París. La primera ducha fría para el nuevo presidente francés no se hizo esperar. Menos de una hora y media después de que asumiera el poder, François Hollande se enfrentó ayer al mediodía a un diluvio. Justo cuando iba a viajar por la lujosa avenida Champs-Élysées en un coche descapotable, uno de los puntos culminantes de su asunción. Empapado, Hollande colocó luego una corona en el monumento del soldado desconocido. Nadie llevaba paraguas. ¿Fallo en la organización o la intención de demostrar que Hollande resiste incluso en las condiciones más adversas? No queda claro. Probablemente el paraguas faltante sea una de las señales por las que tanto apuesta el nuevo presidente francés. Durante la campaña, incluso desde sus filas de izquierda fue tildado en parte de "débil" y de "capitán de barco a pedal". Es decir, como un hombre no indicado para hacer frente a los tormentosos tiempos de crisis.
Los agoreros del pasado se quedaron sin embargo mudos. Sobre todo Nicolas Sarkozy. Ya absuelto, pero con la mirada cansada, el conservador recibió poco después de las diez de la mañana a su contrincante para el traspaso de poder. El sol salió. Sarkozy brindó un último saludo como presidente saliente y luego se reunió durante 30 minutos con Hollande en un salón del Palacio del Elíseo totalmente insonorizado. Lo que Sarkozy dijo allí como su "testamento político" probablemente quede en secreto hasta el fin de los tiempos.
Lo único seguro es que, en esos minutos, Sarkozy pasó a Hollande el código para activar las armas atómicas, un boleto de entrada al club de los hombres más poderosos del mundo. Con alrededor de 300 cabezas nucleares, Francia es la tercera mayor potencia atómica del mundo, más allá de que económicamente esté perdiendo cada vez más peso. Cuando Sarkozy abandonó el palacio tras la conversación con Hollande, parecía incluso algo aliviado. Su esposa, Carla Bruni, estaba resplandeciente. La ex modelo y cantante dejó en claro varias veces en el pasado que no deseaba especialmente otro periodo como primera dama. Además, el año pasado nació la primera hija de Bruni y Sarkozy, Giulia.
Sin mirar atrás y de la mano, la pareja recorrió la alfombra roja hacia una limusina azul oscuro. Por lo pronto se irán de vacaciones y luego iniciarán una nueva vida.
Los empleados del Palacio del Elíseo aplaudieron. Frente al Palacio se habían reunido cientos de jóvenes seguidores de Sarkozy que exclamaron: "Merci Nicolas".
Objetivo: ser distinto a Sarkozy Hollande, por su parte, dio otras señales. Según dijo, quiere ser "muy distinto" al hiperactivo Sarkozy, darle más poder al primer ministro y entrar en los libros de historia como un "presidente normal". Ninguno de sus cuatro hijos ni ninguno de los tres hijos de su pareja, Valérie Trierweiler, estuvieron presentes cuando, al asumir, fue honrado con la mayor orden de la república, la Gran Cruz de la Legión de Honor. "Cercano al pueblo" puede tener distintas interpretaciones, según dijo una periodista de radio poco después en su programa y recordó que Sarkozy llevó a todo su clan a su asunción.
Sombrío como más tarde el clima fue el primer discurso del nuevo presidente. "Evalúo hoy el peso de los problemas a los que se enfrenta nuestro país" -dijo pocas horas antes de realizar su primer viaje al exterior como presidente a Alemania- "un endeudamiento masivo, un crecimiento débil, una alta tasa de desempleo, una competitividad reducida y una Europa a la que le cuesta salir de la crisis".
Cuán difícil le resultará a Hollande entrar en la historia francesa como un presidente normal quedó claro en las majestuosas imágenes de los Campos Elíseos, cerrados para la ocasión. El protocolo para la toma de posesión preveía el paseo del presidente en coche descapotable por el Arco del Triunfo. Por todos lados ondeaban banderas francesas, una escuadrilla de jinetes acompañó el coche presidencial. Son imágenes que recuerdan a una monarquía. Más allá de la lluvia y la ausencia de paraguas.
La lluvia acompañó a Hollande en su viaje a Alemania, donde se había citado con Angela Merkel. La canciller tuvo que esperar más de lo previsto debido a que el avión, en el que el presidente francés, viajaba a Berlín, tuvo que regresar a París tras ser alcanzado por un rayo en pleno vuelo. El aparato, un Falcon de la Presidencia francesa, aterrizó en el mismo aeródromo del que había despegado minutos antes y Hollande pudo partir con destino a la capital germana en otro avión.
El avión se vio afectado por el rayo unos minutos después del despegue del aeródromo de Villacoublay, a las afueras de París, por lo que el comandante del mismo decidió regresar para proceder a verificaciones técnicas.
Rápido como el rayo, Hollande nombraba a su primer ministro. Designó a Jean-Marc Ayrault, hasta ahora presidente del grupo parlamentario socialista en la Asamblea Nacional, como sustituto del conservador François Fillon.
El nuevo primer ministro, que tomará posesión del cargo hoy a las 10.00 horas (08.00 GMT), indicó que su deber será "recuperar a Francia con justicia y apoyándose en sus propias fuerzas". Ayrault figuraba como el favorito para ocupar este puesto junto con la líder del Partido Socialista, Martine Aubry.
El anhelado cara a cara A su llegada a Berlín, la paciente canciller alemana, Angela Merkel, recibió -una hora y media más tarde de lo previsto, al nuevo presidente francés con honores militares a su llegada a la Cancillería Federal, para iniciar poco después su primer encuentro bilateral.
El político socialista llegó a la capital alemana en su primera visita exterior pocas horas después de ser investido como séptimo jefe del Estado de la V República francesa.
Merkel y Hollande tuvieron un primer intercambio de impresiones y después comparecieron juntos ante la prensa para seguidamente celebrar una cena de trabajo antes del retorno a París del presidente.
Tanto la canciller como su portavoz, Steffen Seibert, quisieron dejar claro que la cita tenía como finalidad fundamental conocerse, toda vez que nunca hasta ahora se habían encontrado personalmente, aunque es seguro que abordaron la crisis de la zona euro.
Seibert subrayó la víspera de la llegada del socialista que no se trataba de "una cumbre de decisiones, sino un primer encuentro para conocerse", si bien la cita fue preparada minuciosamente por ambas partes desde el triunfo electoral de Hollande en las presidenciales galas.