- Italia entró desde ayer en lo que se denomina el semestre blanco, los últimos seis meses del mandato del presidente de la República, Sergio Mattarella, en los que no se pueden disolver las Cámaras del Parlamento y convocar nuevas elecciones, y comienzan los juegos políticos para elegir a un nuevo Jefe de Estado. Una norma que puede condicionar las aspiraciones y el futuro político del actual primer ministro Mario Draghi.
La regla del semestre blanco está contenida en el artículo 88 de la Constitución que contiene la prerrogativa del presidente de la República de disolver las Cámaras o incluso una de ellas, pero que no “podrá ejercer esta facultad en los últimos seis meses de su mandato” mientras que en 1991 se introdujo la excepción de que este “coincida total o parcialmente con los últimos seis meses de legislatura”.
Básicamente, el semestre blanco fue concebido como “una precaución” para evitar lo que se definió en su momento como un “golpe de estado legal” pues el jefe de Estado podría disolver las Cámaras cerca del final de su mandato con el objetivo de elegir a un presidente que da continuidad a su mandato o incluso la reelección.
En concreto, fue el sardo Renzo Laconi, histórico diputado comunista, quien presentó la enmienda que introduciría el semestre blanco durante los trabajos de la asamblea constituyente.
Durante el semestre blanco, casi siempre se temen las crisis políticas, precisamente por la imposibilidad del presidente de la República de disolver las Cámaras por lo que los partidos se sienten más libres incluidos los que forman parte de la mayoría gubernamental.
Por ello, algunos medios de comunicación italianos lanzaron ayer la hipótesis de que la amplia mayoría con la que cuenta el primer ministro Mario Draghi para gobernar pueda sufrir algunas bajas durante las votaciones en el Parlamento -sobre todo por parte de la Liga dirigida por Matteo Salvini o el Movimiento 5 Estrellas liderado por Giuseppe Conte- a la hora de votar leyes controvertidas como la que regulará delitos por homofobia.
Asimismo, después de que Mattarella haya reiterado que no está dispuesto presentarse a un segundo mandato en febrero de 2022, cuando terminará su septenio, se abre un periodo de incertidumbre ya que todos apuntaban como su sucesor a Mario Draghi, el actual presidente del Gobierno elegido precisamente para impulsar un proceso de reformas con el que sacar al país de la crisis derivada de la pandemia.
La posibilidad de poder repetir mandato, como ya ocurrió con Giorgio Napolitano en 2015 cuando accedió a repetir el septenio en un momento de bloqueo político, o al menos algún año más, habría permitido a Draghi llegar al final de la legislatura en 2022 y concluir el proceso de reformas vinculadas a las ayudas del Plan de Recuperación europeo y posteriormente pensar en poder ser elegido jefe de Estado.
Pero si finalmente Mario Draghi es el indicado para ocupar el palacio del Quirinal, sede de la jefatura, eso supondría tener que convocar unas elecciones anticipadas.
En una reciente entrevista concedida al diario Corriere della Sera, el ministro de Desarrollo Económico y número dos de la ultraderechista Liga, Giancarlo Giorgietti, explicó que la posibilidad de Draghi como Jefe de Estado “es políticamente un problema grave” pues actualmente existe “una mayoría anómala no de unidad nacional, sino en torno a una persona que es Mario Draghi”.
Por ello, Giorgietti aseguraba que “si Mario Draghi decide ir y convertirse en presidente de la República no veo cómo el Gobierno podría seguir adelante”, y añadía, además, que en ese caso “no habría alternativas y habría que devolver la palabra a los italianos”.