DONOSTIA - No le importa que la gente le pare por la calle, que se arremoline a su alrededor. Es original firmando autógrafos y, no solo no se niega nunca o pone una mala cara, ofrece una caricatura con firma. Tiene los pies en la tierra y no los despega, nada se le ha subido a la cabeza y recuerda a aquel chico que hace años empezaba con sus monólogos en el bar Fox de Urretxu. Jon Plazaola seduce igual en persona que en personaje y es cierto que muchos se dirigen a él como Iñaki y se olvidan del Jon de la vida real.

Sabe que se ha convertido en el chico ideal, el yerno que quieren muchas madres.

-Ja, ja, ja? No exageremos. Iñaki es una buena persona, pero no será para tanto. Es un chaval majo. Es muy bonito, pero ese es Iñaki. No sé si conmigo, con Jon, pasaría lo mismo.

¿No se parece en nada a su personaje?

-Hay cosas que sí tenemos en común. Iñaki no para hasta conseguir lo que quiere, soy muy parecido en eso, me gusta conquistar metas. Pero no soy tan ingenuo como él, soy mucho menos inocente que él

Ha cambiado de la primera temporada a esta.

-Sí, ahora el personaje tiene otros matices más oscuros y eso me da mucho más juego. Estoy disfrutando mucho con este Iñaki algo más decidido, más oscuro, pero con esa ingenuidad y esa bondad que descoloca.

¿Usted es bueno?

-Ja, ja, ja? Creo que sí; sí, pero no tanto

Esta temporada tendría que haberse llamado ‘Aquí arriba’, ¿no le parece?

-Tiene más de Norte que otra cosa esta temporada. Pero es verdad que somos los vascos los que vamos al Sur, somos nosotros los que seguimos liándola allí abajo.

Con los datos de audiencia que está haciendo la serie, supongo que la cuarta temporada estará en la palma de la mano.

-La temporada ha empezado muy bien, con dos semanas por encima del 20%. El arranque es mucho mejor que el de la temporada pasada y estamos expectantes. Recibimos buenas sensaciones tanto de la cadena como de la productora, pero quedan catorce semanas más. Veremos qué pasa.

Trabajo llama a trabajo y usted está teniendo éxito. ¿Le llueven las ofertas?

-Tanto como llover? pero algo hay de cara al verano. Lo importante es que estamos haciendo pruebas, mucho no te puedo contar. Si estás ahí, si estás a la vista, siempre va a haber oportunidades.

Lo que es cierto es que lo suyo es un carrerón, de ser prácticamente un actor desconocido a la fama. Su trayectoria no es la habitual en un actor.

-No lo es, para nada. He tenido esa suerte. Además, estoy rodeado de unos compañeros de los que aprendo todos los días: Maribel Salas, Ane Gabarain, Santi Ugalde, Iker Galartza, Oscar Terol, Gorka Aginagalde? ¡Madre mía! Qué te voy a decir de los del Sur, otra maravilla.

Jacobo Martos, uno de los directores, dice que tienen que parar constantemente la grabación por las risas que surgen de los guiones.

-Hay veces que no puedo mirar a la cara ni a Iker (Galartza) ni a Oscar (Terol) cuando tenemos escenas de la cuadrilla. Miro a Gorka Aginagalde y es una partida de culo de la risa que me da. Lo pasamos muy bien, aunque suene a tópico y típico, conseguimos pasar la pantalla el buen rollo que tenemos.

Supongo que su madre real tiene poco que ver con su madre de ficción, ¿no?

-Ja, ja, ja? No te creas, una madre vasca siempre tiene que ver con otra madre vasca. Son muy madres. Mi madre tiene mucho que ver con la Maritxu implacable. Tengo mucha suerte con mi madre, ella me ha apoyado en todo lo que he querido ser en la vida y estoy aquí por ella.

¿También le apoyó cuando lo dejó todo por ser actor? ¿No le dijo que era una locura?

-Al principio. Cuando iba haciendo monólogos por ahí, sí que me lo decía, me preguntaba a dónde iba, qué quería ser, si no iba a tener un trabajo fijo? Eso era lo típico, es lo que preguntan las madres preocupadas. Me apoyó cuando dije que quería ser actor, confió en mí cuando nos íbamos de gira por cafés teatro. Me lo dio todo.

¿Qué dejó por ser actor?

-No pienso en lo que dejo, pienso en lo que puedo ganar. No me importa mucho lo que se queda atrás. Tengo ambiciones, pero lo que me importa es en qué puedo crecer, qué puedo ganar. Pienso en eso.

Supongo que conoce tan bien Sevilla como Donostia.

-A tanto no llego, pero Sevilla se ha convertido en una ciudad muy importante para mí. La conocí en mayo de 2014 y quién me iba a decir a mí que en noviembre estaría trabajando y viviendo allí abajo durante unos meses. Ahora mismo estamos ya terminando la grabación, es primavera y disfrutamos todos dentro del equipo con las temperaturas sevillanas; es una gozada.

Así que va ser verdad que Sevilla tiene un color especial, ¿no?

-Y un olor. Sevilla es especial, sin olvidar que nuestra tierra es preciosa e incomparable, qué voy a decir yo de Euskadi. He vivido la Feria de Abril y es algo fantástico. Me falta la Semana Santa sevillana, algún día la veré. Lo que no quiero saber nada es de julio y agosto por allí abajo, el calor a plomo no lo quiero, prefiero el sirimiri de allí arriba. El otoño y la primavera en Sevilla y el veranito aquí, en Euskadi.

¿Qué hacía un chico como usted en la facultad de Bellas Artes?

-Buscarse y encontrarse. Yo cuando llegué allí era un comiquero empedernido, me gusta dibujar cómic, caricaturas. Además de hacer un grupo de amigos que aún conservo y es lo mejor que me ha pasado en la vida, en el segundo ciclo elegí una asignatura de cine, conocí a Patxi Urkijo, fue mi profesor y a partir de ahí dije: Perdóneme, esto es lo mío.

Y dejo la carrera por el cine.

-Sí, me llamaron de ETB, poco a poco empecé a trabajar y después me fui a Madrid a estudiar Cine. Las clases de Patxi eran increíbles.