Nueve años después, Opel vuelve del revés el Insignia decidida a lograr el ascenso de categoría. Va bien encaminada hacia ese objetivo gracias a una sugestiva evolución de su diseño y al más que notable enriquecimiento tecnológico de la nueva entrega. Una vez puesta a romper con el pasado inmediato, la firma alemana opta por replantear la oferta formal del modelo. Renuncia a la carrocería sedan de maletero independiente (aplaudida por el público español pero desdeñada por el europeo) para centrarse en el familiar Sports Tourer, que llega en setiembre, y en el Grand Sport, turismo de cinco accesos con clara impronta cupé. El descuento de unos tres mil euros por lanzamiento hace entrar en razón la tarifa oficial de este debutante, que cuesta entre 28.658 y 41.593 euros (el familiar reclama 1.200 adicionales).

La primera remesa del Insignia aterrizó en el mercado con una importante demora respecto a los deseos de Opel y a los estrenos de sus principales competidores. A pesar de ello, consiguió hacerse con una considerable porción del pastel gracias a sus virtudes. Estas tenían que ver con un esbelto y singular diseño y, sobre todo, con una relación calidad-precio imbatible. Dichos méritos permitieron que la berlina alemana sintonizase con familias y empresas, clientela siempre receptiva a cualidades como el empaque y la rentabilidad.

Así pues, la regeneración del proyecto Insignia se enfrentaba a un doble desafío. Está obligado a superar el pasado, pero también a conquistar nuevos adeptos en un segmento del mercado que, impulsado por el auge de la tecnología, tiende cada vez más a la excelencia. Las primeras impresiones confirman que progresa en la dirección adecuada. Lo malo es que la mayor entidad del producto -propone todo tipo de ayudas a la conducción- repercute en su precio, con lo que el Insignia comienza a salirse de la órbita de la clientela de clase media.

Opel ofrece más y mejor coche que nunca. Para empezar, el Insignia actual gana empaque y robustez, al tiempo que pierde peso. Ha dado un considerable estirón y su eslora ronda los cinco metros -4,90 el cinco puertas y 4,99 el familiar-, lo que lo convierte en uno de los candidatos más grandes de su estamento. Ese aumento de talla, que no complica su manejo, beneficia a los ocupantes. Los de las plazas delanteras encuentran unos magníficos asientos con múltiples reglajes, gracias a lo cual se consigue una postura de conducción cómoda y relajada. Pero la verdadera sorpresa se la llevan los inquilinos de las plazas traseras (hasta tres de cierta corpulencia), que disfrutan de una holgada distancia para las piernas y apenas se ven afectados por la inclinación del parabrisas posterior del Grand Sport; su quinta puerta da acceso a un portaequipajes de 490 litros. En el caso del carrozado familiar, el techo prolongado confiere a la cabina una sensación de desahogo muy superior, al tiempo que fomenta la capacidad de carga (560 litros).