Bilbao. La urna de estas elecciones encierra una certeza y una duda, según la masa. La masa alude a ese concepto poco científico que engloba a la gente normal a la que uno escucha, un tendero, un conductor de autobús, la panadera, Jesús el del taller de bicis, y cuya suma de opiniones se toma como una termómetro casero de lo que piensa y siente la calle. La gran mayoría de la gente (de la gente a la que uno escucha) tiene la certeza de que Iñigo Urkullu será el próximo lehendakari y la gran duda de con quién pactará para gobernar. El pueblo da por hecho que el PNV no conseguirá mayoría absoluta, algo impensable según todos los sondeos, y que tampoco se atreverá a gobernar en minoría. El cliente siempre tiene la razón, pero el dicho no dice nada del pueblo y de sus vaticinios electorales.

A partir de aquí, el abanico de posibilidades ofrece unas cuantas. Pactar con Patxi López echa para atrás a muchos votantes jeltzales. Al personal le cuesta olvidar, y la pintura está aún fresca, con el cartel de recién pintado. De negro. Los mismos que dicen que con el PSE no, zanjan que con el PP tampoco. Que ni locos. Que esos son los de Mariano manostijeras y quienes pusieron a López en Ajuria Enea. Y con EH Bildu, el rival en estas urnas, se gana o se pierde, pero no se empata. Resulta complicado llegar a un acuerdo íntimo con quien anhela el espacio propio, o que entiende como propio. En Sabin Etxea no lo ven, vamos. Ante estas opciones, la disyuntiva pasa por no pactar con nadie y pasar las de Caín o pactar con todos. Algo, esto último, que es posible aunque se antoje imposible y que podría bautizarse, en honor a ese célebre sucedido que mantiene vivo la tradición oral, como el pacto del dentista. Sí hombre, ese gixajo que acude al dentista temblando de miedo, le llega su turno, se sienta en la butaca, siente el calor del foco de luz, empieza a verlo todo blanco, como si fueran las puertas del cielo, y de repente le agarra de la entrepierna al dentista y le dice: “¿A que no vamos a hacernos daño?”.

Esa metáfora sirve para el país. Bildu gobierna la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia. El PP ostenta el poder en la Diputación de Araba y el Consistorio de Gasteiz. Y el PNV gobierna la Diputación de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. Y si los pronósticos se cumplen y los vascos le votan, el Gobierno Vasco. Todos comparten parecidas necesidades: presupuestos que aprobar, retos que impulsar, partidas por invertir, necesidad de respaldo… ¿A que no vamos a hacernos daño? ¿A que si tú me apoyas en Gipuzkoa, yo te apoyo en Bizkaia? ¿Y si tú me respaldas en Araba, yo te la devuelvo en Bizkaia? Los zirris entre Gipuzkoa y Araba parecen más complicado, pero no sería la primera vez que Bildu y PP pactan algo. Que no gobierne ninguna institución implicada no parece obstáculo insalvable para que el PSE se sume a este hipotético pacto, aunque oído lo que dicen sus dirigentes, parece que no están en esa clave.

el ejemplo de 2009 Descrito con más seriedad, esa posible entente sería algo similar al acuerdo de estabilidad institucional que rubricaron PNV, PSE y H1! en noviembre de 2009. Aquel pacto se justificó como algo necesario para afrontar la crisis económica. La formación de Urkullu, la que llevó la iniciativa en la materia, la justificaba así: “Euskadi necesita de un gran acuerdo que no solo dé estabilidad a las instituciones, sino también sosiego a los actores económicos y sociales y ampare las inquietudes de miles de personas temerosas de perder la calidad de vida y el bienestar que hasta ahora habían conquistado”. Resulta peligroso y aventurado inmiscuirse en casa ajena, pero da la impresión de que un párrafo así lo firmaría cualquiera. “Para afrontar la recuperación económica es imprescindible contar con unas instituciones fuertes y con unos presupuestos adecuados para permitir a las instituciones vascas hacer un esfuerzo inversor que reactive la economía, cree empleo y que redunde en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas de este país y de su tejido económico”. Y con este, que también figura en dicho papel, tres cuartos de lo mismo. “Este gran acuerdo institucional debe servir para aunar los esfuerzos de ayuntamientos, diputaciones y Gobierno Vasco para salir de la crisis y debe servir para afianzar la confianza de los ciudadanos y de todo el tejido productivo vasco”. Noviembre de 2009. PNV, PSE y H1! abordaron en ese compromiso la fiscalidad, el endeudamiento, los servicios sociales, los sueldos de los funcionarios y los presupuestos.

Quizá suene a cuento infantil, pero sería una manera de que Euskadi estuviera gobernada entre todos. De que todos se sintieran parte de la solución. De que, por fin, tal como demandan muchos ciudadanos, todos los partidos remaran en la misma dirección: con la proa hacia la solución, hacia la salida de la crisis, hacia la esperanza. ¿Qué sentido tiene hacerse daño? Que se lo pregunten al dentista.