Vitoria. Casa por casa o, peor aún, cascote sobre cascote, un ejército de técnicos especialistas en edificación recorrieron ayer los escombros que se han adueñado del municipio de Lorca con la misión de comprobar el estado de los inmuebles que han quedado en pie y saber si pueden volver a ser habitados por las miles de personas que se vieron obligados a abandonar sus viviendas ante el riesgo de que se les vinieran encima. Dicen los profesionales que han pisado el terreno que ocho de cada diez edificios se han visto afectados por los dos terremotos y las posteriores réplicas (hasta 36) que ayer volvieron a hacer temblar esta localidad que permanecerá desfigurada durante las próximas semanas e incluso meses.

Las pocas casas a las que ayer pudieron regresar varios centenares de lorquinos resistieron el órdago de la tierra equivalente a la explosión de doscientas toneladas de dinamita. A modo de comparación, el seísmo que sacudió la costa japonesa precisamente dos meses antes fue según los especialistas un millón de veces más potente, pero su efecto en las construcciones no fue de la magnitud y brusquedad registrada en Lorca, calificada ya como la "mayor catástrofe patrimonial" en el continente europeo.

Y es que, a las viviendas, habría que sumar los daños ocasionados en el Castillo de Lorca, construido entre los siglos IX y XV. La Torre del Espolón "se ha partido y se ha desplazado de su posición original". Asimismo la tercera parte de la altura de esta fortaleza medieval se ha desmoronado, por lo que gran parte de su perfil ha desaparecido, lamentaba ayer el consejero murciano de Cultura y Turismo, Pedro Alberto Cruz.

A esta debacle, habría que añadir que la inmensa mayoría del parque inmobiliario residencial presenta grietas, paredes o techos caídos, y elementos desprendidos que se han convertido en el motivo principal de las nueve muertes confirmadas hasta el momento. "Creo que solo tres de los nueve fallecidos han perdido la vida debido al colapso de su vivienda", comentaba a este respecto Javier García-Barberena, presidente de la delegación navarra del Colegio de Arquitectos Vasco Navarro, especialista en Estructuras, y que trabajó durante un tiempo en Murcia capital.

Él, como otros arquitectos e ingenieros consultados, urgen a aplicar con rigurosidad la normativa sismorresistente sobre edificación y, revisar los materiales empleados y las construcciones que han podido resistir a la embestida de la Tierra. El hecho de que los hospitales tuvieran que ser desalojados pone en evidencia que ni tan siquiera los edificios incluidos en la categoría de máxima protección estaban preparados para soportar las vibraciones del suelo con garantías. Y todo ello, como ilustraba en declaraciones a este periódico García-Barberena, a pesar de que Lorca es, junto a Granada, una de las "manchas negras del mapa de peligrosidad sísmica; repito: peligrosidad sísmica", enfatizaba.

Los argumentos para tratar de explicar un resultado tan devastador habría que buscarlos, además de en esa omisión de los principios recogidos en la ley (que data de 1974 y cuya última revisión fue aprobada en el año 2002) que impide que se realicen nuevas construcciones destinadas a vivienda o a uso público cuya estructura sea de mampostería en seco, adobe o tapial y proporciona criterios para evitar que elementos como cornisas, aleros, cerramientos, particiones, antepechos, chimeneas o revestimientos se desprendan durante los movimientos sísmicos.

"El terremoto ha causado, en un principio, más daños de los que deberían haber correspondido a uno de esa magnitud", mantenía el presidente navarro del COAVN. A su juicio, y por las imágenes vistas estos días, las estructuras de las edificaciones "se han librado. No así la parte constructiva (tabiques, cornisas, etc.). La cultura constructiva de allí no es la de aquí; y eso a pesar de estar en una zona de riesgo sísmico", apuntaba García-Barberena a este diario.

"No se sigue con rigurosidad el contenido de la normativa sismorresistente", resumía al tiempo que recordaba un hecho objetivo: el epicentro estuvo a dos kilómetros y fue en las capas superficiales por lo que la virulencia de los dos terremotos más intensos fue aún mayor. "Se les ha juntado todo porque el choque de las placas fue horizontal-horizontal, la forma más cruel en que se puede producir", describía el máximo representante de la delegación navarra del COAVN.

De hecho, no solo las edificaciones más antiguas se han visto afectadas por los temblores. "En toda esa zona son los padres de la construcción: arcilla, azulejos; pero constructivamente no se puede decir que sean de los más grandes", manifestaba el arquitecto García-Barberena. En cualquier caso, y antes de ofrecer conclusiones precipitadas, desde el Instituto Geofísico andaluz comentaban que la parte baja de la localidad se encuentra asentada sobre una "zona de relleno hecha de grava y arena y de ahí los daños. A la hora de construir hay que tener en cuenta este efecto y han podido no hacerlo", apostillaban.

Desde el Colegio Oficial de Geólogos, José Luis Barrera, insistía en que a pesar de que "es difícil" evitar un seísmo de estas características, se podría haber llevado a cabo "una previsión mayor" en el casco antiguo del municipio, así como "tener más cuidado en los elementos arquitectónicos". En este sentido, estimó que quizás podría haber ocasionado "menor número de víctimas" si se hubiera llevado a cabo una adecuada "política preventiva". Ayer, más de un centenar de técnicos recorrían las calles y visitaban las viviendas para marcarlos con color verde (no existen problemas para su ocupación y acceso); amarillo (se puede acceder para retirar enseres); y rojo, con el que se prohíbe la entrada a ese edificio.

Entre tanto, los lorquinos continuaban ayer deambulando por la ciudad. Cinco campamentos se han instalado en Lorca para acoger a las miles de personas pendientes de que el Ayuntamiento les permita regresar a sus casas, si estas no tienen daños estructurales, aunque son muchas las que tienen en la puerta el punto de color amarillo. Así, grupos de personas caminan sin rumbo, paseando y cargando con sus maletas, con la mirada perdida o buscando alguna señal de calma.