vitoria. Los fumadores apuran sus últimos minutos con libertad para consumir tabaco en los bares acompañando el café con un cigarrillo, sin querer pensar demasiado en lo que sucederá a partir de mañana. Los hosteleros alaveses, por su parte, aguardan la llegada de la temida ley con recelo y enormes dudas. Muchos, casi todos, han recibido ya la carta del Gobierno Vasco en la que se les informa de la inminente entrada en vigor del veto total al humo en sus locales, pero la misiva, más allá de dejar claro que deben colocar en lugar visible los carteles y pegatinas de la campaña, ni les explica a partir de qué fecha exacta deben iniciar la cruzada contra los cigarros ni cómo deben actuar con los clientes. Ante este panorama, la práctica totalidad de los profesionales consultados por este diario lo tienen claro; se limitarán a informar, pero no piensan enfrentarse a nadie, ni fumador ni no fumador. El café que se toma en el bar Laguna, ubicado en la calle Guatemala, se saborea con aroma a tabaco en el ambiente. "El 80% de mis clientes es fumador", reconoce José, su dueño. La parroquia alterna invariablemente la prensa con el café y el cigarrillo o el purito, por lo que estos últimos días anda alborotada. "La gente lleva bastante mal lo de no poder fumar mientras se toma el café. Lo comenta mucho en la barra y sobre todo critica que se vaya a imponer la prohibición total de esta manera", asegura.

Como las restricciones apuntan al consumo pero no a la venta, la máquina de tabaco se quedará en el local. Mucha gente entra para comprar tabaco y nunca viene mal un extra en la caja, sobre todo con los tiempos que corren para el sector. Los ceniceros también resistirán sobre la barra, ya que además de recibir colillas y ceniza sirven para que los clientes depositen en ellos los sobrecitos vacíos del azúcar y papelitos de todo tipo. Incluso se incorporarán ceniceros de pie junto a la puerta para que aquellos que quieran cumplir con la ley puedan salir a fumar cómodamente al exterior.

José reconoce que el arranque de enero constituye, de momento, toda una incógnita. "No sé qué voy a hacer, porque nadie me lo ha aclarado", explica. Lo que sí tiene claro es que su papel tras la barra no va a cambiar. "Ni me voy a enfrentar con nadie ni voy a llamar a la Policía porque una persona se ponga a fumar en el local", señala tajante. En el bar Oihuka de la calle Badaia, Iñaki sirve cafés sin parar un solo segundo. Es la hora del desayuno y apenas da abasto. No ha recibido todavía la notificación ni la cartelería del Gobierno Vasco pero, como todos sus colegas de profesión, sabe de la inminente llegada de la Ley Antitabaco. Aunque es plenamente consciente de que 2011 representará el final definitivo del tabaco en los bares, lamenta que nadie les haya explicado qué deben hacer exactamente cuando alguien prenda un cigarrillo en sus locales. "Yo, si alguien enciende un cigarrillo, en principio no le diré nada. Me apartaré para que no me llegue el humo porque no fumo, pero poco más", confiesa. Ni tiene previsto quitar la máquina de tabaco ni los ceniceros del local. "Si alguien decide apagar el cigarrillo al entrar y ver que no se puede fumar, ¿dónde lo va a hacer si quito los ceniceros?", ironiza. En realidad, confía en que sean los propios clientes quienes tomen conciencia de lo que marca la nueva normativa y eviten fumar en los locales. "Yo estoy demasiado liado trabajando como para controlar si fuman o no", concluye.

Celia trabaja en la cafetería El Valle de la calle Gorbea y en su establecimiento sí se ha recibido la notificación del Gobierno Vasco, aunque ha surtido el mismo efecto que en los casos anteriores. "No resuelve ninguna duda", señala. A menos de que el jefe diga lo contrario, la máquina de tabaco se quedará, al igual que los ceniceros. "Sin ceniceros nos llenarían el suelo de chicles", aclara.

Colocarán los carteles en cuanto toque hacerlo, pero Celia no tiene previsto asumir más tareas. "No les voy a explicar a los clientes lo que tienen o no tienen que hacer. Si alguien fuma no le voy a decir nada y si a alguien le molesta, que se lo diga personalmente. Mi puesto está en la barra y consiste en servir, no en hacer el trabajo de otros", explica más que convencida.

En el café Iguazú de la calle Avendaño, Javi también le da vueltas al contenido de la carta que ha recibido del Gobierno Vasco. "No es nada clara", valora. En su caso, la gestoría que lleva los asuntos del establecimiento le ha orientado sobre lo que deberán hacer a partir del día dos de enero. "Parece ser que tendremos que retirar los ceniceros y ponernos a hacer de policías", resume con gesto apesadumbrado.

Y es que Javi no ve lógico tener que andar al tanto de todo lo que ocurra más allá de la barra. "La verdad es que no sé lo que va a pasar. Yo soy camarero, no vigilante. Puedes colocar carteles e informar de lo que dice la Ley, pero no puedes controlar a la gente", lamenta. Según le han indicado, en caso de que se detecten humos ilegales en el local, la multa va para el fumador, pero también para el hostelero, algo que no le parece ni justo ni proporcionado. "Va a haber lío, eso casi seguro. Los clientes empezarán a reprocharse unos a otros que fuman y habrá problemas. Nos suelen llegar bodas y ¿cómo vas a decirles que no fumen? No tiene ningún sentido", manifiesta.

Cerca de allí, en la cafetería Due, situada en la plaza de Gerardo Armesto, Atetxa despacha cafés y pintxos con una amplia sonrisa dibujada en la cara. Cuando se le pregunta por la Ley Antitabaco tuerce el gesto y asegura que aunque su propósito para 2011 era dejar de fumar, a partir de la prohibición "impuesta" ha cambiado de opinión. Como al resto de sus compañeros, la carta del Gobierno Vasco que lleva la firma de la directora de Drogodependencias no le ha aportado información práctica. "Nos guiamos por lo que aparece en la prensa y por los informativos", explica.

Aguardará a que su jefe le indique la manera en la que quiere que se actúe en caso de que alguien fume en el local porque ella no lo tiene nada claro. "No sé si diré algo si alguien enciende un cigarrillo después del dos de enero. Imagino que tendremos que hacerlo por obligación, pero no me voy a enfrentar a nadie", asegura. Calcula que, ante tanto desconcierto, acabarán surgiendo chispas entre los clientes que desembocarán en discusiones. "Lo cierto es que no me imaginaba que llegaría el día en que se prohibiera totalmente fumar en los bares. Por lo que yo veo en el trabajo -añade-, la gente está mayoritariamente en contra de esta imposición". En el restaurante La Galería de Bizenta Mogel, David ahonda en el estado de "desinformación" en el que se encuentran los hosteleros de la ciudad. "Por no decirte, la carta del Gobierno Vasco ni te explica cuándo tienes que colocar los carteles. De momento no los he visto en ningún sitio, así que no los he colocado", manifiesta. Hasta que no llegue una notificación clara, no piensan retirar los ceniceros y, cuando ésta llegue, no cree que les diga nada a los clientes que fumen. "Pienso que va a haber bastante follón porque ni la gente ni nosotros lo tenemos claro. Dicen que hasta febrero no se va a aplicar la ley en Euskadi, pero también cuentan que cuando llegue será más dura que en el resto. No se entiende nada", lamenta.