En la semana de la memoria del bombardeo de Gernika por el fascismo, la guerra activa en suelo europeo repite el mismo horror con la misma intención criminal de entonces y las mismas excusas y desinformación para justificar una estrategia terrorista. En vísperas de una supuesta ofensiva militar ucraniana de primavera, sus primeras escaramuzas se han visto respondidas por el ejército ruso con una campaña de bombardeos sistemáticos de ciudades cuyo único objetivo son los civiles cuyas vidas se han segado. Causar terror con esta violencia indiscriminada se llama terrorismo. La estrategia del Kremlin es un crimen que ya practicaron otros fascismos en el pasado, haciendo de la población civil el objetivo de sus acciones militares para obtener su sometimiento. A la execrable barbaridad la acompaña la mentira para socavar cualquier reflexión ética que lleve a la condena de esas prácticas. Si sobre Gernika se pretendió extender el bulo fascista de su incendio intencionado por gudaris y republicanos, la desinformación se ha vuelto más grosera, más explícita y más evidente en manos de los medios oficiales rusos. Esta misma semana, se ha difundido por medios oficiales rusos –su embajada en Madrid– la presunta presencia de unidades del Ejército español combatiendo en Ucrania; además, los servicios de desinformación del Kremlin han reabierto una vieja herida al desmentir la participación soviética en la masacre de Katyn, en Polonia, donde unos 20.000 oficiales y políticos polacos fueron asesinados por los invasores del ejército rojo entre 1939 y 1941, tal y como admitió el propio parlamento ruso hace años. Moscú ha entendido que cuenta con adhesiones inquebrantables en la izquierda radical europea a la que alimentar argumentalmente como quintacolumnistas de la opinión pública occidental. Envía munición retórica con la que distraer la condena ética que debe imponerse frente a los crímenes de guerra que se están acreditando. Con la opinión pública rusa sometida a una burbuja de mensajes manipulados que la persecución de la disidencia le permite no ver cuestionados, Putin entiende que la batalla de la percepción la puede librar en Europa y se afana en dar asideros a quienes insisten cínicamente en la prioridad de parar el conflicto y no restaurar la soberanía del pueblo ucraniano.