l proyecto europeo al que pertenecemos nació como respuesta a la mayor tragedia de la Humanidad: la II Guerra Mundial. Fueron sus impulsores dos de los principales protagonistas y enemigos en la contienda: Francia y Alemania. De aquella idea de reconciliación surgió la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, que paso a paso, nos ha traído hasta la actual UE. En cada hito que en este periodo hemos vivido París y Berlín han resultado los principales motores de la construcción de este espacio común. El coronacrack se ha convertido en la mayor crisis que hemos conocido desde que los campos de batalla desaparecieron de nuestro continente. Precipitados al abismo, cuando estamos al borde de una recesión de magnitudes desconocidas, el eje franco alemán ha tomado las riendas de la situación. Merkel y Macron presentaban esta semana con el carácter protocolario que la telecumbre permitía, su propuesta conjunta del plan de recuperación europeo contra la crisis. Podrá gustar más o menos, pero lo que nadie puede decir es que la UE no está reaccionando con más agilidad de la que por su propia esencia nos tenía acostumbrados. En dos meses la UE ha tomado el doble de decisiones de las que asumió en la crisis del euro en cuatro años.
Conviene poner en dimensión el peso de Francia y de Alemania en el conjunto de la UE. Tras la salida del Reino Unido, la población de la Unión es de 455 millones de habitantes. La suma de franceses y alemanes, 150 millones, supone más de un tercio. Y respecto al PIB, con un total europeo de 12,5 billones, el peso franco alemán es del 45%, por no hablar de su influencia en la economía de muchos países fronterizos de ellos. Sin embargo, en el sistema de voto ponderado que se emplea en el Consejo Europeo, del total de los 316 votos, Francia y Alemania cuentan con 58, es decir, un 18%. Debemos, pues, convenir que el eje franco alemán es por la esencia de estos datos el motor de Europa. Como lo son también por historia de estos más de setenta años de esfuerzos por convivir en paz y en democracia. Desde Valérie Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt, se habla del eje franco alemán, motor de la construcción de la comunidad europea y la amistad entre Helmut Kohl y François Mitterrand fue otro periodo decisivo en la construcción de esa reconciliación, especialmente tras la reunificación de Alemania en 1990.
Merkel y Macron han dado un paso decisivo hacia la emisión de bonos europeos. Los dos líderes anunciaron sin fisuras que van a autorizar a la Comisión Europea para que pida préstamos en los mercados financieros en nombre de la UE. Algo imprescindible para que la eurozona no salte por los aires. El plan se cuantifica en 500.000 millones que se incorporarán como dinero extra al presupuesto de la UE en el periodo 2021-2027. La gran novedad de este “fondo de recuperación” es que se tratará de transferencias y no de préstamos. Los receptores no tendrían que devolver estas cantidades, sino que la UE en su conjunto asumirá esta carga en la proporción de su aporte presupuestario. Está claro que habrá países que darán más de lo que recibirán y viceversa. Se deja margen también para que su cuantía pueda provenir también, en parte, de nuevas fuentes de ingresos comunes, como nuevos impuestos.
El plan tiene unos requisitos especiales porque debe “basarse en un compromiso claro de los Estados miembro de seguir políticas económicas sólidas y una agenda de reformas ambiciosas”. Las acciones también están encaminadas en una transición del bloque comunitario hacia una economía “verde” y digital, además de a proyectos que impulsen la investigación y la innovación. La condición indispensable que apuntala la credibilidad y confianza de los Estados miembros para poder hacer uso del plan de recuperación, es la presentación de unos presupuestos nacionales equilibrados y sostenibles. Francia y Alemania no han dado un cheque en blanco para endeudarse y hacer las políticas que cada uno quiera. Quien quiera beneficiarse del fondo tendrá que emplear sus ayudas en las políticas estratégicas comunes definidas ya por la Comisión Europea y, además, presentar unas cuentas públicas ajustadas a dichas prioridades. Algo que tendrán que tener en cuenta los dos grandes peticionarios de estas medidas: Italia y España, Estados ambos con gobiernos débiles sin mayorías parlamentarias claras. Solo se ha dado un primer paso en este nuevo camino comunitario. La semana que viene la Comisión Europea presentará su plan que deberá aprobar el Consejo y los 27 parlamentos de los Estados miembros. Una labor difícil teniendo en cuenta la oposición de socios como Holanda, Austria y los países escandinavos. Pero… eppur si muove.