barcelona. La Generalitat blindó ayer por primera vez desde que se celebra la Diada el monumento a Rafael Casanova, que no exhibió la bandera independentista, para evitar las protestas de radicales en la celebración del Día de Cataluña, una jornada cívica y festiva que este año estuvo marcada por la cercanía de las elecciones del 28 de noviembre. Si bien la tradicional ofrenda ante la tumba del último responsable del Consell del Cent antes de la pérdida de los fueros (1714) perdió tensión reivindicativa por la ampliación del perímetro de seguridad, el acto institucional organizado por el Govern y el Parlament en el parque de la Ciutadella (al que asistieron unas 15.000 personas), sí tuvo ese carácter: lengua, autogobierno y, en algunos momentos, autodeterminación, fueron los reclamos.

Sin los abucheos e insultos de otros años, el presidente catalán, José Montilla, y el Govern en pleno, abrieron las tradicionales ofrendas florales a Casanova de las delegaciones de partidos y entidades catalanas, en las que destacó la presencia del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, que dejará el Gobierno tras la huelga general del 29-S para incorporarse a la candidatura del PSC.

La cercanía de la cita electoral y las réplicas de los candidatos a la Generalitat al discurso institucional de Montilla pronunciado el viernes y en el que pidió volver a a restablecer "puentes" con el resto de España, fueron el hilo conductor de las intervenciones políticas. El líder de CiU, Artur Mas, y el secretario general de la federación, Josep Antoni Duran Lleida, tildaron de "electoralista" a Montilla por un discurso que tampoco gustó a ERC.

Mas reprochó que el mensaje del president fuese "más de partido que de país" porque no iba en la línea de "unir más a la gente" sino que incluía reproches a la "pulsión separadora" de algunos sectores del catalanismo.

Por su parte el líder de ERC, Joan Puigcercós, reprochó a Montilla (a quien los republicanos sostienen al frente de la Generalitat) su "visión demasiado partidista", y le replicó que la voluntad "mayoritaria" de la sociedad catalana es decidir su futuro "libremente".

l La "envidia sana" de Urkullu. El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, admitió ayer que siente una "envidia sana" por la celebración de la Diada de Cataluña, puesto que, aunque el País Vasco también tiene un Día de la Patria Vasca, el Aberri Eguna, éste no tiene carácter oficial.

l El desembarco de Laporta. El líder de Solidaritat Catalana y ex presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, expresó su deseo de que la de ayer sea "la última "Diada" en que se celebre una derrota".