La sabiduría del refranero sostiene que lo poco agrada y lo mucho cansa. De ser cierto, los crossover se dirigen a marchas forzadas hacia el abismo de la saturación. La oleada de estrenos que se cierne sobre el mercado amenaza con aplastar todo conato de disidencia estética frente al hegemónico canon SUV que, de momento al menos, gusta a rabiar al público. Este monocultivo del diseño crossover pone en barbecho cualquier otro concepto de automóvil alternativo. Tras llenar escaparates y calles con modelos de tamaño grande y medio, ahora los diseñadores bajan el punto de mira y dirigen sus creaciones SUV a un segmento ligeramente inferior. El mercado se verá cubierto por un alud otoñal de vehículos de este tipo con carrocerías de cuatro metros y poco, llamados a sepultar a los utilitarios de toda la vida.
Todos proceden de un origen más o menos común, remotamente inspirado en los 4x4 pequeños de no hace tanto tiempo. El pionero en poner en el mercado una factura así fue Nissan, con su inicialmente incomprendido Juke, que tardó lo suyo en obtener reconocimiento y clientela. Bastante antes lo intentó de manera tímida Renault con la versión RX4 de un Scenic. La marca del rombo percibió antes que nadie por dónde iban a discurrir los tiros del negocio, pero se precipitó poniendo a la venta aquel monoespacio sucedáneo de todoterreno, verdaderamente adelantado a su tiempo. El relevo se lo ha dado tiempo después un aclamado Captur, agraciada reinterpretación del Clio con tacones.
La clave del éxito de la triunfal fórmula crossover, en sus distintos escalones, radica en una excelente combinación de diseño y funcionalidad. La receta entra bien por los ojos y satisface las necesidades de un amplio espectro de clientela, desde usuarios jóvenes y activos hasta personas entradas en años con hábitos más sedentarios.
Los Sport Utility Vehicles, denominación que esconde el acrónimo SUV, son turismos con reminiscencias estéticas, más o menos evidentes, de todoterreno. Gozan, por consiguiente, de una imagen con connotaciones aventureras, fácilmente asociable a la naturaleza y a la equívoca sensación de poderío a la hora de superar cualquier obstáculo en el camino.
Es un puro espejismo en el 99% de los modelos de esta clase que se matriculan. En realidad son automóviles ataviados con un agraciado disfraz, pero simples turismos cuyo hábitat natural es el pavimento urbano. De hecho, las cuatro ruedas motrices han quedado relegadas a la condición de costoso equipamiento opcional; son pocos los constructores que lo ofertan en sus productos y aún menos los clientes que demandan dicho recurso.
En el caso de la esta nueva oleada de modelos de talla pequeña, los atractivos que explican el éxito de la receta saltan a la vista. Son coches que seducen por medio de una elocuente silueta, formato que además de resultón fomenta una habitabilidad superior a la de un turismo de idéntica eslora. Por otra parte, la adopción de una plataforma realzada confiere a estos vehículos una posición a bordo que procura un mejor dominio del entorno. Asimismo, esos asientos altos facilitan el acceso a bordo y el desembarque de los pasajeros, ventaja que se valora positivamente a medida que se van cumpliendo años.
Por lo visto, estas cualidades compensan con creces las limitaciones, que también existen. Por ejemplo, las aerodinámicas. Un SUV es, por definición, más aparatoso que un turismo equivalente, por lo que encuentra mayor resistencia del aire a su avance. Eso se traduce en un consumo de combustible superior y en movimientos algo menos ágiles. La mayor corpulencia comporta una elevación del centro de gravedad, lo que afecta al comportamiento dinámico. En general es peor que el de un coche similar de corte tradicional, entre 15 y 20 centímetros más próximo al suelo. Vaya lo uno por lo otro.
NUEVA GENERACIÓN COMPACTA. En la remesa de candidatos de proporciones más escuetas a punto de pisar la calle participan numerosos fabricantes. En la lista hay desde marcas generalistas, obligadas a disparar a todo lo que se mueve, a firmas Premium que no renuncian a sacar tajada en un sector comercial emergente.
A esa aristocracia SUV compacta, en la que militan el Audi Q2, el Mercedes-Benz GLA y el Infiniti QX30, se unirán a final de año el Volvo XC40 y, quizá algo después, el BMW X2. Ambos lanzamientos guardarán la habitual coherencia estética y técnica con sus hermanos en activo.
Pero donde más proliferan los estrenos es en la clase de tropa. Citroën tiene listo el C3 Aircross, la coqueta declinación campera que suple al extinto C3 Picasso. Hyundai prepara el estreno del Kona, hermano pequeño de un Tucson que escala hasta las primeras posiciones del mercado. Su primo Kia tiene en cartera un alter ego de dicho proyecto denominado Stonic, revestido por el estilo que tanto contribuye a la progresión de la marca. Por último, SEAT anuncia para final de año la incorporación del Arona, una suerte de Ateca en formato comprimido que se adorna con un diseño bastante más expresivo.
Los debutantes se encontrarán con un estamento en el que parece no caber un alfiler. Y, por su si fuera poco, lo copan enemigos bien sólidos. A los ya citados Renault Captur y Nissan Juke se suman el Peugeot 2008, el nuevo Opel Crossland junto su hermano el MokkaX, el Mazda CX-3, el Jeep Renegade, el Ford Ecosport, etc.