La primera parada fue en Niort, Nueva Aquitania, donde aprovechamos la tarde para pasear por su centro histórico y buscar sus legendarios dragones, y nos sorprendimos con el terraceo y la actividad social que había junto a Les Halles (el mercado)

La leyenda local de los dragones está ilustrada en la céntrica calle de Amable Ricard con cuatro dragones de bronce cuyo cuerpo entra y sale de la tierra. Esta leyenda cuenta que una serpiente alada que se escondía bajo tierra devoraba a los habitantes de Niort y un soldado condenado a muerte, para salvar su vida, encontró su escondite y la mató, y cosas del destino quizás, en el último momento la serpiente le mordió y acabó con su vida.

La catedral de Rouen. Ángel Pereiro Senovilla

Al día siguiente, de camino a Rouen, decidimos parar en Le Mans, una decisión muy acertada y una ciudad a la que volveremos con más tiempo. Llegamos cuando había mercado de frutas, verduras, carne, pescado y antigüedades detrás de la imponente catedral, y paseamos por su centro histórico lleno de preciosas casas medievales. La catedral de Le Mans es realmente impresionante por su magnitud, el órgano que hay en una de sus entradas, y las vidrieras, que nos recordaron a las de la catedral de León.

Una vez en Rouen nos alojamos en un curioso piso industrial en un barrio con color y olor africanos. En esta ciudad que discurre a orillas del Sena también hay una catedral espectacular que fue obsesión de Monet, quien la retrató en muchos de sus cuadros y donde está enterrado el corazón de Ricardo corazón de León. En esta ciudad de los cien campanarios fue juzgada y quemada Juana de Arco; también se encuentra el monumento judío más antiguo de Francia, la Maison Sublime y el Gran Reloj, cuyo mecanismo que funcionó hasta 1928 es uno de los más antiguos de Europa.

El museo de Sammy Miller. Ángel Pereiro Senovilla

El museo de Sammy Miller

El viaje en tren hasta Folkestone es fantástico y muy corto. La conducción desde ahí hasta Emsworth, a las afueras de Portsmouth fue un poco una pesadilla, no por tener que conducir por la izquierd,a sino por el tráfico, las zonas en obras y los atascos. 

Ya instalados en una cottage inglesa (casa de pueblo tradicional), descansamos y al día siguiente fuimos a visitar el museo de Sammy Miller, atravesando el New Forest y con un tiempo en el que llovían –como dice la expresión inglesa– gatos y perros. Este museo es una verdadera joya en el mundo de las motos y Miller, con noventa años, sigue trabajando en su taller. Por la tarde cenamos a la hora inglesa, las seis, en un pub rural tradicional y por supuesto probamos su pie y sus fish and chips caseros.

Al día siguiente, sábado seis de julio, fuimos a Portsmouth a ver la Parade (nuestro 28J) una celebración llena de música, colorido y diversión, bastante más que en Vitoria. El año que viene la celebración nacional del día del orgullo queer se celebrará en esta ciudad. Visitamos el puerto viejo donde se pueden ver desde barcos antiguos como el de Enrique VIII a modernos portaaviones que sorprenden por sus dimensiones. 

Puerto antiguo en Portsmouth. Ángel Pereiro Senovilla

La ciudad de Portsmouth –y es ciudad porque tiene catedral– surgió alrededor del puerto y fue una zona muy pobre, por eso muchas personas fueron a trabajar en el Titanic, que salió de Southampton y que como sabemos no volvieron. De aquí partieron también muchos soldados que fueron a luchar a Normandía y vivieron celebridades como Arthur Conan Doyle y Charles Dickens. 

La isla de Wight

La isla de Wight, la más grande de Inglaterra, está muy cerca y se puede ver muy bien desde la playa. Se puede cruzar en ferry y en hovercraft, una embarcación que planea sobre el agua, un aerodeslizador que se mueve lanzando un chorro de aire contra una superficie generando un colchón de aire que te lleva a la isla en tan solo diez minutos.

Cerca de Portsmouth está Arundel, un pequeño pueblo famoso por su castillo (se ve majestuoso en el trayecto por la carretera nacional de Folkestone a Portsmouth) y por su catedral. Coincidió además que el domingo que fuimos se celebraba un mercado medieval auténtico: una de las mejoras cosas era, por ejemplo, que quienes lo organizan lo hacen como afición y se nota; te acercas a las cocineras que están preparando la comida para la gente voluntaria y te explican qué y cómo se comía en el medievo, o cómo se usaban las hierbas medicinales, y de la misma forma con otros gremios. 

También se puede practicar tiro con arco, con hacha o caligrafía medieval. El castillo está habitado por el duque de Norfolk y se pueden visitar estancias actualmente en uso y que mantienen el carácter y contienen piezas de arte y mobiliario muy interesantes y valiosas. 

No hay que marcharse sin visitar los jardines, con sus flores y el huerto que abastece al castillo. Para cerrar un día lleno de actividades nos tomamos una cerveza en un pub al lado del río Arun, donde había mucha gente cenando en familia, algo típico en Inglaterra los domingos.

Visita relámpago a Londres. Ángel Pereiro Senovilla

Londres, la gran ciudad

Llegó el momento de ir a la capital porque no daban lluvia ese día. Es muy conveniente salir entre las seis y siete de la mañana o después de las nueve para evitar el tráfico agobiante. Aparcamos en el barrio Sij, a las afueras,y cogimos la nueva línea de metro Elisabeth para ir al centro en veinte minutos. Una vez allí caminamos para visitar los lugares emblemáticos de Londres: el Big Ben, la torre de Londres, Picadilly Circus, Covent Garden, Buckingham Palace, Trafalgar Square, Soho, etc. 

El ritmo cambia y se transforma en el de una gran ciudad, rápido y bullicioso. Comimos en un restaurante hindú porque los mejores están en la capital y cenamos en el mercado Seven dials de Covent Garden. Sin duda Londres requiere de varios días para ser visitado y se nos quedaron muchas cosas en el tintero.

La lluvia no deja paso al sol y decidimos tomarnos un día tranquilo en Emsworth, paseamos por su puerto donde se practican deportes acuáticos y cogimos un tren a Chichester donde visitamos la catedral que tiene muchas curiosidades como el homenaje que esconden sus paneles de madera y las pinturas de Sutherland; el anillo de Arundel o la torre medieval pero lo más interesante fui descubrir un pub dentro de una iglesia magnífica, donde nos contaron que en esta ciudad se celebra uno de los mejores y más auténticos mercados navideños.

Hacia Stonehenge

Por fin el tiempo mejora y con él viajamos a Salisbury y Stonehenge. La primera es una bonita ciudad para pasear por su casco histórico y donde es imprescindible ir a la catedral, cuyas obras se iniciaron en 1220, y no en el emplazamiento actual, sino donde cayó la flecha que lanzó uno de los mejores arqueros del reino, tal y como explican en la visita. No tiene cripta porque se asienta en una zona pantanosa y eso es precisamente lo que de le da estabilidad, aunque cuando añadieron su aguja –la más alta de Gran Bretaña con 123 metros– tuvieron que reforzar sus arcos puesto que supuso un peso añadido de 6.500 toneladas

La ultima inundación ocurrió hace unos 100 años y actualmente hay protecciones que las evitan, el peligro sería realmente que se quedara sin agua bajo sus cimientos. 

En 1991 fue la primera catedral de Inglaterra en contar con un coro profesional de niñas y su reloj mecánico en funcionamiento es el más antiguo del mundo, además de guardar la Carta Magna que defendía la igualdad, libertad y justicia. 

Muy cerca está Stonehenge, un lugar muy turístico (recibe un millón de visitantes al año) y uno de los monumentos megalíticos más famosos del mundo construido hacia el 3100 a.c. Lo más impresionante fue descubrir que ya en aquella época recibía visitantes de la Europa continental, aunque no por motivos turísticos evidentemente. Cuando se encontraron restos de cremaciones cobró fuerza la teoría de que era un centro ritual de un sistema religioso asociado al movimiento del sol y la luna.

Nos acercamos al final de la estancia en Inglaterra y al inicio del viaje de vuelta, y con un sol fantástico visitamos la costa jurásica y durdle door, un lugar precioso que también recibe muchas visitas. Un poco de playa y después a Bournemouth, que no es bonito, pero quería verlo casi treinta años después de haber vivido allí. Para cerrar el día cenamos en un restaurante turco-griego en Portsmouth que resultó ser extraordinario. 

Y para acabar, el último día y con poca lluvia, una ruta circular por el New Forest, uno de los parques naturales más pequeños del país que fue zona de caza de William el conquistador y donde se pueden ver ciervos, ponis y caballos salvajes, incluso por las calles de sus hermosos pueblos como Lindhurst o Brokenhurst.

De vuelta a casa

El camino de regreso, de nuevo en dos etapas, la primera en Abbeville y la segunda en Ruffec, pero con una visita previa en Folkestone, donde está el memorial a la gran batalla inglesa de carácter aéreo que supuso la primera derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. 

A ambos lados del canal de la Mancha hay numerosos monumentos que recuerdan la gran cantidad de vidas sacrificadas en la II Guerra Mundial. Viajar también es una oportunidad para conocer la historia, que desafortunadamente se repite una y otra vez en su parte más cruenta, olvidando principios como los de la Carta Magna: igualdad, libertad y justicia.