a Unión Europea ha terminado el curso con sobresaliente, sobre todo, teniendo en cuenta cómo se está poniendo el fatídico 2020 y su pandemia, el covid-19. Respuesta en tiempo y forma para salir de la crisis tras el trabajado acuerdo del Consejo Europeo para el Fondo de Reconstrucción y el Marco Financiero Plurianual 2021-2027. Las vacaciones atípicas que se inician son tan solo un mínimo respiro, repleto de no normalidad, para retomar las tareas en septiembre con una agenda plagada de retos. Por encima de todos sigue acechando la zozobra de un brexit sin acuerdo. Si no lo remediamos en el último cuatrimestre del año, vamos directos al caos en la relación entre el continente y las islas británicas. En segundo lugar, queda por concretar el presupuesto europeo que debe ser aprobado por la Eurocámara. Además, la Comisión empezará a evaluar semestralmente los planes de reformas de los Estados miembro para acceder al Fondo de Reconstrucción. Y todo esto, con elecciones en Estados Unidos en noviembre y los rebrotes de la epidemia como amenaza constante.

Tras siete de meses de conversaciones marcadas por el coronacrack, Londres y Bruselas prácticamente no han avanzado nada en los términos del acuerdo. La fecha límite es el 31 de diciembre y el premier Boris Johnson ha declarado reiteradamente que no habrá prórroga. Aparentemente estamos abocados a un desenlace de ruptura no pactada que supondría un auténtico caos jurídico, económico y social. En esta situación toda la regulación se depositaría en el poder mediador de la OMC -Organización Mundial de Comercio- un organismo colapsado por los continuos recursos contra el libre comercio presentados por las potencias mundiales e incapaz de resolver la grave situación global que vivimos. La UE ha dado claras muestras de unidad y de no permitir que las líneas rojas de la negociación se traspasen. Los derechos de los ciudadanos comunitarios son inviolables, Reino Unido debe pagar la factura para irse y quien deja de ser miembro del Club, no puede beneficiarse del Mercado Único Interior. Pintan bastos, pues.

De alguna manera en septiembre se pondrán en marcha los mecanismos para concretar el histórico acuerdo del Consejo Europeo que decidió mutualizar la deuda europea por valor de 750.000 millones de euros y por un periodo de 30 años. Ahora toca poner las reglas de juego. La Comisión espera recibir en octubre los planes de reformas de los Estados para evaluarlos antes de fin de año. Los que pasen el examen deberán presentar los proyectos financiables por el Fondo de Reconstrucción Next Generation EU, en abril, para empezar a percibir ayudas en el segundo semestre de 2021. Son plazos muy cortos para tanta tarea, pero el mensaje de Bruselas es claro: la recuperación de la actividad no puede esperar o corremos el riesgo de quebrar. A la par, el Parlamento Europeo debatirá el proyecto de presupuestos europeos 2021-2027 aprobado por el Consejo Europeo. Será una batalla dura, pues, la mayoría parlamentaria es partidaria de aumentar las partidas que los jefes de Gobierno acordaron recortar: Pacto Verde o la I+D+i. Pero las cuentas deberían estar listas antes de finales de año, para empezar a ejecutarse en enero de 2021.

En el plano exterior, la UE seguirá atentamente las elecciones presidenciales norteamericanas y, sobre todo, si se produce o no la reelección de Donald Trump el primer mandatario estadounidense que ha roto las relaciones de amistad de su país con Europa. Si tendremos de nuevo al aliado americano a nuestro lado o la distancia se hace definitiva cuatro años más, será una de las grandes claves del futuro mundial. Con China las relaciones europeas juegan al tira y afloja intentando encontrar un acomodo razonable para las dos partes, pero las tensiones bien podrían desembocar en una crisis en la relación con el gigante asiático. De reojo seguiremos mirando las amenazas bravuconas de Putin y de Erdogan desde sus atalayas populistas. No es tiempo para acrecentar los problemas y menos bajo la presidencia de turno alemana, dirigida con toda la autoridad reconocida internacionalmente por la canciller Merkel. Y, por supuesto, todo esto con el permiso de la vida intermitente a que nos somete la pandemia del coronavirus. Tratar de avanzar sin certezas en un mundo repleto de incertidumbres con el único viento seguro de los principios y valores de la Europa libre y democrática: esa es la tarea para septiembre.