NACIERON siendo grandes impostores y han terminado robando el corazón del público. Son los crossover, también llamados SUV (Sport Utility Vehicles) o, más castizamente, todocaminos. Sucedáneos aventajados de los 4x4 clásicos, imitan la imagen deportiva y aventurera de estos modelos de campo, pero sin renunciar al confort ni a las sofisticaciones propias de los turismos modernos. En los últimos años han copado los catálogos de casi todos los fabricantes y van escalando posiciones en las listas de ventas. Una de cada cuatro personas que hoy compran coche se decanta por alguno de los muchos productos que aplican esta receta de moda.

Un reciente estudio de mercado detecta que calidad y estética encabezan el orden de prioridades de quienes adquieren un vehículo nuevo. No es extraño, por tanto, que los crossover hagan valer los méritos de su fresco e innovador diseño y creen tendencia. Se pueden clasificar en dos tipos: los que llegan del monte a la ciudad y los que cubren el mismo trayecto en sentido opuesto. Los primeros dulcifican siluetas y modales de proyectos con marcada genética 4x4; los otros optan por ataviar con atuendo de campaña variantes de reconocibles turismos o bien nacen ya con expresa vocación urbana.

El objetivo de los fabricantes es similar en ambos casos. Persigue un concepto de coche original e ilusionante. Los SUV o crossover contemporáneos juegan la baza de la imagen y realizan una fuerte apuesta por el diseño. Este fomenta atractivas connotaciones de versatilidad y dinamismo; también se caracterizan por sugerir determinadas potencialidades socialmente bien vistas (libertad de movimientos, contacto con la naturaleza, etc.). Otra cosa es que esas cualidades sean luego aprovechadas por el cliente. De igual forma que nadie circula habitualmente a 200 km/h pero todos preferimos coches con esa agilidad, muy pocos compradores de crossover los adquieren pensando en echarse con ellos al monte.

Curiosamente, estas propuestas de rabiosa actualidad tienen en común con quienes las compran un evidente desapego por los recursos técnicos que garantizan la movilidad fuera del asfalto. Son, cada vez más, automóviles urbanitas con todos los refinamientos que se esperan en una berlina media. Así, muchos ni siquiera contemplan en su catálogo la posibilidad de instalar tracción integral; y, cuando figura, solo una mínima parte de la clienta opta por ella. Al fin y al cabo, ¿por qué pagar más por algo que no piensas utilizar?

Un líder sólido El 20% de los seiscientos y pico mil vehículos matriculados en el mercado español en los nueve primeros meses de este año son estrictamente todoterrenos, más o menos descafeinados. Si a ese contingente se agregan los turismos disfrazados de boyscout, que tienden a imponerse a los 4x4 convencionales, se constata que esta moda pesa entre el 25 y el 30% en la demanda total.

Un vistazo a la lista de ventas revela que entre los veinte modelos más solicitados ya aparecen varias alternativas de este tipo. Y hay que saber que los ‘20 principales’ aglutinan en la actualidad el 46% de las matriculaciones totales. Entre esos favoritos del público figuran tres crossover. Destaca el Nissan Qashqai, en 13ª posición de la clasificación general al acumular más de doce mil pedidos hasta octubre. El cambio de generación que acaba de experimentar no ha hecho sino consolidad su firme posición comercial.

El VW Tiguan (18º), con casi nueve mil operaciones, y el Kia Sportage (20º), que supera las ocho mil, también se ganan el derecho a inscribir su nombre en ese inventario. En la relación de distinguidos se cuelan algunos meses otros modelos de características equiparables. Es el caso del Renault Captur, un producto en claro ascenso, los Peugeot 2008 y 3008, el Citroën Cactus, el Dacia Duster, el Hyundai ix35, el MB GLA, el Nissan Juke, el Opel Mokka, el Toyota Rav4, etc. La escuela de diseño crossover también ha calado en el segmento Premium, en el que brillan los Q de Audi, los X de BMW y los XC de Volvo.