bilbao. La cuarta generación del CR-V acaba de llegar a los distribuidores Honda. El constructor japonés ha revisado a conciencia su proyecto, aunque modifica más el contenido que el continente. El crossover sostiene el mismo discurso estético pero se afana en pulir su puesta en escena y sus maneras. Conserva la fisonomía de inspiración campera pero disipa el último atisbo de la tosquedad de los 4x4 que le quedaba para convertirse en un SUV equiparable a los mejores turismos de clase media. Entra en acción animado por un motor diésel y otro de gasolina (150 y 155 CV) que ganan en eficiencia; ambos están disponibles con tracción delantera e integral. El CR-V brinda minuciosos acabados y completas dotaciones a partir de 27.200 euros.
Hace ya tiempo que las creaciones con estampa y cualidades de todoterreno conquistaron el corazón de buena parte de la clientela. Por influjo de esta corriente de moda casi todos los constructores de automóviles han terminado por incluir en sus repertorios propuestas de este tipo. Con el tiempo, esos modelos han dulcificado paulatinamente sus modales para adecuarse a las preferencias de unos destinatarios que aprecian la estética de los 4x4 pero precisan sus cualidades trepadoras.
Honda también ha llegado a esa conclusión y la aplica a la última remesa del CR-V. El modelo mantiene una silueta coherente a sus genes alpinos, pero suaviza su temperamento y depura la ornamentación. Es una hábil maniobra de aproximación al comprador de turismos de gama media-alta. Quizá no lo parezca, pero el nuevo CR-V es bastante más coche que sus antepasados. De hecho se podría decir que sintetiza varios automóviles en uno.
El secreto para lograrlo consiste en dosificar su soltura en el monte para ganar cualidades ruteras e incrementar así sus posibilidades como sucedáneo de berlina familiar. El producto contemporáneo no rehuye una pista de montaña ni pone reparos a un viaje con maletas, tampoco desentona en una urbanización de lujo o en el aparcamiento de un centro comercial.
La entrega lanzada al mercado en noviembre comparte casi todo el ADN de la anterior. La evolución formal no traiciona las líneas maestras del diseño, aunque altera imperceptiblemente el envase. El actual es 5 milímetros más corto y 30 más bajo (tiene 4,57 metros de largo, 1,82 de ancho, 1,65 de alto y 2,63 entre ejes); un poco de dieta consigue eliminar 20 kilos. Además de un porte distinguido, esa nueva hechura confiere al CR-V una estimable habitabilidad, sobre todo en las plazas traseras. El hueco de carga, accesible a través de un portón eléctrico, ofrece 589 litros, 65 más que antes.
La calidad de ejecución y la cantidad de equipamiento son las que se esperan en una berlina de entidad. La definición más modesta y asequible de las cinco disponibles sale de fábrica con controles de estabilidad, tracción y remolque, airbags frontales y laterales de cortina, frenos ABS, retrovisores eléctricos, climatizador, radio CD, puerto USB, control de velocidad y llantas de 17". Las terminaciones superiores van incorporando paulatinamente recursos como sensores de aparcamiento, tapicería de piel, proyectores de xenón, navegador, sistema de prevención de choque, alerta por pérdida de trayectoria, etc. Un CR-V con motor gasóleo, tracción total y dotaciones medias (versión i-DTEC 2.2 4WD Lifestyle Navi) sale por 37.200 euros.