Vitoria. Araba tiene muchas cosas: Celedón, la patata, el Alavés, el Caja Laboral-Baskonia, un vino que quita las penas con mucha elegancia, las salinas de Añana, el santuario de Estibalitz, calidad de vida... y un olfato descomunal para la política. El territorio desbroza las claves de cualquier elección con precisión casi matemática. En las elecciones al Congreso español, el partido que gana en Araba gana La Moncloa. Matemático. Y en las elecciones autonómicas, la fuerza que se lleva el triunfo o que más incrementa su porcentaje de votos acaba en Ajuria Enea (si no media pacto por medio, claro). Casi matemático. Desde 1990 solo interceden dos excepciones: 1998, cuando el PP superó por 9.500 votos al PNV, y 2009, cuando el PSE obtuvo 1.500 votos más que los nacionalistas. "Araba intuye muy bien el momento", resume un sociólogo.

Hasta hace unos días, las encuestas otorgaban esa posición de privilegio al PNV. Curiosa evolución la de los jeltzales, que pasarían de ser la cuarta fuerza en el territorio en las elecciones al Congreso del pasado año a ser la primera. Sin embargo, los últimos sondeos indican que EH Bildu pisa los talones a la formación que preside Iñigo Urkullu, especialmente en suelo alavés. La experiencia enseña que los escaños pasan de un partido a otro por muy pocos votos de diferencia. Aquí, como en el fútbol, con uno más que el adversario ya vale. Ahora mismo, si los alaveses no lo cambian con su voto, la tendencia es que la próxima lehendakari sea Laura Mintegi. La veleta alavesa indica que los vientos electorales soplan por ahí. El domingo, la urna dirá.

"Escuchar" La crisis aprieta en toda Euskadi, pero dicen quienes conocen bien los tres territorios de la CAV que se está ensañando con Araba. La crisis genera preocupación, incertidumbre e impotencia. Hay que echarle valor -o precisamente es en situaciones así cuando se distingue el grano de la paja- para llamar a una persona y decirle: "Hola, muy buenas, mire le llamo del PNV, ¿podemos hacer algo por usted?". Hasta media tarde de ayer, 250 voluntarios de la formación nacionalista habían telefoneado a más de 40.000 alaveses para escucharles. Call center, que dice Obama. Nadie les ha pedido el voto. Solo les han escuchado -¿solo?- y, al que quería, comentado cuáles son las principales apuestas de Urkullu para salir de la crisis y para el territorio alavés. Nada de alta política; política de acera, de tú a tú. Que el Hospital de Santiago vuelva a ser lo que fue y que se mantenga como una de las referencias para los alaveses, que Foronda abra las 24 horas del día y que se aproveche, por ejemplo, para tareas de mantenimiento de aviones, algo que crearía puestos de trabajo. Cosas así. Cosas que la gente entiende porque las sufre. Y al otro lado del teléfono, según cuentan, mucho respeto y muy pocas malas contestaciones. Anécdotas, eso sí, como para llenar un contenedor y mandárselas a alguien que requiera una dosis de risas, tan escasas en estos tiempos. Ese testigo de Jehová que contesta que no piensa votar porque solo cree en el reino de Dios; o esa monja que asegura al voluntario que está convencida de que va a ganar el PNV, pero que, por si acaso, va a rezar para que así sea; o esa ama de casa que contesta con la lógica aplastante que solo tienen las cosas del hogar, dulce hogar:

-Me va a perdonar, pero los hombres no están en casa y yo de estas cosas no hablo.

-¿Y cuándo vuelven los hombres?

-Ya sabe, cuando les da la gana.

Anécdotas reales de un territorio que desde los tiempos de José Ángel Cuerda o Fernando Buesa carece de un líder político al que seguir. La desafección de los alaveses a sus actuales mandatarios populares podría servir para explicar la vuelta del PNV a la primera posición de las preferencias. Tanto De Andrés como Maroto firman una gestión gris, acotada por la falta de recursos, según observadores y vecinos consultados. El excepcional equipo de comunicación de Maroto consigue algo más de brillo y presencia para su gallo, aunque insuficiente para distanciarse del ogro Rajoy, de los recortes del PP. "Van a lo suyo, a intentar meter el miedo en el cuerpo porque vienen los malos", opina un autónomo de Gasteiz al que DEIA pide una foto del territorio y la capital sacada desde la calle. En EH Bildu no les hace falta un líder. Lo suyo es otro estilo, otra filosofía. "No sé si la gente oye la radio o lee periódicos y saben qué pasa donde gobiernan", censura. El PSE, roto por las afiladas pugnas internas, parece incapaz de ofrecer una alternativa. "Se saben perdedores y no pueden disimularlo", describe el joven consultado. ¿Y el PNV? "Parece que han cambiado y que han aprendido de sus errores. Parece".

Hayan aprendido o no, hay un dato que sí refleja su interés por el territorio. Iñigo Urkullu ha visitado Araba diecisiete de los últimos cuarenta días. Prácticamente uno de cada dos. A soplar la veleta.

Una gestión marcada por las estrecheces y su cercanía al 'ogro' Rajoy han mermado el crédito de De Andrés y Maroto