- En un fin de semana que se preveía festivo para Irlanda del Norte, con actos conmemorativos del 23º aniversario del acuerdo de paz del Viernes Santo, la provincia británica se prepara para afrontar más disturbios, a pesar de los esfuerzos de los líderes políticos para evitar una escalada de la violencia.
La Policía norirlandesa (PSNI) advirtió ayer que “está al tanto” de las intenciones de ciertos grupos para organizar “más protestas” en los próximos días, que “podrían desembocar” en enfrentamientos con las fuerzas del orden, si bien descartó que estén dirigidas por paramilitares lealistas.
El número dos de la PSNI, Jonathan Roberts, lanzó ese aviso tras confirmar que dos personas fueron detenidas y 19 agentes resultaron heridos en los disturbios ocurridos el jueves por la noche en Belfast, cuando los agentes intentaron dispersar a los manifestantes con cañones de agua, la primera vez en seis años que recurre a esa táctica de control, por la gravedad de la situación.
La violencia callejera comenzó el pasado 29 de marzo en zonas protestantes-unionistas de la capital, pero sus provocaciones lograron que en los últimos días se extienda a barrios católicos-nacionalistas, hasta elevar a 74 el número total de policías heridos.
Por ello, el Sinn Féin, antiguo brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), dijo que prevé un fin de semana “muy difícil”, ante la posibilidad de que los disturbios lleguen a más localidades de la provincia.
Su presidenta, Mary Lou McDonald, aseguró que las protestas, alentadas, según ella, por grupos paramilitares lealistas, están “organizadas deliberadamente” para “aumentar al máximo” la tensión no solo ahora, sino de cara al verano, coincidiendo con el comienzo de la siempre conflictiva temporada de marchas orangistas protestantes. “Es absolutamente esencial que todos aquellos que representan y guían el lealismo y el unionismo pidan el fin de esta violencia planificada y orquestada”, subrayó McDonald, quien aludió, en concreto, a la responsabilidad de ministra principal norirlandesa y líder del Partido Democrático Unionista (DUP), Arlene Foster.
En este sentido, recordó que Foster se reunió, “hace muy poco”, con el llamado Consejo de Comunidades Lealistas (LCC), que representa a los tres principales grupos paramilitares protestantes de la región, los cuales retiraron el pasado mes su apoyo al acuerdo de paz por su oposición a ciertos aspectos del brexit, aunque aseguraron que se mantienen en tregua.
En parte, esta nueva ola de violencia es consecuencia del descontento de la comunidad protestante con el protocolo para Irlanda del Norte del acuerdo del brexit, que impone controles comerciales fronterizos entre esa región, integrada en el mercado único comunitario, y el resto del Reino Unido, lo que perciben como una amenaza a la integridad territorial.
Los unionistas también están indignados por la decisión de la Fiscalía norirlandesa de no imputar a miembros del Sinn Féin que asistieron el pasado junio al funeral de un antiguo líder del IRA pese a las restricciones por la pandemia. Ninguno de esos dos asuntos tiene fácil solución. El supuesto trato de favor a los republicanos en plena crisis sanitaria es solo una percepción subjetiva y el problema del brexit es un laberinto creado por el propio Boris Johnson, criticado estos días porque no ha visitado aún Irlanda del Norte, a pesar de que sufre los peores disturbios en años.
Johnson da alas a los violentos. El protocolo fue diseñado para evitar una frontera dura entre las dos Irlanda, pero ha creado una barrera comercial entre la provincia y el resto del Reino Unido porque Johnson insistió en sacar a Gran Bretaña del mercado único para tener control sobre la inmigración, una de las grandes obsesiones de los brexiteros.