vitoria. En esta etapa Jon Sistiaga quiere hacer periodismo de perplejidad y que al espectador le cueste creer que lo que ve es real, que existe en alguna parte del mundo.
Hermida tuvo un programa con su apellido y Ana Rosa tiene uno con su nombre, pero con nombre y apellido solo usted...
(Se ríe) Bueno sí, abruma un poco. En la cadena han entendido que responde a una trayectoria y a una forma de contar las cosas que se identifica con mi personalidad o mi forma de entender el reporterismo. Es verdad que aquí no es habitual este tipo de formatos, pero en EEUU o Gran Bretaña sí es normal que algunos reporteros pongan nombre a su colección de reportajes.
Parece justo porque al fin y al cabo usted es el productor, el director, el guionista, el reportero...
Sí, pero siempre queda la sensación de que los demás pueden acusarme de protagonismo, de vanidad... y no es así. Si tienes una trayectoria, cuando una cadena te ficha al fin y al cabo ficha tu nombre, tu marca, tu forma de entender las cosas. Poner mi nombre ha sido una decisión de cadena y es una especie de declaración de intenciones de algo que yo siempre he defendido: no existe la objetividad en el periodismo, ni en los periodistas, ni en las empresas periodísticas. De esta manera, al que no le gusten los reportajes que hace Jon Sistiaga, los temas o la forma en que lo cuenta, pues ya sabe que puede cambiar de canal.
Es partidario de aparecer en sus reportajes y algunos colegas le critican por eso...
Yo he decidido utilizar un tipo de periodismo que es una evolución de lo que he visto en los últimos años. Al volver de estos trabajos la gente pregunta cosas como qué comíamos allí o cómo lavábamos la ropa. Quiere saber más, son esos dvd's extra que se suelen poner en la web y que yo intento meter ya en el reportaje. Que se vea que al final el soplo bueno me lo ha dado el camarero del hotel o que me he metido en un volcán y me saco a mí mismo diciendo que es horroroso. Si me saco sufriendo no es porque me guste verme feo y con los ojos rojos, sino porque he entrado hasta allí y quiero demostrar que no he llegado en helicóptero o por ósmosis. Que la entrada está a tres mil metros y he subido durante cuatro días seguidos andando y sudando como un cabrón. Que las cestas de azufre pesan mucho de verdad o que el humo es irrespirable y necesito una máscara antigás porque me ahogo.
Además ha acuñado el nombre de un nuevo género que no se estudia... el 'periodismo de perplejidad'.
(Ja,ja,ja) A mí me gustaría titular los reportajes con un "no me lo puedo creer" o un "no me jodas", que es esa expresión que usamos todos y que decimos también los periodistas cuando tenemos delante una historia increíble por difícil, por absurda, por dramática, por complicada, por lo que sea..., cuando se te queda esa cara de perplejidad, de "no me puedo creer lo que estoy grabando". Mi intención es buscar ese tipo de historias. Me gustaría hacer una especie de cartografía humana, recorriendo lugares donde a las personas se les pone al límite y tratar de ver por qué está ocurriendo eso.
¿'Periodismo de perplejidad' frente a 'periodismo de frivolidad'?
Yo no lo contrapongo. Cada uno hace el género que quiere o que le dejan hacer. La expresión periodismo de perplejidad quiere decir que se va a optar por temas que sean sorprendentes, impactantes, casi increíbles para el público al que me dirijo. Pero sí es verdad que en estos últimos años el periodismo en televisión se está frivolizando demasiado porque hay mucha competencia, porque hay demasiadas cadenas, porque hay que rellenar demasiados informativos y demasiadas tertulias y porque se ha dado carta de naturaleza a confundir lo que yo llamo el verdulerismo con el periodismo.
Ha empezado en Indonesia, seguirá en Tanzania y después en México. Un reportaje por continente, ¿es casualidad?
Bueno, el tercero está preproducido pero todavía hay que ponerlo en marcha. Tengo otras opciones. No es que tenga idea de moverme por continentes, pero sí que las historias sean muy diferentes entre sí. No tiene nada que ver un minero que se juega la vida en un volcán en activo, con una mujer albina que ha sido violada porque creen que eso cura el sida, o con un inmigrante salvadoreño que intenta cruzar México para llegar a Estados Unidos, o con un campesino ucraniano que ha decidido quedarse a vivir al lado de Chernobil sabiendo que hasta dentro de 24.000 años no podrá cultivar allí una berza. Voy a intentar buscar historias que a mí me sorprendan, me impacten y tengan la potencia suficiente para encandilar al espectador. Me da un poco igual el lugar en el que estén.
En el reportaje emitido esta semana, 'En las puertas del infierno', hay un momento en el que reflexiona acerca de que "por tan poco se pueda sufrir tanto". Usted lo pasó realmente mal en el Kawah Ijen...
Bueno, en mi caso el padecimiento también va en el sueldo y creo que para hacer este tipo de reportajes te tienes que meter hasta dentro. Si tus protagonistas sufren inhalando azufre, tú debes hacerlo también. Si tu protagonista suda en el desierto mientras intenta llegar a Estados Unidos, pues tendrás que ir con él para percibir esas sensaciones y no quedarte en lo que te han contado unos cuantos testigos en el hall del hotel. La implicación es una de las banderas de este tipo de reportaje.
También sufriría su orgullo porque un tío más flaco que usted levantaba 80 kilos de azufre tan ancho...
(Se ríe) Lo intenté cuatro veces y puse la imagen en la que me vi menos ridículo (ja,ja,ja) porque las otras eran bastante peores.
¿Cómo es posible que la compañía minera le dejara rodar allí dentro?
Pues porque nos hicimos pasar por turistas, fuimos haciéndonos los longuis hasta que tuvimos todo el material y luego ya fuimos a pedir permiso. En estos reportajes en los que hay una denuncia, o por lo menos un intento de reflejar una realidad que alguien no quiere que se muestre, necesitas utilizar unas técnicas no siempre demasiado ortodoxas porque siempre va a haber alguien a quien no le hagan ninguna gracia. Una de las herramientas del periodismo en este tipo de sitios es la hipocresía. Nadie se infiltra diciendo quién es.
¿Cuántos temas se le caen antes de sacar los billetes de avión?
Justo antes no muchos, porque se ve antes. Yo pongo en marcha tres o cuatro temas simultáneamente, de los que voy haciendo gestiones. Van cogiendo forma y ya sabes si no es tan temazo como parecía, o si es mucho más complicado, o si solo da para veinte minutos... Vas desbrozando esas historias hasta que al final te quedas con uno o dos que se pueden activar. A partir de ahí elijo el que quiero hacer y arranco.
¿Con qué factores hace su elección?
Hay que hacer una ecuación casi siempre entre la potencia visual del tema, la importancia que puede tener para tu público, las necesidades de producción (permisos, tiempo...) y, por último, la cuarta pata: el presupuesto.
¿Cuántas horas de grabación necesita para 50 minutos de reportaje?
Acabo de volver a Tanzania y he grabado 16 horas. Ahora hay que minutarlas, transcribirlas; lo que puede suponer una semana de trabajo pegado al ordenador repasando todo. Es la parte más ingrata: volver a ver todo lo que has grabado y decidir qué planos entran, qué parte de la entrevista vas a usar, etc. Luego estás otra semana escribiendo los treinta folios que te pueden salir de cada reportaje y después tienes otras dos semanas por lo menos para editar todo el material.
¿Cómo tratan los reportajes las televisiones españolas?
En las cadenas comerciales es un género menor que se considera exclusivamente una apuesta de prestigio. Y al final, el prestigio acaba confrontándose con la rentabilidad y la monetarización. En ese reto siempre acaba perdiendo el prestigio y hay alguien que decide que no se hacen más reportajes o que se emiten a la 1 de la madrugada porque hay otros programas que duran mucho más y cuestan mucho menos, aunque empobrezcan el nivel intelectual de la audiencia.
En otros países europeos o en EEUU, ¿nos llevan mucha delantera en este campo del periodismo?
Muchísima. En Francia, Bélgica, Alemania, Suiza o Gran Bretaña prácticamente todas las cadenas tienen formatos de este tipo, unos más audaces y otros más ortodoxos.
¿Cómo están influyendo las nuevas tecnologías en la información?
Si los periodistas no nos damos cuenta de que internet ha venido para quedarse y es una herramienta más de trabajo, nos va a ir mal. Tenemos que asumir que somos muchos para informar y tenemos muchas fuentes. Esto no debería depauperar la calidad del periodismo, pero lo está haciendo. Es un error que vamos a tener que pagar dentro de unos años. Ahora se da categoría de información a cualquier cosa que se cuelga en YouTube y se considera un titular cualquier rumor que corre de forma viral por la red. Vivimos a tal velocidad que es imposible frenar en el peaje del contraste y preguntar si las cosas son así y de dónde vienen. Pensamos que como esa información ya la ha dado alguien antes, ése la habrá contrastado, y no es así. Uno se pone a pensar y se pregunta también cómo hacíamos periodismo antes, cuando no había Google (se ríe).
¿Tiene confianza en las nuevas generaciones de periodistas?
Creo que sigue habiendo jóvenes profesionales que tienen muchas ganas de trabajar y se están cultivando en los pilares de cómo hacer buen periodismo. ¿Qué ocurre? Que si les pagan 800 euros al mes por meter 14 horas diarias, al final hacen dejación de sus funciones. Estamos empobreciendo tanto la profesión que después no podemos exigir excelencia cuando son las empresas periodísticas las que no fomentan el buen hacer.