Sol no sabe cómo seguir brillando. Cómo seguir emanando el calor de la reivindicación en pos de un sistema político y económico mejor y más humano. Los activistas que durante las últimas semana han enarbolado la Puerta del Sol como una conquista y un símbolo de su lucha, están planteándose continuar su labor en otros foros, de otra manera. La acampada en la céntrica plaza madrileña comienza a ser insostenible. Un turista extranjero despistado se acercaba a un voluntario de la Comisión de Alimentación para preguntar hasta cuando estarán acampados. "Hasta que consigamos algo", le respondió el joven. Pero lo cierto es que, de momento, no hay más conquista que la de remover conciencias ciudadanas -que no es poco- y la situación urge a tomar decisiones.

Esta semana ha constituido un auténtico tira y afloja entre los acampados. En las últimas asambleas generales de Sol, los indignados consensuaron lo que denominan "una reestructuración" de la acampada que posibilite solucionar los problemas que surgen en el día a día. Pero de momento no acaban de llegar a un acuerdo sobre cómo y cuándo llevarla a cabo. Una buena parte de los indignados plantean la posibilidad de no seguir adelante con la acampada, apostando por llevar adelante el movimiento, pero librando la plaza antes de que les desalojen o les flaqueen las fuerzas. Así, abogarían por un cambio del formato del campamento, que supondría levantar las tiendas, despejar la zona y recurrir a módulos permanentes desde donde trabajarían las comisiones más relevantes y que ejerciera de punto de información. Pero de momento todo está en el aire. La naturaleza asamblearia del movimiento, donde todo el mundo puede tomar la palabra y formar parte de las decisiones, ralentiza de manera tremenda cualquier paso. Y el núcleo duro que aboga por no moverse de Sol impide la evolución.

En cualquier caso, la mayoría de los indignados de Sol saben que hay que tomar decisiones sobre su continuidad. Máxime cuando el propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, advirtió el pasado miércoles a los acampados de que no podrán quedarse mucho tiempo allí. De momento, la policía no ha intervenido en esta plaza, y Rubalcaba reiteró que la actuación de las fuerzas de seguridad será "proporcionada" e "inteligente", pero el riesgo de desalojo está ahí. Cada vez más cerca. Y es que, el Ayuntamiento de Madrid y el gobierno regional han instado al ministerio del Interior a actuar.

Julio Teruel, es un madrileño de 29 años y periodista en paro que arrima el hombro en la biblioteca del campamento. Julio está convencido de que la acampada debería de desaparecer "cuanto antes mejor". "Debería de dar paso a una descentralización del movimiento, bien en las asambleas de barrio, bien en otras ciudades, seguir con acciones más o menos puntuales...", afirma. "Pero quedarnos en Sol creo que tiene cada vez menos sentido", zanja. Mónica Reina, una pedagoga en paro con un extenso currículum y que forma parte de las comisiones de Respeto y de Infantil, se pronuncia en el mismo sentido. "La evolución va a ser el traslado a los barrios. Sol es como un símbolo material", añade. En cambio, Javier Enciner, de 51 años, que está integrado en la Comisión de Alimentación a firma que él aboga por mantener el campamento. "El problema es que se ha adherido gente que lo único que hace es entorpecer la causa y no llevarla al puerto que creo que debemos de ir", afirma este profesional de la hostelería en paro.

La cuestión es que poco a poco van surgiendo voces críticas con los acampados. Como comerciantes de la zona, que comienzan a presionar reuniéndose con la delegada del Gobierno en Madrid para que se tomen cartas en el asunto, alegando pérdidas en las ventas. El responsable de una tienda de regalos de la aledaña calle del Carmen, afirmaba que objetivamente sus ventas han bajado. "Muchas clientas habituales, que son señoras, con más edad, ahora no quieren bajar al centro, y eso lo notamos", afirma. Asegura que "el efecto Spanish revolution no ayuda a que acuda turismo", aunque quiere dejar claro que eso no quita a que socialmente haya sido algo "maravilloso".

La responsable de una heladería y pizzería de Sol afirma que sí han notado que las ventas han descendido entre un 20 y un 30%. "Al principio sí vendíamos más, porque venían muchos curiosos", asegura. Pero ahora afirma que la cosa ha cambiado y apunta como razón al hecho de que la propia acampada tenga puntos de distribución de alimentos.

Mariana, una de las portavoces de los indignados de Sol, apuntaba a que "lo de las quejas de los comerciantes es algo muy subjetivo". "Hay comercios que han aumentado ventas. Hay establecimientos llenos porque nosotros también necesitamos comer, tabaco, gafas de sol…".

problemas entre las lonas Los días y días de acampada están empezando a hacer mella en los activistas, que comienzan a protagonizar momentos de tensión y problemas de convivencia. "Ha habido momentos de tensión porque estamos muy cansados, agobiados, estresados, saltamos a la mínima. Pero llegan los de la Comisión de Respeto y lo solucionan todo", reconoce Mariana.

Por otra parte, al día a día del campamento se han agregado indigentes y demás personas ajenas a las reivindicaciones que ven aquí un punto de resguardo y en el que comer. Portavoces de la acampada aseguran que no tienen problema en que se acerquen siempre que no sean violentos e incluso resaltan que algunos "se han sumado a comisiones y están colaborando y aportando activamente". Pero no todos van de tan buen rollo y entre las lonas y en las inmediaciones de las tiendas se puede ver alguna que otra persona que deambula bajo los efectos del alcohol u otras sustancias. Los amigos de lo ajeno han empezado a hacer su agosto en la acampada de Sol y entre las tiendas se pueden ver carteles que lanzan consejos para no ser víctima de sustracciones. En una asamblea de comisión del miércoles, una chica altavoz en mano daba cuenta de una difícil situación a la que se enfrentaron cuando de madrugada aparecieron unos individuos "muy puestos de pegamento" que llegaron a sacar navajas. Además, la Comisión de Feminismo denunció en la asamblea del jueves que se habían producido dos casos de agresiones sexuales y que por ello habían decidido no seguir pasando la noche en Sol. Dentro de los propios acampados han surgidos voces que apuntan a otro tipo de problemas, como los miembros de la Comisión de Sanidad, que en la asamblea del martes apuntaban a que las condiciones de higiene no eran las adecuadas.

Mientras, entre las lonas el día a día continúa a pesar de lo duro que es enfrentarse a algo tan engorroso como las lluvias que cayeron a principios de semana sobre Madrid. Dentro de las carpas las comisiones siguen trabajando. La de Comunicación es toda una oficina llena de impresoras y archivadores y en la biblioteca numerosas personas leen o juegan al ajedrez. El recinto es una Babel de carteles, sofás y mostradores donde la labor de los convencidos con la causa contrasta con la anarquía y la dudosa salubridad de las tiendas de los oportunistas.

El tiempo corre. Asociaciones de comerciantes han lanzado un ultimátum para que mañana o pasado se ponga solución a esta situación. El desalojo acecha. Y Sol no sabe aún cómo seguir calentando.