madrid. Que una serie solo haya tenido una temporada de trece capítulos no significa que no sea buena. De hecho, el piloto es magistral. Quienes hayan podido verla en AXN ya saben que Último destino es una producción interesante y original, uno de los mejores estrenos de esta flojísima temporada americana. Salida de la factoría del productor Shawn Ryan, responsable de la mítica The Shield, sufrió las consecuencias de una desdichada ubicación en la cadena ABC que la enfrentó a productos tan consolidados como The Big Bang Theory en CBS y The X Factor en Fox. En el primer capítulo, los espectadores verán cómo tras recoger en alta mar a un comando de fuerzas especiales, un submarino nuclear estadounidense, el USS Colorado, recibe la sospechosa orden de disparar un misil nuclear contra Pakistán. Como no ha llegado por el canal oficial, el capitán decide ignorarla y, ante el ataque de su propio ejército, se refugia en la isla ficticia de Santa Marina. Armados con veinticuatro cabezas nucleares, los oficiales y marineros de la nave toman posesión del lugar constituyendo la nación más pequeña del mundo con armas nucleares e inician una carrera contrarreloj para investigar los hechos y tratar de reencontrarse con sus familias y amigos. ¿Héroes o traidores? Esa es la pregunta que se hacen los espectadores y que según el estricto código militar solo tiene una respuesta.

Aunque en el cine hay bastantes películas ambientadas en submarinos, en la televisión no es un escenario frecuente. De hecho, hay que remontarse a Viaje al fondo del mar en los años sesenta y más recientemente a Seaquest DSV en los noventa y con el padrinazgo de Spielberg. Sin embargo, Último destino no transcurre íntegramente entre las paredes del USS Colorado, sino que sale del agua para pisar la citada isla tropical y también Washington, donde hay muchas dudas sobre la legitimidad del presidente y una oscura conspiración que tarda en concretarse. Las relaciones con los nativos -especialmente el mafioso jefe local-, los intentos de Estados Unidos por adueñarse la isla, el aprovechamiento de potencias como China, los problemas internos en EE.UU. que pueden desembocar en un golpe de Estado, las dudas sobre el bombardeo de Pakistán y sobre la misión de los Seal y, por supuesto, los desacuerdos entre la tripulación e incluso el machismo hacia las pocas mujeres de la nave conforman un entretenido mosaico que va mucho más allá del género bélico, incluso con pequeñas dosis de romance y algún excesillo patriótico casi inevitable en este tipo de producción. En el reparto destaca la presencia de Andre Braugher como el capitán Marcus Chaplin y de Robert Patrick, el cyborg T-1000 de Terminator 2, que aquí es Jack Prosser, el jefe de la tripulación.

Sin embargo, no todo pueden ser elogios hacia una serie pensada para cinco temporadas pero concluida deprisa y corriendo en solo una. Al final los acontecimientos se acumulan sin demasiado fundamento porque hay que cerrar el mayor número posible de tramas. Cuatro añade Último destino a su oferta de intriga militar de la noche de los miércoles en la que figura desde la semana pasada la aclamada Homeland. No es que ambas series estén a la misma altura, pero conforman un bloque entretenido y homogéneo que ofrece mucho más que uniformes y testosterona para espectadores que no se conformen con tramas lineales e intrascendentes.