A punto de cumplirse dos años desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas, no vemos el momento de desprendernos de una vez por todas de las molestas mascarillas.
Pero, quizás no todo sean desventajas a la hora de llevar los cubrebocas. Tapan arrugas, imperfecciones, facciones no demasiado agraciadas, acné...
Varios estudios científicos realizados durante la pandemia concluyen que estamos más guapos con mascarilla, una teoría que viene a apoyar aquello que muchas veces hemos dicho en broma de que "con tapabocas se liga más".
Investigadores de la Universidad de Pensilvania (EEUU) hicieron un estudio en agosto de 2020 y la conclusión fue que "los rostros cubiertos con mascarillas quirúrgicas pueden ser juzgados como más atractivos que aquellos que no lo están".
Tratándose de ciencia, todo tiene una explicación y hay que buscarla en uno de los principios más básicos de la teoría de la percepción. Nuestra mente siempre rellena los huecos que no ve para darle un sentido completo a lo que vemos y si no tiene suficiente información, se la inventa.
Si nos referimos a la figura humana, entonces entran en juego las leyes de Gestalt que indican que, a la hora de completar un rostro, nos inventamos mejor forma posible.
Otra de las razones es que el parámetro que seguimos para calificar un rostro como atractivo o no es la simetría facial: los rostros más simétricos son considerados más bellos. Así, la mascarilla, al ocultar las posibles asimetrías, en nariz, boca y mentón, hace que el rostro nos parezca más perfecto de lo que en realidad es. Nuestra mente tenderá a rellenar esos huecos con unas facciones perfectas.
Un rostro con mascarilla nos parecerá también más atractivo por el hecho de que solo se vean los ojos que, al margen de que sean más grandes o más pequeños, castaños, negros, verdes o azules, de que estén más juntos o más separados, lo cierto es que tienen una fuerza expresiva enorme. Su lenguaje no verbal es involuntario, los ojos no pueden mentir, así que la mirada puede reflejar una sonrisa sin necesidad de que veamos la boca.
Además, centrarnos solo en los ojos de las personas nos permite una comunicación más directa y tendemos a idealizar los rasgos que se ocultan bajo la mascarilla.
Llevar mascarilla también puede desprender un aspecto positivo, ya que podemos asociarlo con el personal sanitario y a estos con sentimientos de seguridad
Tras estas conclusiones, cuando llegue la hora de desenmascararnos, podemos llevarnos muchas sorpresas. Las personas que ya conocíamos de antes de la pandemia seguirán siendo las mismas, todas ellas con dos años más, mientras que, respecto a las nuevas amistades, podremos descubir una nueva imagen, tal vez distinta de la que nuestra mente se había formado.