Bruselas - Theresa May sigue siendo aún primera ministra una semana después de que el Gobierno anunciara un acuerdo del Brexit y que el núcleo duro de los euroescépticos del Partido Conservador le declararan la guerra. La jefa británica viaja hoy a Bruselas para mantener un encuentro con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea (CE), y sellar el texto, dejarlo ya cerrado y envasado para que ningún sobresalto haga volar por los aires la cita en la CE que se celebra este domingo.
Un encuentro político que tiene la intención de mandar un mensaje claro: el Acuerdo de Salida acordado la semana pasada a un nivel técnico por los equipos negociadores tiene ya todo el respaldo político de la Unión y del Reino Unido.
La realidad, sin embargo, es algo distinta. A estas horas España sigue pidiendo un cambio en el artículo 184 para que quede claro que las negociaciones sobre las futuras relaciones con Gibraltar es materia de conversaciones bilaterales entre Madrid y Londres.
Por su parte Francia insiste en que en el texto debe haber garantías para las flotas galas después del Brexit: el equipo negociador europeo tuvo que ceder en que el acceso a las aguas británicas tras su salida de la UE y durante el hipotético backstop, ese escenario -en el que en caso de que finalice el periodo transitorio sin un acuerdo comercial el Reino Unido quedaría en una unión aduanera- estuviera condicionado a un acuerdo cada año, algo con lo que París, y también otras capitales como la propia Madrid, no están de acuerdo.
La CE considera que ya no hay espacio para modificar el Acuerdo de Salida. El lunes, Borrell aseguró en rueda de prensa que durante sus reuniones con Michel Barnier, negociador jefe del Ejecutivo comunitario para el Brexit, el francés mostró su oposición a hacer cambios sobre el artículo 184 por el miedo a tener que hacer mayores modificaciones sobre el texto que pudieran desencadenar en un nuevo desacuerdo entre Bruselas y Londres.“
Los retos de May Al otro lado del Canal la primera ministra afronta una oposición mucho más feroz, menos técnica y más política. Si en el lado europeo son los Estados miembros los que buscan algunas modificaciones en el texto, en Reino Unido son algunos ministros de Theresa May los que buscan poder cambiar partes del Acuerdo de Salida con las que no están de acuerdo.
Además, el ala euroescéptica del Partido Conservador sigue amenazando con una moción de confianza contra la primera ministra, a pesar de que les está costando obtener las 48 cartas necesarias para provocar que comience el proceso.
Por otro lado May afronta el mayor de los retos: tener que luchar contra la aritmética parlamentaria. Los unionistas norirlandeses del DUP se han abstenido en una serie de votaciones sobre el presupuesto británico, demostrándole la debilidad con la que cuenta el Gobierno, que depende de los votos del DUP para seguir sumando en el Parlamento.
Con la reunión de hoy la primera ministra intenta cerrar el debate a ambos lados del Canal para evitar que el texto se vea modificado. Por lado porque si los euroescépticos le fuerzan a renegociar algunos puntos la Unión Europea no lo aceptará, y por el otro porque si España y Francia consiguen modificar el texto los euroescépticos preguntarán públicamente por que ellos sí han podido realizar modificaciones y Londres no. - N. Alarcón/Aquí Europa