Ander Lantarón nació en Bilbao en 1990. En redes es posible encontrarle como @cabecitadeajo_bilbao, que es el perfil de su proyecto: Cabecita de Ajo. Se trata de una concept store (tienda conceptual) ubicada en el Casco Viejo de Bilbao, en la que diseño, arte, objetos curiosos y marcas independientes conviven con mimo. El bilbaino nos cuenta cómo se construye un espacio que mezcla comercio local con una selección muy cuidada, y nos recuerda que, pese a su nombre, no venden ajos...

Ander Lantarón es el creador de ‘Cabecita de ajo’.

Ander Lantarón es el creador de ‘Cabecita de ajo’. Cedida

Objetos con alma y con historia detrás

La pasión por lo que hace surge de observar, de viajar, de coleccionar ideas... “Siempre me han fascinado los objetos con alma, con historia detrás”, destaca. Y es que después de años trabajando en otro sector, sintió la necesidad de crear un espacio propio en el que todo tuviera sentido y personalidad.

Las redes sociales han ayudado mucho a dar a conocer ‘Cabecita de ajo’. Cedida

Lantarón no sabría decir cuánto tiempo exactamente ha invertido en su proyecto, pues considera que sigue aprendiendo cada día. Él nos cuenta que emprender desde cero, sin venir del mundo del retail o del diseño, fue todo un reto. Pero lo ha hecho a su manera, paso a paso, combinando formación autodidacta con mucha observación, intuición y ensayo-error.

En su caso, las creaciones que selecciona no las crea él directamente, sino que lo hacen artistas, marcas y estudios con los que colabora. Su papel está en buscar, descubrir, conectar y contar bien la historia de cada pieza. “Hay veces que una marca entra en la tienda tras meses de conversación y otras que es un flechazo instantáneo”, explica.

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Un espacio que inspira y sorprende

Cambiar de rumbo profesional y abrir Cabecita de Ajo ha sido, sin duda, el paso más valiente y transformador para Ander Lantarón. “Me siento muy orgulloso de haber creado un espacio que inspira, que sorprende y en el que muchas personas se sienten a gusto. Cada día hay algo que me recuerda que mereció la pena lanzarme”, comenta.

Su ‘concept store’ aglutina arte, diseño y objetos curiosos.

Su ‘concept store’ aglutina arte, diseño y objetos curiosos. Cedida

Como anécdota, el emprendedor recuerda cuando vino una clienta buscando un regalo para su pareja y, tras estar un rato hablando, acabó comprándose algo para ella también, porque “hacía tiempo que no encontraba cosas tan distintas”. Esa frase le hizo el día al bilbaino, pues demuestra que la tienda no va solo de objetos, sino de lo que provocan.

De hecho, considera que cuando lo que buscas es diferente, hecho con cuidado y en condiciones éticas, no siempre es fácil encontrarlo. Pero, es justo eso lo que hace que cada objeto tenga valor. Cree fervientemente que no se trata de ir a “por lo más barato o lo más fácil, sino buscar calidad, historias y procesos cuidados”.

Si el emprendedor tuviera que darle un consejo a alguien que quisiera seguir sus pasos, le diría que no espere a tenerlo todo perfecto para empezar. Que se rodee de gente que le inspire, que investigue, que se atreva... “Y que no pierda la honestidad: eso se nota en todo lo que haces”, puntualiza. Sin embargo, hay algo que le hubiera venido bien saber, y es “que los ritmos no son los mismos para todos, que cada tienda, marca o proyecto necesita su propio tiempo para crecer. Y que no todo lo que ves en redes refleja la realidad”.

La fachada de ‘Cabecita de ajo’ en el Casco Viejo. Cedida

Ander Lantarón encara de esta manera el futuro en su tienda ubicada en Artekale 54 del Casco Viejo bilbaino (655 721 218), con ganas de seguir evolucionando. Afirma que Cabecita de ajo va a seguir trayendo nuevas marcas, colaboraciones y piezas que sorprendan: “Quiero que siga siendo un lugar que respira creatividad”.

Tras las redes hay procesos, valores y personas

El creador de Cabecita de ajo, Ander Lantarón siente que las redes sociales le han ayudado muchísimo a la hora de dar a conocer su proyecto. Relata que, sin redes, muchos de los que hoy son sus clientes fieles o incluso artistas con los que colabora, nunca habrían llegado a Cabecita. Para él, Instagram es una herramienta muy potente, que no solo sirve para mostrar sus productos, sino para compartir lo que hay detrás: los procesos, los valores y las personas.

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No obstante, piensa que su día a día sin ellas sería “un poco más tranquilo, seguro, pero menos vivo también”. Las redes son un canal directo con la comunidad, y le gusta que quien escribe a Cabecita sepa que hay alguien real al otro lado, respondiendo con cercanía y sin automatismos. Ahora mismo, su comunidad aglutina cerca de 8.000 personas. ¿La clave según Lantarón?: “Ser coherente, tener una voz propia y hacer las cosas con cariño, no solo por vender. Hay que ofrecer algo con alma, con intención, y estar presente. Escuchar también es importante”.