caballeros medievales empuñando sus espadas y luchando a lomos de sus corceles, malabaristas, juglares, música celta e incluso una serpiente de grandes dimensiones... Adentrarse en el Casco Viejo de la capital alavesa durante este fin de semana, y por noveno año consecutivo, se ha convertido en un viaje de regreso a la Edad Media.
Acercarse ayer a la Virgen Blanca equivalía a retrotraerse a otra época, con la fachada de San Miguel decorada al gusto de siglos atrás -con escudos de armas y blasones de lo más colorido- y con música de gaitas y un olor de cordero asado que ambientaban la parte vieja, que amaneció ayer diferente, con multitud de puestos de artesanía y alimentación, talleres para todos los gustos, muestras de oficios ambientados en la época medieval, exhibiciones musicales o tabernas feudales.
Todo ello atrajo a una gran multitud, que se acercó para viajar en primera persona unos cuantos siglos atrás e introducirse en la faceta más medieval del Casco. El mal tiempo amenazaba, pero no fue suficiente para asustar a las miles de personas que respondieron a las llamadas de timbales y campanas. "Esta iniciativa está cogiendo, año a año, cada vez más fuerza y es de destacar que cada año la participación y nuestras ventas aumenten" destacaba Patxi Erasun, dueño de un puesto de alimentación, en el que los productos estrella son el pastel vasco, las rosquillas y los alimentos de fabricación artesanal. Éste era el sentir general de los comerciantes. No obstante, no todos compartían esta visión tan optimista. Algunos como Antonio Hernández, natural de Teruel y tallador de unas espectaculares figuras de madera, se quejaban de que "hay mucha gente pero apenas nadie compra nada, parece que sólo vienen a mirar". Ante esta afirmación, no pocos transeúntes replicaron que la falta de ventas se debía a la carestía de los productos. "Está claro que todo son productos artesanales de calidad, pero es que estos precios son carísimos, cada año más", señalaba José Mari Albizua, un veterano habitual en estas celebraciones desde "su primera edición", quién además denunciaba la masificación de "puestos y personas, que hacen que no se pueda ni respirar".
Pero como para gustos están los colores, Antonio Blanch Jutglar, un catalán que desde hace tres años es un asiduo a la feria gasteiztarra, manifestaba sentirse "satisfecho" por el ritmo de las ventas y se mostraba feliz por la "fidelidad de los vitorianos" ya que muchos de los que le compraron el primer año, "han vuelto los dos siguientes". Para él el secreto del éxito está en ofrecer "exquisiteces y productos de calidad, algo que a la larga los ciudadanos agradecen"
Entre el público había muchos curiosos, y otros tantos que venían con una idea fija en la cabeza. Miguel Ruiz, un joven bilbaíno de 32 años, era uno de ellos. Desde hace tres años acude cada año a este mercado, "uno de los mejores", en busca de "espadas antiguas y catanas", una afición inusual y demasiado costosa para su bolsillo. "Normalmente sólo suelo comprar 3, aunque si por mi fuera me llevaba el tenderete entero, pero son demasiado caras" se lamentaba este trabajador de la empresa Iberdrola.
Turistas extranjeros Otro de los aspectos a destacar es la internacionalización de la feria. Ayer había una nutrida representación de extranjeros en el Casco Viejo. Uno de ellos era Pierre Boisseau, quien acompañado de sus hijos y de su mujer, decidió venir a pasar el día a Vitoria "aconsejado por unos amigos vascos". Rreconocía estar pasando un día muy agradable "a pesar del mal tiempo" y se sorprendió por el "extraordinario ambiente" que se respiraba en la capital vitoriana. Además, hasta las calles de Gasteiz llegaron un nutrido grupo de alemanes que se enteraron de la feria durante su estancia en Labastida. Estos se mostraban encantados con la vivencia y no dudaron en gastarse un buen dinero en la compra de ropas y vestidos típicos medievales.
Los comerciantes, como era de esperar, se mostraban entusiasmados ante la llegada de los turistas foráneos. Carmen, encargada de un mini-puesto de bisutería artesanal, reconocía que estos "son con diferencia los que más compran" y, además, nunca "regatean los precios", algo que en ocasiones "da mucha rabia, porque parece que la gente no se da cuenta que este es nuestro trabajo y de ello vivimos".