Vitoria. Ambos han nacido en Erandio, los dos se dedican a la radio y trabajan en Onda Vasca. Comparten muchas cosas y disienten en muchas también. Begoña Beristain es energía en estado puro, Javier Vizcaíno es pura reflexión. A ella le gusta el día, él es un noctambulo casero. Begoña apuesta por el deporte y sobre este tema Javier corre un tupido velo. A los dos les gusta la política, no desconectan del trabajo fácilmente y les apasiona la radio.
Hablemos de Erandio...
BEGOÑA BERISTAIN: Recordar el lugar en el que pasaste tu infancia es recordar un lugar especial.
JAVIER VIZCAÍNO: Yo debería concretar y, con todo el cariño para los de Behekoa y el resto, quedarme con mi barrio, Astrabudua. En los 70 y 80 no era apto para almas sensibles. Imprimía carácter.
Un lugar de este municipio.
B. B.: Pues fíjate si es rara esta respuesta que te voy a dar. El primer Cuarto de Socorro que hubo en el pueblo. Mi madre fue muchos años la practicanta de Erandio y eso me marcó para siempre como la hija de la practicanta.
J. V.: Uno que ya no existe, el Bar Mezo, al lado de mi portal. A los cinco años, bajaba con un peseta y me tomaba una sidra mientras charloteaba con los parroquianos. Entonces se me daban bien las relaciones sociales...
¿Urbanita?
B. B.: Absolutamente. El campo está bien para un día pero necesito ruido, gente, movimiento a mi alrededor.
J. V.: Porque es lo que me ha tocado, pero no soy militante del asfalto, ni mucho menos.
¿Mar o montaña?
B. B.: Siempre mar. De cualquier lugar y en cualquier estado: plano, revuelto, con olas… el reflejo del sol en el mar mientras se pone no se puede comparar con casi nada.
J. V.: Siempre he temido esta pregunta y ahora sé que es porque no tengo respuesta. Equis.
¿Soledad o compañía?
B.B.: Pues mira, tengo tanta compañía durante todo el día y hablo con tanta gente que los ratos de soledad los disfruto mucho y los uso para meterme en mi mundo, que de vez en cuando también hay que alimentarlo.
J. V.: Necesito mi espacio, pero más tener cerca a las personas que quiero.
¿El día o la noche?
B. B.: Según para qué, claro, pero en general soy más de día que de noche.
J. V.: Yo soy noctámbulo, pero casero. Siempre me he acostado a las mil y ahora mi horario me da una coartada para hacerlo.
¿Televisión o radio?
B. B.: Rotundamente radio. En secreto, ni en mi propia casa sé muy bien como poner la tele. Hay tantos mandos y tantos botones que como no me interesa mucho no sé como usarlos. Por la noche le escucho a Vizcaíno.
J. V.: Fui radioadicto pero, aunque tire piedras contra mi propio tejado, confieso que dejé de serlo. De la tele, me quedo con un puñado de series... que en realidad veo en el ordenador.
¿Qué tipo programas escuchan?
B. B.: Escucho sobre todo informativos y magazines. Los informativos para estar al día siempre de lo que pasa y los magazines para saber qué hacen los compañeros, de nuestra casa o de otras.
J. V.: Cualquiera que no tenga grandes ínfulas ni me hable por encima del hombro. Me gusta la radio sencilla, directa y hecha con cariño. En Onda Vasca hay unos cuantos programas así.
¿Qué echan de menos en sus programas que realizan?
B. B.: En el de La tarde no cabe nada más. Casi no me da tiempo a despedir a un invitado cuando ya entra otro. Pero siempre se echan de menos más recursos humanos; cuantas más cabezas piensen mejor saldrá el programa.
J. V.: Tal vez algún espacio que le haga una finta a la actualidad y se vaya por su propia petenera.
¿Se imaginan un día entero sin poder escuchar la radio?
B. B.: No recuerdo ninguno así. Fijate, durante mis vacaciones tenia problemas para sintonizar bien la radio. Pues con estas aplicaciones de ahora se acabó el problema. Me bajé una que me permitía escuchar muchísimas emisoras, incluida Onda Vasca, en cualquier parte del mundo.
J. V.: Por supuesto. Y dos. El tercero ya se me haría raro.
Si tuvieran que inventar un nuevo programa para la radio...
B. B.: A mí solo me falta probar la noche. No estaría mal saber cómo es trabajar de noche. Me adaptaría, pero creo que tengo demasiada energía para eso; nadie conciliaría el sueño conmigo. Creo, claro, que puede haber gente a la que yo le aburra soberanamente.
J. V.: Para empezar, no lo haría solo. Necesitaría un puñado de personas de diferentes edades y gustos estrujándose la masa gris junto a mí.
¿Cuántos aparatos de radio tiene?
B. B.: Ahora mismo cuento siete.
J. V.: Llegué a tener doce o quince. Ahora me sobra con dos, además del ordenador y, para casos excepcionales, la que tengo en el teléfono móvil.
¿Desconectan del trabajo?
B. B.: No. No sé si esto es bueno o es malo, pero no desconecto nunca. Siempre veo cosas que me parecen aprovechables para el programa, si hablo con alguien siempre me parece que lo que me cuenta podría servirme…
J. V.: En temporada soy incapaz, pero es porque mi trabajo trata de la vida y no puedo abstraerme de ella. En vacaciones, como he contado en alguna columna, he aprendido a hacerme a un lado.
¿Son críticos?
B. B.: No es ser críticos sino saber cuando has hecho bien o mal las cosas. Me fastidia que una entrevista me salga mal porque sé que me ha salido mal. O que un programa no quede redondo. La perfección no existe, claro, pero cuando te sale un programa hilado, bien contado, que sabes que ha estado bien, la satisfacción es enorme.
J. V.: Rotundamente sí. Por fortuna, siempre te queda el día siguiente para olvidar la cantada del anterior.
¿Hay vida sin radio?
B. B.: Para mí no. No solo es mi trabajo; es mi forma de vivir la vida.
J. V.: La hay, pero tan aburrida e incompleta como sin el resto de ingredientes de la vida.
Época electoral, ¿cómo va a influir en sus programas?
B. B.: Nosotros vamos a estrenar un espacio en el que Jose Ramón Blazquez, un colaborador valiosísimo de La tarde, analizará los gestos de la campaña. Se va a llamar La campaña indiscreta.
J. V.: En Gabon, de lleno; aunque intentaremos, como siempre, servirla a nuestro modo. Es la actualidad que encontraremos en el mercado, pero la receta seguirá siendo la nuestra.
¿Les gusta la política?
B. B.: Sí, sí. Desde que nos levantamos todo es política y me interesa lo que se cuece en cada partido y lo que significa cada decisión.
J. V.: Por alguna inescrutable razón, todavía sí.
¿Deportista?
B. B.: Hora y media diaria de ejercicio cinco días por semana. Me carga la pila para el resto del día.
J. V.: Ejem, ¿por qué no me preguntas otra cosa?
¿Qué música pondrían en su vida?
B. B.: A la vida hay que echarle mucho rock and roll.
J. V.: Va por épocas. Ahora mismo, la Milonga del moro judío, que hizo Jorge Drexler a partir de unos versos que le tomó prestados a Chicho Sánchez Ferlosio.