- La relación entre la Comisión Europea (CE) y las grandes empresas tecnológicas estadounidenses se ha visto deteriorada en los últimos meses con motivo de fricciones que abarcan desde la tributación declarada por su actividad en los Estados miembros hasta la persecución de operaciones monopolísticas.
El último ejemplo llegó con la compra por parte de Google de la empresa tecnológica de salud y deporte Fitbit, una operación que motivó la apertura esta semana de una “investigación en profundidad” por parte del Ejecutivo comunitario. El temor de las autoridades de competencia es que esta adquisición aumente aún más la amplia “posición de Google en los mercados de la publicidad, aumentando el volumen de los datos que podría utilizar para personalizar su publicidad”, según defendió la Comisión el pasado 4 de agosto.
La absorción, cerrada en 2.100 millones de dólares, supondría además la obtención de datos personales de millones de ciudadanos, lo que levantó críticas entre entidades europeas de privacidad digital como Access Now, EDRi o Privacy International.
Pese a que la multinacional norteamericana se comprometió a “no utilizar los datos de Fitbit para publicidad”, su posición en el sector de la publicidad online es “de lejos” la más poderosa en la UE, con “más de un 70% del mercado” entre 2006 y 2016, según subrayó la Comisión.
“Mediante la imposición de restricciones contractuales contrarias a la competencia en sitios web de terceros, Google ha reforzado su dominio en la publicidad de búsqueda en línea y se ha protegido de la presión de la competencia”, defendió la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager.
Otro de los asuntos principales es el del bajo nivel de impuestos que tributan la mayoría de gigantes tecnológicos en relación a sus ingresos en el mercado europeo, un asunto que varios países ya contemplan regular con la denominada tasa digital o tasa Google.
A nivel comunitario, los esfuerzos de la Comisión han ido en la línea de una tributación más severa y acorde a los ingresos, pero un reciente golpe judicial y la resistencia de varios países que ofrecen una baja fiscalidad a las empresas a cambio de que se asienten en su territorio complica la maniobra del Ejecutivo.
El comisario de Mercado interior, Thierry Bretón advirtió que toda empresa tecnológica “debe pagar impuestos donde se tienen que pagar” y, sobre la adaptación de las redes sociales a la detección de bulos y desinformación, añadió: “No somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a ustedes”.
Más allá de fiscalidad, la pandemia evidenció la dependencia europea tanto de servidores como de servicios prestados, mayoritariamente, por empresas norteamericanas. Para el presidente de la Asociación Europea para la Transición Digital, Ricardo Rodríguez Contreras, el término de soberanía tecnológica es, a día de hoy, “pura ilusión” en la UE. A su juicio, tanto el Consejo como el Parlamento deberían dar un paso al frente para impulsar un “ecosistema europeo de economía digital” y el impulso de “infraestructuras y herramientas” que aúnen servicios hasta ahora descentralizados entre los países miembro.
Fricciones. La relación entre la Comisión Europea y las grandes empresas tecnológicas de EEUU se ha visto deteriorada con motivo de fricciones que abarcan desde la tributación declarada por su actividad en los Estados miembros hasta la persecución de operaciones monopolísticas.
Pocos impuestos tributados. La mayoría de gigantes tecnológicos tributan un bajo nivel de impuestos en relación a sus ingresos en el mercado europeo, un asunto que varios países ya contemplan regular en su mercado interno con la tasa Google.
Dependencia europea. La pandemia ha evidenciado la dependencia europea tanto de servidores como de servicios prestados, mayoritariamente, por empresas norteamericanas. Para el presidente de la Asociación Europea para la Transición Digital la soberanía tecnológica es “pura ilusión” en la UE.