Macron se encuentra en una situación difícil: con un Gobierno en crisis, sus reformas todavía sin resultado y cada vez más solo en Europa. Emmanuel Macron tiene una concepción de la presidencia de la república francesa mucho más cercana a una monarquía que a una república parlamentaria al uso, en la que el jefe de Gobierno debe navegar entre las tórridas aguas políticas y sociales, ser cercano y ganarse la confianza de los demás, tanto de los votantes como de los parlamentarios. Para Macron, su presidencia debe levitar, estar por encima de los debates mundanos y mirar hacia la Francia del futuro. Por algo le llaman Júpiter. Lo que no sabemos es si la soledad formaba parte de sus planes.

En los últimos tres meses el presidente francés ha encajado tres dimisiones, todas dolorosas. Primero fue su ministro más popular, el de Transición Ecológica. Nicolas Hulot, que abandonó el cargo en plena entrevista radiofónica y con una dura crítica a la acción ecológica del Gobierno de Macron, una de las banderas del presidente; después llegó la de la ministra de Deporte, Laura Flessel, esta por asuntos personales; y ayer llegaba la de Gérard Collomb, titular de Interior. Collomb, un veterano aliado de Macron y una de las personas más fieles y cercanas al presidente, anunció al joven mandatario su intención de abandonar el Ejecutivo el lunes por la mañana, pero el presidente lo rechazó. El ministro reiteró su voluntad el martes y acabó hablando con los medios para añadir presión: quiere volver a su cargo como alcalde de Lyon. “Siempre he cumplido con lo que he dicho y mi prioridad es comprometerme con los lioneses”, aseguraba a los medios galos. Finalmente Macron aceptó la dimisión.

Collomb abandona el Gobierno no solo por querer volver a Lyon. Las diferencias con el presidente habían aumentado, especialmente a raíz del escándalo con Alexandre Benalla, el exjefe de seguridad de Macron, que fue filmado con un casco policial apaleando a dos jóvenes durante las manifestaciones del 1 de mayo. El líder galo asumió ser el único responsable, pero es una crisis que pesa sobre su presidencia. Mientras Collomb abandona su oficina, la popularidad de Macron se encuentra en una situación realmente complicada. Su impopularidad se encuentra en tasas récord, la crisis Benalla ha impulsado todavía más su mala imagen, a la vez que sus reformas, que muchas de ellas han provocado huelgas y reacciones por parte de los sindicatos, no terminan de asentarse y dar resultado.

Soledad Europea Macron siempre tuvo una idea clara: Europa era su mejor carta. En un momento en el que el continente se encuentra en un punto difícil para su futuro, el galo quería tomar las riendas de la política europea. Reforma de la zona euro, sistema de listas transnacionales y apoyo al fortalecimiento de determinadas instituciones eran algunas de las ideas que tenía Macron en su cabeza cuando el día que ganó las elecciones dio un largo paseo por la Place du Carrousel con el himno de la Unión Europea. La realidad era mucho más difícil de lo que Macron y muchos otros pensaban. Lo que se esperaba era que Angela Merkel ganara las elecciones en Alemania con holgura y que, después de muchos años de crisis y de inmovilismo, Berlín apoyara las ideas de París para sacar adelante una nueva Unión Europea mucho más fuerte, especialmente en el ámbito económico.

Antes de los comicios germanos la canciller daba pequeñas señales y guiños a Macron. Después de que los alemanas votaran todo se derrumbó. El poder de Merkel va decayendo cada día que pasa, se encuentra rodeada por socios de Gobierno que le ven ya como parte del pasado y que se posicionan para ser sus sustitutos en el futuro.