Hace apenas unos días, en pleno temporal Gerard, el primero de este invierno, vecinos del barrio rural de Astigarreta, en Beasain, contaban que en los días de borrasca, cuando el Cantábrico está enfadado, el sonido del mar golpeando la costa llega hasta los caseríos de la zona, ubicada a una altitud de 453 metros sobre el nivel del mar.
El eco de las olas se siente en el interior de Gipuzkoa y no solo en forma de sonido. Y es que, en pleno corazón del Goierri, a medio camino entre Beasain y Azpeitia, en terrenos de Itsaso, encontramos la ermita marinera de Kizkitza.
Cuenta la leyenda que un día los vecinos de la zona observaron una luz en lo alto del monte. Cuando se acercaron, se encontraron con la imagen de la Virgen María, por lo que decidieron levantar una ermita para conmemorar tan milagroso acontecimiento en pleno núcleo urbano. Sin embargo, la imagen de la virgen regresaba cada noche a lo alto del monte, obligando a los vecinos a cambiar de planes y a ubicar el pequeño templo en el lugar originario de la aparición.
Actualmente, la ermita de Kizkitza está presidida por la imagen de la Virgen del Rosario entronizada en una barca de remos, una escultura del siglo XVII que se cree que procede de un paso procesional de la parroquia de Itsaso. Sin embargo, no es la imagen originaria, ya que previamente hubo otras dos que desaparecieron en diversas circunstancias.
Desde la venta de Mandubia parte una ruta circular de 3,8 kilómetros sin dificultad alguna, que permite disfrutar de este idílico entorno
¿Pero qué hace una ermita marinera en el interior de Gipuzkoa? Hay varias teorías al respecto, pero la más extendida es la que explica que los arrantzales se valían de la madera de los bosques del entorno de la ermita para sus barcos, lo que extendió la devoción por la Virgen de Kizkitza, a quien se realizaban ofrendas.
La ermita, que está situada en la cima de una colina y rodeada por una bonita campa, data de 1622, si bien no conserva su aspecto original. El paso de los años deterioró su aspecto y el 28 de diciembre de 1959, un incendio terminó por destruirla. Los vecinos decidieron en 1962 reconstruirla en auzolan, si bien el edificio resultante no tiene nada que ver con el original, sino que es de aspecto moderno. Tiene una planta rectangular alargada y está construido con muros de mampostería lucidos y cubierto con estructura de madera a dos aguas. Dispone de tres grandes puertas y dos pórticos laterales.
Ruta circular
El entorno de Kizkitza es estupendo para realizar senderismo. Desde Mandubia parte una ruta circular de 3,8 kilómetros, sin ninguna dificultad técnica reseñable, que permite disfrutar de un paisaje salpicado por vistosos pastizales de diente, generosas repoblaciones de coníferas exóticas, excepcionales manchones de hayedos trasmochos y soberbios retazos de bosque mixto. Además, el paseo ofrece una panorámica impresionante del valle de Santa Lutzia, el municipio de Gabiria, la sierra de Arrolamendi y el cresterío de Aizkorri, entre otros.
Durante el recorrido, no es inusual toparse con alguna ardilla, lirones, búhos o incluso algún corzo.
Información práctica
- 3,8 Kilómetros. Es la extensión del recorrido circular que parte de la venta de Mandubia y que nos lleva a la ermita de Kizkitza. Se trata de una ruta que puede realizarse fácilmente en tres horas y que no tiene ninguna dificultad técnica reseñable.
- Acceso. Desde la Benta de Mandubia, a la altura del puerto de montaña (541 metros) de este mismo nombre, entre los puntos kilométricos 15 y 16 de la carretera GI- 2635, de Azpeitia a Beasain, a poco más de 8 kilómetros desde Beasain y a unos 16 desde Azpeitia. A este puerto de Mandubia también se puede acceder por la GI-3192, desde el barrio de Salbatore de Beasain, a unos 2 kilómetros de este núcleo poblacional, por los barrios de Arriaran, Garin y Astigarreta, con un trayecto de aproximadamente 8 kilómetros
- Paisaje. Esta ruta permite disfrutrar de una excepcional panorámica del valle de Santa Lutzia, Gabiria, la sierra de Arrolamendi y el cresterío de Aizkorri, entre otros. Además, se trata de un camino salpicado por vistosos pastizales y bosques en los que no es extraño encontrar ardillas, lirones, búhos e incluso algún que otro corzo, que harán las delicias de los senderistas.