidad de ser sostenible durante un largo periodo), mediante la reactivación de los ataques de la milicia chií libanesa Hizbulá.
Entretanto, ambos países han elegido Siria como un tercer escenario en el que, de momento de manera interpuesta, dirimir su litigio. El pasado miércoles Israel lanzó un ataque aéreo -ni confirmado ni desmentido oficialmente- contra una fábrica de armas en territorio sirio y un convoy que aparentemente transportaba armamento al Líbano destinado a Hizbulá. Se puede considerar que tal operación iba mucho más allá y suponía un aviso claro de Israel a Irán y al tiempo una especie de banco de pruebas para la fuerza aérea israelí, caso de que ejecute una operación a gran escala contra territorio iraní.
Israel tiene muy claras sus líneas maestras geoestratégicas, que van a afianzarse con la renovación de la confianza del electorado al primer ministro, Benjamín Netanyahu, en los comicios del 22 de enero. Dichos planteamientos los ha manifestado una vez más el titular israelí de Defensa, Ehud Barak, quien durante su participación en la Conferencia de Seguridad de Múnich dijo que Irán y Hizbulá "pagarán el precio" por su apoyo a Al Asad pese a las matanzas de civiles cometidas por su ejército. Según el ministro, el programa nuclear iraní no es para otra cosa que para "construir armas nucleares", refiriéndose a los datos aportados por los informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
Por su parte, el comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución de Irán, general Mohamad Ali Yafari, consideró que la "resistencia y las represalias son el único camino" para enfrentarse a Israel, tras el ataque de la fuerza aérea de este país a Siria.
desestabilización Asimismo, Al Asad afirma que esta agresión "muestra el verdadero papel de Israel, que coopera con fuerzas extranjeras enemigas y elementos sobre el territorio sirio para desestabilizar y debilitar Siria". Al Asad hizo esta declaración durante una reunión en Damasco con el secretario del Consejo Superior iraní de Seguridad Nacional, Said Jalili, quien, por su parte, insistió en la coordinación entre Teherán y Damasco para hacer frente a los "complots y proyectos extranjeros que tienen el objetivo de desestabilizar la seguridad en la región".
Mientras, en el foro de defensa celebrado en Múnich, el ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Salehi, valoró ayer la disposición a negociar con el régimen sirio de la oposición interna, tras reunirse con el líder opositor, Ahmed Muaz Al Jatib. La evolución del contencioso iraní, e incluso la posibilidad de que Israel ejecute un ataque contra Irán debería de contar con la autorización (cuando menos tácita) de Estados Unidos, que hasta ahora no se ha mostrado muy entusiasta con tales planes, si bien siempre ha subrayado que todas las opciones "están sobre la mesa". Es cierto que en la reunión de Múnich EE.UU. e Irán han mostrado cierta disposición teórica a volver a la mesa de negociación -incluso de forma directa- para abordar el programa atómico de Teherán, pero de seguido ambas partes han recelado abiertamente de la voluntad del otro.
El vicepresidente estadounidense, Joe Biden, exigió a Teherán una disposición "real" al diálogo y advirtió de que, si las autoridades iraníes no acceden, la respuesta internacional será "más presión".