madrid. La violencia en Kirguizistán, que ha dejado al menos 178 muertos (medios locales hablan ya de 2.000 víctimas mortales) y 1.860 heridos, comenzó presuntamente con cinco ataques "orquestados" y ha adoptado un carácter de conflicto interétnico que podría dispararse hasta quedar fuera de control, según advirtió ayer la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay.
Entretanto, Uzbekistán ha procedido a cerrar su frontera para frenar un flujo de refugiados que podría llegar de forma global a los 100.000.
El portavoz de Pillay, Rupert Colville, afirmó que después de la investgación realizada existen "fuertes indicaciones de que este suceso no fue un enfrentamiento espontáneo entre etnias, sino que hasta cierto punto fue orquestado, dirigido y bien planeado". "Varias de estas informaciones sugieren que el incidente comenzó con cinco ataques simultáneos en Osh (la segunda mayor ciudad del país) que implicaron a varios hombres llevando pasamontañas y con armas. Parecía que estaban buscando provocar una reacción", afirmó.
Colville, que rehusó lanzar acusaciones directas, detalló que uno de los ataques se produjo contra un gimnasio "conocido por ser el refugio de una banda de delincuentes" en Osh. Después, y una vez que la violencia derivó en escaramuzas entre kirguises y uzbekos, la situación comenzó "a tener una división clara y reacciones de venganza, que es lo que la hacen muy peligrosa", explicó.
Los uzbekos representan el 14,5% de la población de Kirguizistán, pero en las provincias de Osh y Jalalabad hay más o menos el mismo número de habitantes de cada comunidad. El Gobierno interino kirguís, que asumió el poder después de que el ex presidente Kurmanbek Bakiyev fuera derrocado en abril, ha acusado a los seguidores del dirigente depuesto de provocar este conflicto, algo negado por Bakiyev, exiliado en Minsk.
A este trágico balance se añade el del número de desplazados, que podría ascender a 100.000, según cálculos del enviado especial de la ONU y director del Centro Regional para la Diplomacia Preventiva para Asia Central, Miroslav Jenca, quien manifestó que, no obstante, es difícil hacer una estimación precisa debido a la falta de seguridad en las fronteras.
El flujo migratorio es tal que Uzbekistán cerró el lunes sus fronteras a estos refugiados a pesar de las peticiones de los grupos humanitarios y de la ONU. "No tenemos lugar para alojarlos y no tenemos capacidad para hacerles frente", lamentó el viceprimer ministro de este país centroasiático, Abdulá Aripov, que se mostró dispuesto a abrir la frontera cuando Uzbekistán tenga "capacidad" para asistir a los desplazados.