- Con todo el país mirando con recelo el avance inexorable del coronavirus, Francia celebra hoy la primera vuelta de los comicios municipales, con estrictas precauciones sanitarias en las 70.000 mesas electorales a las que están llamados más de 47 millones de ciudadanos para renovar 35.000 Ayuntamientos.
Mientras sus vecinos italianos y españoles han declarado el estado de alarma y confinan a sus ciudadanos en sus casas, el presidente francés, Emmanuel Macron, apostó por que la democracia siguiera su curso pese a todo. El riesgo es aún mayor si se tiene en cuenta que una semana más tarde deberá repetirse el ejercicio en el segundo asalto electoral, sin que nadie se atreva a atisbar las consecuencias que para entonces habrá tenido el covid-19 en Francia. El gel para lavarse las manos, las toallitas higiénicas, una persona dedicada exclusivamente a la limpieza, las señales en el suelo para mantener la distancia entre electores, los llamamientos a evitar contactos,... convivirán durante todo el domingo con urnas y papeletas.
El Gobierno recibió el consejo de los científicos de que acudir a votar no era más peligroso que ir a comprar y, en un país que todavía no ha ordenado el cierre de establecimientos, las elecciones no suponían una agravación del riesgo de contagio. Ni siquiera para la población más vulnerable, ancianos y pacientes con otras enfermedades, a quienes los presidentes de las mesas darán prioridad para depositar su papeleta, con el fin de que pasen el menos tiempo posible en la cola.
La primera incógnita será conocer si los ciudadanos dan crédito a esas garantías o si, como auguran algunos sondeos, muchos de ellos optarán por no correr el riesgo de contagio en las mesas electorales, lo que restaría crédito democrático al resultado. Un 22% de los que aseguraban que irían a votar dicen ahora que no lo harán, según la encuesta del instituto Odoxa, que se agregará a la tasa de abstención ya prevista que rondaba el 40%.
El coronavirus no ha sido más que la guinda de una campaña ya peculiar. Entre una reforma de las pensiones que fagocitó el debate político y social, con más de dos meses de manifestaciones y paros en los transportes, el escándalo de carácter sexual que afectó a un candidato de París y que desembocó en una minicrisis de Gobierno, las preocupaciones municipales no han estado nunca encima de la mesa.En la recta final, el covid-19 se encargó de barrer los grandes mítines de final de campaña con los que los candidatos contaban con azuzar la participación. El país, no tiene la cabeza en las urnas.La anulación de los comicios, que Macron barajó el pasado jueves antes de dirigirse de forma solemne a la nación para pedir "unidad" contra "la mayor crisis sanitaria que vive el país en un siglo", no fue apoyada por ningún partido, lo que llevó al jefe del Estado a mantener la cita electoral.
En ese contexto, los franceses elegirán a medio millón de concejales para los próximos 6 años, los segundos comicios intermedios que se desarrollan desde la elección de Macron en mayo de 2017.
Si en las europeas del año pasado logró una segunda plaza tras la extrema derecha que le permitió salvar los muebles tras el huracán de los chalecos amarillos, los sondeos le auguran ahora una debacle que evidenciará que el partido del presidente carece de estructura local y que su líder es su único activo electoral con garantías.
De la volátil campaña, la única tendencia positiva la registran Los Verdes, que aspiran a un importante avance electoral que les convierta en la principal fuerza de la izquierda, frente a un Partido Socialista que se conforma con no perder lo que ya tenía y unos comunistas que acuden a las urnas desordenados.
Tampoco los conservadores hacen planes de fiesta poselectoral, tanto por la precaución ante el covid-19 como por unas encuestas que les otorgan más o menos las ciudades que ya controlan. Ni siquiera la extrema derecha, que aspira a ganar Perpiñán, la ciudad más grande que nunca han gobernado, hay espacio para el optimismo. El partido, que se reivindica como el más importante del país pone ya de manifiesto su fatiga electoral.
Pionera. Hidalgo fue una de las primeras en identificar los nuevos ejes en los que se mueve la nueva socialdemocracia europea, el ecologismo y el feminismo. Sobre ellos ha cimentado una gestión en la que peatonalizó las orillas del Sena, lideró el frente global de ciudades por el clima y consiguió los Juegos Olímpicos de 2024 para su ciudad.
Atípica. Segunda hija de una familia de once hermanos formada por un albañil marroquí y una argelina, Dati trabajó para pagarse sus estudios de Derecho y en 2001 ingresó en la Fiscalía, donde conoció a Sarkozy, entonces ministro del Interior, junto a quien construyó su carrera por diferentes gabinetes, hasta convertirse en la primera ministra de Justicia de origen inmigrante.
Sustituta. Esta hematóloga parisina de 58 años, era ministra de Sanidad en el gobierno del presidente, Emmanuel Macron, hasta que la dimisión en febrero del candidato Benjamin Griveaux por la filtración de vídeos de contenido sexual la lanzó a la recta final de una campaña en la que aparece según los sondeos en el tercer puesto en las preferencias de los parisinos.