A punto de acudir a una nueva edición de ARCO y tras renovar su contrato cinco años más como directora de Artium, la historiadora del arte, comisaria e investigadora gasteiztarra Beatriz Herráez remarca la posición estratégica que el museo alavés quiere y debe reforzar, siendo un eje fundamental dentro y fuera del País Vasco en distintas áreas.

Terminó 2023 con la renovación de su contrato como directora de Artium por cinco años más, un lustro para... 

–Primero, para asentar todos los programas, iniciativas y propuestas que ya están en marcha, para desarrollar líneas de actuación y procesos que hemos ido llevando a cabo. También para seguir reforzando una posición central en el País Vasco y en la zona norte.

¿En qué se traduce, desde un punto de vista práctico, esa idea de ser lugar central?

–La centralidad de Artium tiene que ver con ser un lugar de referencia cuando uno se acerca a conocer qué es lo que sucede en la práctica artística contemporánea no solo en el contexto en el que nos situamos. La colección y los programas del museo son referentes también. Este es un museo de referencia para pensar cuál es la razón de ser de los museos contemporáneos en el presente. Eso es ser un lugar central. Este es un lugar importante para muchos colectivos diferentes. Artium es importante para pensar la historia, para conocer lo que ha sucedido en la reciente historia del arte, pero también es un sitio de referencia para los centros educativos, para los programas formativos, para los amantes del cine...

Beatriz Herráez Jorge Muñoz

Lo preguntaba porque estamos en una ciudad en la que, por ejemplo, han desaparecido las galerías de arte al uso. Y estamos en un mercado laboral, y así se reflejaba hace poco en un informe estatal, en el que la precariedad en los trabajos de la cultura alcanza a una gran mayoría. Es decir, ¿no se siente Artium como una isla en contextos como estos? 

–Creo que no. No hablo de un lugar central aislado, precisamente digo que es y tiene que ser un lugar central en ese ecosistema. El trabajo engrasado con otros, sean instituciones, agentes o productores, es lo que hace que no nos convirtamos en un islote. Justamente, lo que estamos intentando es trabajar en red y generar un circuito que permita que las personas que trabajan en cultura tengan un espacio de referencia. Es verdad que no hay una galería en esta ciudad. Pero es que en ARCO solo va a estar una galería del País Vasco, por ejemplo. Aún así, no creo que la economía de la cultura pase solo por las galerías. Los perfiles de los trabajadores y las trabajadoras culturales son muchos. En un museo como este, para levantar una exposición trabajamos con carpinteros, diseñadores gráficos... es decir, con un abanico muy amplio de profesionales. Y no paramos de trabajar con ellos y ellas ni en pandemia. Además, me parece importante entender que un museo de arte contemporáneo trabaja para y con los artistas, pero también es un espacio que debe estar dedicado a la formación, a la investigación, a la conservación y a los públicos. Es importante entender el museo como un espacio polifónico que afecta a muchos ámbitos. Hay una parte de trabajo que se hace en los museos que no es tan visible pero que esencial.

“Es muy difícil proyectar una comunidad si no tenemos una memoria; de ahí la importancia del trabajo con los archivos de artistas”

Por ejemplo, la conservación. 

–Eso es. Tenemos en estos momentos 2.800 obras de arte. Es patrimonio de todos y todas. Eso requiere tener gente trabajando en catalogación, restauración, en movimiento de obra, en registro... Cuando me preguntas que por qué es central el museo, pues lo es, por ejemplo, porque estamos trabajando desde lo patrimonial. Somos las personas que nos encargamos de que todo ese patrimonio cultura que hace que hoy seamos lo que somos como sociedad, esté en algún lugar, que no haya desaparecido. Hay una memoria y una labor a reivindicar. Por ejemplo, el trabajo con los archivos. Ahí sí que estamos dando pasos desde lo más local. Llevamos tiempo incidiendo en la recuperación de artistas del contexto. Empezamos con Juncal Ballestín, ahora estamos haciendo un trabajo importante con el de Rafael Lafuente. Es muy difícil proyectar una comunidad y un hacer de la cultura si no tenemos una memoria.

Sin embargo, y aquí hablo de la sociedad en su conjunto, Juncal Ballestín atrajo más miradas, por ejemplo, de medios de comunicación cuando este museo le dedicó una exposición póstuma que cuando ella presentó muestras en vida. O en la presentación en Artium de los actos del centenario del nacimiento de Nestor Basterretxea había más gente que cuando el artista daba ruedas de prensa en Vitoria. ¿Nos preocupamos más de los muertos que de los vivos? 

–No diría eso. Creo que, en este sentido, lo que hace un museo es estudiar, recuperar, difundir y divulgar el trabajo que han hecho los artistas. En estos casos hablamos de personas fallecidas, pero también estamos trabajando, desde esa idea de archivo y memoria, con personas que están vivas, por supuesto. Generar una economía alrededor del arte y de los artistas tiene que ver justamente con poner en valor su trabajo. La labor fundamental de un museo es recuperar, investigar, difundir y poner en valor que una parte de lo que somos como sociedad pasa por nuestra relación con la cultura. Por ejemplo, la pieza de Esther Ferrer con la que ahora contamos en la plaza interna es una obra que pertenece a la ciudad de Vitoria y sobre la que la propia autora dice que es su primera gran obra de arte público. Forma parte de nuestro patrimonio común. Tiene que ver con la historia, con la memoria, con el patrimonio, con la restauración, con el trabajo directo con los artistas. Es una obra que se va a activar con un programa de performances, que se activa día a día con los programas de educación del museo. Se ha convertido en un lugar que se habita. Eso es lo que tiene que hacer un museo, a mi modo de ver.

“Generar una economía alrededor del arte y de los artistas tiene que ver justamente con poner en valor su trabajo”

Pero siguiendo el mismo hilo de la pregunta anterior, no hay más que ver cómo está la escultura de Basterretxea ubicada en el exterior de Montehermoso, sin perder de vista que se han presentado los actos del centenario del nacimiento de Chillida y no hay casi referencia en ningún sitio a la plaza de los Fueros, una de sus grandes obras públicas. 

–Yo he escrito sobre la plaza de los Fueros de Vitoria, Chillida y Peña-Ganchegui, por ejemplo. Vuelvo a la pregunta de antes de qué es ser central en ese sistema. Tiene que ver con el reconocimiento de otras instituciones y otros territorios, con el trabajo en red, con esa labor que ahora sí está engrasada. Artium está trabajando en el día a día con Tabakalera, con el Museo de Bellas Artes de Bilbao, con el Museo San Telmo, con el Museo Oteiza, con la Filmoteca Vasca, con Elías Querejeta Zine Eskola... Esa red de trabajo permite que seamos un lugar que activa. Cuando hablo de centralidad, lo hago de activar un contexto, un territorio y una comunidad que está construida a partir de subjetividades muy diversas, que es algo muy positivo. Y creo que, contestando a la pregunta sobre Chillida, en muchas publicaciones que se han hecho por el centenario, por no decir en todas, ha salido nuestra pieza Elogio de la arquitectura. Pero estabas planteando también la cuestión de la rehabilitación y la recuperación de obra de arte pública.

Beatriz Herráez Jorge Muñoz

Así es. 

–Eso es algo en lo que también el museo está trabajando. No solo en el caso de Esther Ferrer. Empezamos con una pieza de Juana Cima, con cuyo archivo también estamos trabajando. Es una obra que estaba localizada en el Palacio Europa. Fue la primera intervención que hicimos en colaboración con el Ayuntamiento de Vitoria. En este punto de la recuperación también es importante la política de adquisiciones. Desde 2019, hemos incorporado más de 230 piezas, que han llegado tanto por adquisición de la fundación del museo como a través de la Colección Compartida que impulsa Gobierno Vasco. El trabajo de catalogación, conservación y difusión es fundamental.

“La red de trabajo que hemos engrasado hace que seamos un lugar que activa un contexto, un territorio y una comunidad”

¿Siente que los cambios que ha hecho hasta ahora, en los cinco años anteriores a su renovación, han tenido sus efectos? 

–Bueno, el trabajo es conjunto de todos los equipos que conforman el museo. Necesariamente, la primera crisis fuerte fue la covid. Nadie esperaba algo semejante. Esas situaciones de urgencia, esos momentos críticos, han fortalecido el proyecto. En ese contexto, ya hablamos de la necesidad y la importancia de socializar el proyecto de Artium en el entorno. Eso se ha venido haciendo de muchas maneras en este tiempo. Por ejemplo, repensando el espacio público, como la plaza interna, y la arquitectura del museo. Es algo que hemos hecho, además de la mano de las y los artistas con quienes hemos trabajado.