Dice el aforismo que la experiencia es un grado. Como buen aforismo, se toma como norma. Y la norma debería ser que nuestros gobernantes la aplicaran. Si piensan prescindir de experiencias anteriores que han dado buenos resultados, deberían explicar en qué basan esta conducta excepcional.
Excepcional, por desconsiderada y por falta de contraste empírico, está siendo la actitud que el Gobierno Vasco mantiene respecto a la extensión del Museo Guggenheim a Urdaibai.
Estamos en una fase decisiva para que una nueva infraestructura cultural nazca con buen pie, con el consenso entre las instituciones, con los parabienes de la mayoría de la sociedad.
Es un momento delicado porque los pasos previos han obligado a ser muy prudentes a quienes apuestan por este nuevo espacio artístico y eso, en cierta medida, supone detraer argumentos para que puedan ser debatidos públicamente. Pero en el caso de la consejera de Cultura, Blanca Urgell, no puede esgrimir el desconocimiento como razón para su actitud timorata a veces, obstaculizadora casi siempre, de los esfuerzos que están realizando tanto la Diputación Foral de Bizkaia como el propio Guggenheim Bilbao.
Mucho menos aún que en boca de la consejera se escuchen calificativos como "pazguato, alicorto o ignorante", para referirse a lo que proponen otras instituciones con mucha más base democrática que la que le ha colocado a ella en su despacho oficial. Si la consejera de Cultura no es respetuosa, apaga y vámonos.
De todo este mareo que se trae el Gobierno de Patxi López para no hacer ni dejar hacer, lo más llamativo ha sido la repentina desafección que han manifestado respecto a la marca "Guggenheim", cuya rentabilidad ha quedado de manifiesto a lo largo de la última década.
Incluso los más reticentes, y hasta los que abiertamente se opusieron hace quince años a la arriesgada apuesta que suponía llevar a Bilbao un Museo Guggenheim, dan hoy por buena aquella inversión a la vista de los resultados. Por eso resulta extraño que el mismo día que Patxi López participa en la reunión del patronato Guggenheim, su portavoz del Gobierno diga que ese no es un foro en el que debatir sobre esta nueva infraestructura cultural.
Y para completar el esperpento, simultáneamente a esta muestra de desapego del Guggenheim, el propio Gobierno Vasco contrata el último anuncio del año en todas las cadenas de televisión para promocionar el turismo en Euskadi donde aparece? sí, el Museo Guggenheim Bilbao.
Este disparate sólo es comprensible si detrás de esta ceremonia de la confusión se encuentra Joseba Arregi, ex consejero de Cultura, y uno de los impulsores del museo bilbaíno, que ahora se dedica a dar patadas en la espinilla a doble página a la Fundación, a Juan Ignacio Vidarte, a la Diputación de Bizkaia y a todo el que pase cerca. Pero a estas alturas, los virajes de Joseba Arregi tampoco constituyen una novedad.
Lo sorprendente es que el otrora dirigente nacionalista y hoy puntal del pacto españolista que gobierna deje caer que ha sido una desconsideración que tanto la Diputación como la Fundación hayan ido a explicar el proyecto antes a Nueva York que a Vitoria.
Un vistazo al libro de registro de Lehendakaritza desmonta el argumento. El 20 de noviembre, José Luís Bilbao solicitó un encuentro con López para dar todas las explicaciones que fueran oportunas y tratar de buscar un consenso. No es cierto, por lo tanto, que "la comunicación sea cero" como afirma Arregi. Es que ha sido unidireccional durante el mes previo al viaje a Nueva York. Tampoco parece que en esto ha sido muy diligente el Gobierno.
Pero el embarre del campo no pueden esconder el contraste de pareceres. Parece ser que el Gobierno no ve claro que en una Reserva de la Biosfera se proyecte un centro así. Bueno, eso es lo primero que dijo Urgell, porque al día siguiente el mismo Gobierno filtraba otro proyecto del que poco más hemos sabido y que lleva el mismo emplazamiento. Suponemos, entonces, que no hay motivos medioambientales para oponerse a lo que ya está encarrilado y aceptado en el Plan Estratégico 2009-2012 del Museo Guggenheim Bilbao.
Pero conviene recordar, además, que una reserva de la Biosfera no es un espacio cerrado a la actividad humana. Su filosofía es, exactamente, la contraria: la convivencia armoniosa de la actividad humana con el entorno natural y el desarrollo sostenible de la zona declarada. ¿No casa aquí la extensión de la exitosa marca a Urdaibai?