vitoria. Rosa María Calaf lleva casi cuatro años jubilada y sigue en primera línea de la profesión, aunque nada que ver con su actividad de corresponsal de TVE en el extranjero. El periodismo le ha llevado a estar en más de noventa países. Le preocupan los momentos de incertidumbre que se ciernen sobre las televisiones públicas, a las que ella defiende en tanto y cuanto cumplan su función de servicio en información y entretenimiento. Alerta sobre la salud del periodismo, su espectacularización y la pérdida de calidad. "El periodismo nunca ha sido fácil", comenta. Calaf ha participado en una de las jornadas de Gutun Zuria en la Alhóndiga de Bilbao.
¿Echa de menos el trabajo?
Muy poco, quizá cuando pasa algo en algún país, pero nada más. Yo también estoy sorprendida, siempre pensé que iba a echar el trabajo más de menos. Supongo que es porque no soy de mirar hacia atrás, nunca lo he sido. Siempre me interesa lo que tengo delante. Tengo la fortuna de tener muchas cosas que hacer y una cosa va por la otra. Tengo la sensación de estar en primera línea del periodismo de otra manera; todo son etapas.
Tiempos duros para el periodismo, ¿no cree?
El periodismo nunca ha sido fácil. Tenemos una profesión que a muchos no les gusta, digamos que tenemos que buscar lo de atrás, lo que está oculto. Estamos muy metidos en el mundo de los secretos y las mentiras. Ahí es donde tenemos que jugar los periodistas, y en toda la historia de la humanidad han intentado no dejarnos ir más allá.
Cómo está su antigua casa.
Yo la considero mi casa. Me ocurre que a veces cuando llamo y estoy distraída digo: Rosa María Calaf de Televisión Española. Por lo que me dicen mis compañeros de TVE está mal, sobre todo porque no hay nada peor que la incertidumbre.
El Partido Popular está dispuesto al cierre o la privatización de las televisiones públicas.
Estoy totalmente en contra porque soy una gran defensora de los medios públicos de comunicación, de la sanidad pública, de la educación? Son derechos básicos y hay que garantizarlos a aquellos que no van a tener la posibilidad de garantizárselos por sí mismos. Una televisión pública que ejerza como tal y tenga como objetivo el servicio público es necesaria.
Siempre planea sobre las televisiones públicas la amenaza de una presión gubernamental. ¿Se notaba también cuando usted estaba en activo?
Siempre. Quizá no lo notaba tanto yo en la esfera de internacional, pero en la información nacional ha habido épocas en las que ha habido mucha presión. La última etapa ha sido de las mejores de toda la historia de la televisión pública en cuanto a independencia. Pero es cierto que hay una cierta idea de que la televisión pública es televisión gubernamental. Eso es absurdo, la televisión pública es una televisión de todos.
¿En cuántos países ha estado?
Como Rosa María Calaf he estado en ciento setenta y cuatro países y como Televisión Española como en unos noventa y pico. El último destino fue en la oficina Asia-Pacífico. La primera etapa fue Hong Kong como base en 2007, antes de los Juegos Olímpicos, nos trasladamos a Pekín.
¿Algún país que le impresione más que otro?
Depende. Yo llegué a la Unión Soviética para abrir la oficina allí de Televisión Española, empezaba Gorbachov y todo era una sorpresa continua. No era lo que habíamos esperado, era un gigante con pies de barro. Era difícil hacer entender lo que estaba pasando allí. Ir a Corea del Norte y encontrarte que es un parque temático estalinista, no es una sorpresa.
Pionera en el mundo informativo en muchas áreas.
Fui la primera mujer reportera de calle en la radio. No había unidades móviles y las primeras llegaron a Radio Nacional y buscaban una mujer porque todo eran hombres y allí entré. Siempre he sido pionera en el sentido de que a los catorce años ya me mandaron a estudiar fuera, era una niña en esa época, estamos hablando de los años 50. Después, a los diecisiete años fui en autostop a Suecia.
La mayoría de edad era a los 21...
No era muy normal que te fueras de viaje por Europa, aunque entonces se podía hacer autostop sin problemas. Siempre fui la primera en hacer cosas, pero se lo debo a la familia, a mi padre y a mi abuelo materno.
La vida nómada que ha llevado tiene que condicionar mucho las relaciones personales. ¿Muchas renuncias en su vida?
Yo no he sentido que haya renunciado a nada porque nunca quise tener una familia al uso. Desde muy pequeña siempre pensaba que nunca iba a tener hijos. Siempre tuve claro que tener hijos era muy importante y lo que no podía hacer es que fuera secundario, si se tienen es para ocuparse de ellos y para mí mi trabajo era prioritario. No hubiera sido nada justo tener hijos y no me veía capaz de hacer las dos cosas. No digo que no sea compatible trabajar y tener familia, eso sí con dificultades. Lo que no era compatible era con lo que yo hacía, marcharme de casa un día y no volver en tres meses. No he tenido sensación de haber sacrificado nada y nunca me he arrepentido.
¿También es difícil a nivel de pareja?
Es difícil, pero es distinto. Mis compañeros sabían lo que tenían, yo soy así y no voy a cambiar; o me tomas o me dejas. Son parejas un poco especiales. Mi relación más larga fue de quince años y estábamos muchísimo tiempo sin vernos. Él también viajaba mucho, era realizador de televisión. Decidimos dejar de ser pareja, pero seguimos siendo amigos y los viajes que hago ahora durante tres meses en coche, los hacemos juntos.
Las mujeres hemos llegado en masa al mundo del periodismo, pero seguimos?
?en la tropa. Pero no solo ocurre en el periodismo, se ha avanzado mucho y queda muchísimo por hacer.
Se dice que la culpa la tenemos nosotras por priorizar la familia, ¿usted qué cree?
En algunos casos es posible que sí, pero no se puede generalizar. La sociedad no está cambiando de mentalidad. Tú a un hombre no le preguntarás nunca con un cargo alto qué va a hacer para conciliar con su familia, y a una mujer sí. Esos parámetros hay que cambiarlos y hay que cambiarlos en la sociedad, no es una cuestión solo de leyes. El acceso a la universidad es para todos igual, pero también los salarios tienen que ser iguales.
Volvamos a la profesión, ¿cómo ve el periodismo en estos momentos?
El periodismo escrito en papel y las webs, me refiero al periodismo serio, se ve muy influenciado por lo que ha pasado en televisión. Esa espectacularidad en la televisión, ese objetivo por conseguir la audiencia y el dinero, son condicionantes que hacen que la calidad se reduzca y se resienta. Ya no se persigue la excelencia informativa.
No quiero entrar en la polémica de Sara Carbonero, pero ¿cómo ve que en la mujer periodista el físico sea el valor principal, sobre todo en televisión? ¿Se prioriza más ahora que antes?
Mucho más. Una mujer con un gran talento es muchas veces contratada no por el talento, sino por la apariencia física. Esa misma persona, con el mismo talento, si no tuviera esa apariencia física no estaría ahí.
¿Se malinterpretaron sus palabras sobre Sara Carbonero?
No se han malinterpretado. Se han interpretado mal adrede porque se busca lo que impacta y no lo que importa. Estamos siempre en una cultura de confrontación. Lo que dije lo he dicho mil veces y nunca ha salido. Ni ella ni yo somos relevantes en esa información, la gente tendría que movilizarse y preocuparse por la salud del periodismo. Lo que tenía que haber provocado el debate es si estamos bien informados o no. Esa es la cuestión. El periodista me preguntó qué opinaba del fenómeno Sara Carbonero, contesté, pero yo jamás mencioné su nombre.
¿Cuál fue su respuesta exacta?
Que es un ejemplo de la espectacularidad de la información, de la banalización de la información. Y dije: esto no es contra ella. No he criticado nunca a Sara Carbonero, puede hacer lo que le dé la gana, a mí qué me importa. El debate no somos ella y yo, el debate es la salud de periodismo.